Como en las mejores dictaduras: Trump solo nombra a aduladores para su gabinete

Como en las mejores dictaduras, la lealtad al líder parece haberse convertido en la única cualidad indispensable para formar parte del gabinete del expresidente y ahora nuevamente aspirante a la Casa Blanca, Donald Trump. La reciente nominación de Kash Patel como director del FBI es solo la punta del iceberg en una serie de nombramientos que parecen más diseñados para fortalecer un régimen de culto a la personalidad que para gobernar bajo los principios de una república democrática. Esta tendencia ha despertado alarma entre analistas políticos y expertos legales, quienes ven en estas decisiones un patrón claro de erosión institucional.

James D. Zirin, autor y analista legal, fiscal federal del Distrito Sur de Nueva York y presentador del programa de entrevistas Conversations with Jim Zirin, abordó este preocupante fenómeno en un artículo publicado recientemente en The Hill bajo el título: “Kash Patel, el último candidato de Trump, es solo otro adulador”. En su análisis, Zirin detalla cómo Trump ha dejado de lado el escrutinio y las normas tradicionales para designar a figuras cuya principal credencial parece ser su devoción incondicional al expresidente. La elección de Patel, un personaje rodeado de controversias, es un claro ejemplo de esta estrategia que algunos han calificado como autocrática.

Como en las mejores dictaduras

La fórmula es sencilla pero efectiva, como en las mejores dictaduras: rodearse de leales sin importar sus antecedentes, experiencia o aptitudes para el cargo. En el caso de Patel, su historial está plagado de señales de alarma. Ha sido un defensor de teorías de conspiración y, según Zirin, incluso se ha acogido a la Quinta Enmienda para evitar responder preguntas sobre su participación en el manejo irregular de documentos clasificados por parte de Trump. A pesar de ello, el expresidente ha dejado claro que ve en Patel un aliado indispensable, alguien dispuesto a usar el poder del FBI no para servir a la Constitución, sino para ejecutar venganzas políticas y perseguir a enemigos internos.

La fórmula es sencilla pero efectiva, como en las mejores dictaduras: rodearse de leales sin importar sus antecedentes, experiencia o aptitudes para el cargo. En el caso de Patel, su historial está plagado de señales de alarma. Ilustración MidJourney

La práctica de colocar aduladores en posiciones clave no es nueva, pero lo que preocupa a los críticos es la descarada manera en que Trump ha desestimado las normas democráticas para avanzar en su agenda personal. Durante su administración anterior, figuras como el exsecretario de Defensa Mark Esper, quien se negó a cumplir con órdenes que consideraban inapropiadas, fueron rápidamente despedidas por falta de lealtad. Este tipo de purgas recuerda a las de regímenes autocráticos, donde el descontento o la disidencia son castigados sin contemplaciones.

Dónde reside el verdadero poder

Como en las mejores dictaduras, el verdadero poder reside en controlar los “ministerios del poder”. En Estados Unidos, esto incluye instituciones como el Departamento de Justicia, el FBI y la comunidad de inteligencia. Según Zirin, Trump entiende perfectamente esta dinámica y ha accionado en consecuencia, priorizando la lealtad personal sobre la competencia profesional. Esto no solo compromete la independencia de estas agencias, sino que también las convierte en herramientas para reforzar un modelo de gobierno centralizado y autoritario.

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El caso de Patel no es único. Trump ha nominado a otras figuras igualmente polémicas para ocupar puestos clave. Entre ellas se encuentran individuos acusados ​​de delitos sexuales, personas sin experiencia relevante y candidatos que abogan por desmantelar las mismas agencias que se les ha encomendado dirigir. Estas elecciones, lejos de ser errores aislados, responden a un patrón diseñado para consolidar el poder del expresidente y erosionar los contrapesos institucionales.

MAGA es el timonel

Para Zirin, la nominación de Patel al FBI representa un punto de inflexión en esta estrategia. La agencia, que ya enfrenta críticas de la base MAGA como un bastión de corrupción política, se vería transformada bajo el liderazgo de Patel en un instrumento de persecución. En palabras del propio candidato, su primer acto sería cerrar el edificio principal del FBI y convertirlo en un museo del “estado profundo”, redistribuyendo a sus empleados por todo el país. Aunque esta propuesta puede sonar absurda, Zirin advierte que refleja una agenda más amplia para socavar la capacidad operativa de una de las instituciones más importantes del país.

Como en las mejores dictaduras, el desprecio por las normas no es accidental; es parte integral de un plan para consolidar un poder que no rinde cuentas. En este contexto, la nominación de Patel es tanto una provocación como una declaración de intenciones. Trump ha dejado claro que no le preocupa la aprobación del Senado ni las críticas de sus adversarios. Para él, estas nominaciones son un mandato para transformar el aparato gubernamental en una extensión de su voluntad.

El caso de Patel no es único. Trump ha nominado a otras figuras igualmente polémicas para ocupar puestos clave. Entre ellas se encuentran individuos acusados de delitos sexuales, personas sin experiencia relevante y candidatos que abogan por desmantelar las mismas agencias que se les ha encomendado dirigir. Ilustración MidJourney.

La simple oposición no es suficiente

Sin embargo, esta estrategia no está exenta de riesgos. A pesar de contar con el respaldo de una base leal, Trump enfrenta una resistencia significativa tanto dentro como fuera de su partido. Los senadores republicanos han expresado dudas sobre algunas de sus elecciones, incluida la de Patel. Aunque esto podría interpretarse como un signo de esperanza para quienes temen por el futuro de las instituciones democráticas, Zirin advierte que la simple oposición no es suficiente. Es necesario un compromiso activo por parte de los legisladores para impedir que estas nominaciones sigan avanzando.

Como en las mejores dictaduras, el desafío no solo reside en las acciones de un líder autoritario, sino también en la pasividad de aquellos que deben actuar como contrapesos. Si los republicanos en el Senado no ejercen su deber constitucional de asesorar y consentir, estarían permitiendo que Trump continúe con su proyecto de centralización del poder. Esto, a su vez, sentaría un precedente peligroso para futuras administraciones.

Integridad del sistema democrático

En última instancia, lo que está en juego no es solo el liderazgo de una agencia o un gabinete, sino la integridad misma del sistema democrático estadounidense. La nominación de figuras como Patel pone de manifiesto cómo las instituciones pueden ser manipuladas para servir a intereses personales en lugar del bien común. Zirin concluye su análisis con un llamado a la acción, instalando a los ciudadanos ya sus representantes a mantenerse vigilantes y resistir cualquier intento de socavar los principios fundamentales que sustentan la república.

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Como en las mejores dictaduras, el camino hacia el autoritarismo rara vez es repentino; suele ser el resultado de una serie de pasos calculados que erosionan gradualmente la confianza en las instituciones. La historia está llena de ejemplos de cómo líderes carismáticos han utilizado tácticas similares para consolidar su poder. Lo que hace que el caso de Trump sea particularmente alarmante es la velocidad y la audacia con la que ha ejecutado su estrategia, dejando a sus críticos luchando por mantenerse al día.

La pregunta ahora es si Estados Unidos podrá resistir esta amenaza o si sucumbirá al tipo de gobierno autoritario que, hasta hace poco, parecía impensable en una de las democracias más antiguas del mundo. Lo que está claro es que, como en las mejores dictaduras, el destino de la nación depende no solo de las acciones de un líder, sino también de la voluntad colectiva de sus ciudadanos para defender los valores que la definen.

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