En un movimiento que podría cambiar las dinámicas de la industria del narcotráfico, los carteles mexicanos están explorando estrategias audaces para producir localmente los precursores químicos necesarios para la fabricación de fentanilo, en lugar de depender de las importaciones desde China. Este giro no solo busca abaratar costos y reducir riesgos logísticos, sino también consolidar su control sobre el proceso de producción. El objetivo es claro: obtener autonomía total sobre la droga sintética que ha devastado comunidades enteras en los Estados Unidos y más allá. Desde laboratorios clandestinos en Sinaloa hasta aulas universitarias convertidas en centros de reclutamiento, el alcance de los carteles mexicanos no conoce límites.
Natalie Kitroeff, jefa de la oficina de la Ciudad de México para The New York Times, ha realizado un trabajo de campo excepcional para documentar esta nueva tendencia. En su reportaje titulado: “Los cárteles mexicanos atraen a estudiantes de química para fabricar fentanilo”, publicado en el prestigioso medio estadounidense, Kitroeff expone cómo los cárteles están recurriendo a estudiantes universitarios para fortalecer sus operaciones químicas. Su investigación incluye entrevistas con cocineros de fentanilo, estudiantes de química y reclutadores del Cártel de Sinaloa, destacando la complejidad y peligrosidad de esta nueva fase del narcotráfico.
Carteles mexicanos tras la innovación
Los carteles mexicanos están reinventando su modus operandi al buscar independencia química. Tradicionalmente, los precursores químicos necesarios para fabricar fentanilo han sido importados desde China, un país con una producción masiva de sustancias químicas industriales. Sin embargo, las restricciones impuestas por la pandemia, junto con medidas gubernamentales más estrictas en ambos países, han hecho que esta dependencia sea un obstáculo. Frente a estas dificultades, el Cártel de Sinaloa ha optado por una estrategia más ambiciosa: entrenar a una nueva generación de químicos capaces de sintetizar los precursores desde cero, eliminando así la necesidad de importaciones.

Para los carteles, este cambio representa un desafío monumental. Producir precursores no es tan sencillo como mezclar sustancias en un laboratorio clandestino. Requiere conocimientos avanzados de química, técnicas sofisticadas y un nivel de experimentación que rara vez se encuentra en sus operativos tradicionales. Aquí es donde entran los estudiantes de química. Los reclutadores del cártel, disfrazados incluso como conserjes, acechan los campus universitarios en busca de talentos jóvenes, prometiéndoles salarios exorbitantes y beneficios que eclipsan cualquier empleo legal. Esta estrategia convierte a las universidades en terrenos fértiles para sus actividades ilícitas.
La pobreza obliga
Uno de los testimonios más impactantes recogidos por Kitroeff proviene de un estudiante de segundo año que fue abordado en su campus. Según el relato, el reclutador lo elogió por su habilidad en química y le ofreció un salario mensual que duplicaba el promedio nacional para químicos en México. Aunque inicialmente se resistió debido a las implicaciones éticas, las necesidades económicas de su familia lo llevaron a aceptar. Fue llevado a un laboratorio escondido en las montañas de Sinaloa, donde ahora trabaja en condiciones precarias intentando sintetizar compuestos químicos esenciales para el fentanilo que distribuyen los carteles mexicanos.
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Los cocineros de fentanilo entrevistados por Kitroeff describieron el proceso como un equilibrio constante entre peligro y precisión. Aunque utilizan trajes protectores y máscaras de gas, los riesgos son enormes: intoxicación por exposición a los productos químicos, explosiones accidentales y represalias violentas de sus supervisores si algo sale mal. Sin embargo, el atractivo del dinero fácil y la posibilidad de ascender en la jerarquía del cártel son incentivos suficientes para que muchos jóvenes se arriesguen.
