La sedición en Venezuela no cesa. El escenario político en la nación caribeña es uno complejo y escabroso. Con una oposición política dividida y que parece estar despojada de recursos y capacidades, se manifiesta una insistencia cada vez más firme en la intervención militar externa para derrocar al presidente Nicolás Maduro.
La trayectoria de Maduro, desde ser un chofer de autobús hasta asumir las riendas de una nación, ha sido, para muchos, una demostración de habilidad estratégica, dejando a la oposición en un estado de impotencia. Pocos políticos en su situación hubiesen resistido. Los embates contra la majestad de la presidencia han sido persistentes. Desde luego, los desaciertos del presidente en muchos casos han sido monumentales.
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Sedición en Venezuela
Uno de los principales argumentos de la oposición ha sido buscar ayuda en «países aliados». La petición: que las fuerzas extranjeras intervengan militarmente en el país. Tal es la determinación que voces como la de Antonio Ledezma, desde su exilio, han insistido recientemente en llamados para que las armas de los países amigos lluevan sobre los cielos de Venezuela. Esta postura se ve reforzada con los comentarios de Henrique Capriles, candidato a las primarias por el partido Primero Justicia, quien aseveró que desde el comando de campaña de María Corona Machado se está fraguando una sedición en Venezuela.
Estas declaraciones son preocupantes y, para muchos, reflejan el deseo de un grupo de la oposición de ver a Venezuela inmersa en un conflicto armado interno o externo, en lugar de buscar soluciones pacíficas y dialógicas.
El desastre de la invasión
Sin embargo, la historia nos enseña que las intervenciones militares en países extranjeros, especialmente por parte de Estados Unidos, han sido en muchos casos fuentes de desastre. Según datos del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, desde la Segunda Guerra Mundial, intervenciones como las de Vietnam, Iraq y Afganistán han resultado en crisis humanitarias, inestabilidad política y social, y costos económicos exorbitantes.
Organismos como la ONU han expresado en múltiples ocasiones que las intervenciones militares deben ser la última opción y, en muchas ocasiones, no resultan en el cambio democrático esperado. La historia contemporánea de Latinoamérica también ofrece ejemplos de esto. Como señala el historiador venezolano Alejandro Álvarez, «las intervenciones, ya sean directas o a través de apoyos a grupos armados internos, tienden a agravar las condiciones del país en lugar de mejorarlas». Es así que insistir en la sedición en Venezuela denota poca estima por el pueblo y más amor a los intereses personales o de grupos de poder.
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Por qué la incapacidad
¿Por qué entonces Venezuela se muestra incapaz de salir del atolladero político en que se encuentra? Según Carlos Romero, politólogo y especialista en relaciones internacionales, «Venezuela enfrenta una crisis política profunda, exacerbada por factores económicos, sociales y externos. Sin embargo, la solución no está en la intervención militar, sino en la construcción de un diálogo genuino entre las partes».
Es importante mencionar que el gobierno de Maduro también ha tenido sus desaciertos. Denuncias sobre represión, censura y falta de transparencia han sido constantes durante su administración. La Organización de Estados Americanos ha reportado que la falta de separación de poderes y la pérdida de libertades en Venezuela es preocupante. Sin embargo, la sedición en Venezuela no es la salida correcta. Alcanzar un balance o rescate de la institucionalidad política en términos éticos correctos, va a tomar tanto o más tiempo, que el que demoró en derruirse.
No obstante, abogar por una intervención militar, como lo hacen algunos sectores de la oposición, es una propuesta riesgosa y potencialmente devastadora para el pueblo venezolano.
Una guerra civil
Los riesgos de una posible guerra civil se magnifican con la idea de involucrar a oficiales militares descontentos venezolanos. Fomentar la idea de que son ellos los que deben «derramar sangre» es invitar a un potencial fratricidio, un conflicto interno donde las víctimas principales serían ciudadanos comunes y corrientes. Desde luego los impulsores de la sedición en Venezuela todo lo justifican, tal vez porque cuando llegue el momento de la acción, todos estarán en otras fronteras, esperando que el olor a pólvora se disipe.
La complejidad de la situación política de Venezuela requiere soluciones reflexivas, dialogadas y pacíficas. Las lecciones de la historia nos muestran que el costo de las intervenciones militares puede ser mucho más alto de lo que se espera. En este escenario, el diálogo y la diplomacia deberían ser las herramientas primordiales para encontrar una solución al dilema venezolano.