A lo Breaking Bad
El reclutamiento no se limita a los estudiantes. Profesores universitarios también han sido identificados como colaboradores en estas operaciones, proporcionando conocimientos técnicos y, en algunos casos, acceso a equipos deseados. Un profesor anónimo de Sinaloa admitió que algunos estudiantes se inscriben en clases de química únicamente para adquirir las habilidades necesarias para la producción de drogas sintéticas. Este nivel de infiltración refleja cómo los carteles mexicanos están utilizando todos los recursos a su disposición para alcanzar sus objetivos.
La posibilidad de que los carteles logren fabricar precursores localmente es alarmante para las autoridades estadounidenses y mexicanas. Si bien las cadenas de suministro global han sido un obstáculo para el tráfico de drogas, la capacidad de los carteles para producir todos los componentes del fentanilo de manera autónoma significaría una industrialización aún más devastadora de este negocio letal. Como señaló un funcionario estadounidense, “esto les daría un control absoluto sobre una de las drogas más peligrosas de la historia reciente”.

Reclutamiento criminal
Los estudiantes reclutados, a pesar de los beneficios económicos inmediatos, enfrentan una realidad sombría. Un joven químico entrevistado por Kitroeff confesó que su sueño era curar enfermedades como el cáncer, no fabricar sustancias mortales. Sin embargo, las presiones económicas y sociales lo llevaron a unirse a los carteles mexicanos. Su historia es un reflejo de cómo las condiciones estructurales en México, desde la pobreza hasta la falta de oportunidades laborales, crean un terreno fértil para el reclutamiento criminal.
El impacto de esta nueva estrategia trasciende las fronteras de México. En los Estados Unidos, donde el fentanilo ha sido responsable de decenas de miles de muertes por sobredosis, los esfuerzos de los carteles por independizarse de China podrían complicar aún más los intentos de combatir esta epidemia. Las autoridades estadounidenses han intensificado sus esfuerzos para rastrear y detener el tráfico de precursores, pero el traslado de la producción a territorio mexicano plantea nuevos desafíos logísticos y de seguridad.
En México hay impunidad
Mientras tanto, el gobierno mexicano enfrenta críticas por su aparente inacción. Aunque la presidenta Claudia Sheinbaum ha sido abogada por una mayor cooperación internacional para detener el flujo de precursores, la realidad es que los carteles siguen operando con relativa impunidad en muchas regiones. Algunos expertos sugieren que la falta de una estrategia contundente se debe en parte a la presión del gobierno de Estados Unidos para priorizar otros temas, como la migración.
El reclutamiento de estudiantes de química es solo una pieza del rompecabezas. Los carteles mexicanos están invirtiendo significativamente en investigación y desarrollo, buscando maneras de perfeccionar sus productos y aumentar su rentabilidad. Un estudiante de primer año entrevistado explicó que su trabajo principal era experimentar con nuevas fórmulas para hacer el fentanilo más potente, una tarea que implica una mezcla de innovación y riesgo constante.
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Complejidad del narcotráfico moderno
El panorama que presenta Kitroeff en su reportaje es desolador, pero también ofrece una ventana a la complejidad del narcotráfico moderno. Los carteles mexicanos han evolucionado de ser simples traficantes a convertirse en corporaciones ilícitas con estrategias que rivalizan con las de cualquier multinacional. La lucha por el control de los precursores no es solo un esfuerzo por reducir costos; es una declaración de poder y una muestra de su capacidad para adaptarse a un mundo en constante cambio.
A medida que los carteles continúan expandiendo su influencia, la sociedad mexicana se encuentra atrapada en un dilema ético y económico. La pregunta no es solo cómo detenerlos, sino también cómo ofrecer alternativas viables a los jóvenes que, en ausencia de oportunidades legítimas, se ven atraídos por las promesas del dinero rápido. Si algo queda claro de este sombrío panorama es que el problema del narcotráfico no se resolverá con soluciones simplistas, sino con un enfoque integral que aborde las raíces de la desigualdad y la violencia.