Con una sorprendente victoria que irrumpe en la escena política de la nación, Bernardo Arévalo, el aspirante progresista, logra consolidar un cambio radical. Desafiando el conservadurismo que ha dominado los últimos ciclos electorales, se ha alzado con un contundente 58% de los votos, posicionándose como el claro vencedor de los comicios y haciendo que su promesa de luchar contra la corrupción sea el estandarte de su gobierno venidero.
Su contrincante, Sandra Torres, ex primera dama y rostro de la UNE, una formación que a pesar de sus orígenes socialdemócratas derivó hacia posturas más conservadoras, se quedó corta en su intento por alcanzar la presidencia, logrando el 37% de las preferencias. Para Torres, esta derrota se traduce en su tercer intento consecutivo de ocupar el máximo cargo gubernamental, evidenciando una clara señal de rechazo hacia el continuismo político que ella representaba.
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Bernardo Arévalo contra la corrupción
La corrupción ha sido una de las problemáticas más latentes y perjudiciales para el desarrollo del país, costando, según datos del Banco Mundial, cerca del 2% del PIB anual. Este fenómeno, que carcome la institucionalidad y la confianza pública, ha sido el leitmotiv de Bernardo Arévalo, quien, con su compromiso de «limpiar la casa», ha resonado entre un electorado cansado de la inacción gubernamental en este aspecto.
Organismos especializados, como Transparencia Internacional, han señalado en sus informes que el país se encuentra en una posición comprometida en cuanto a corrupción se refiere, ocupando el puesto 120 de 180 en el ranking de percepción de corrupción en 2022. Esta situación evidencia la urgencia de medidas drásticas y efectivas para recuperar la confianza de la ciudadanía.
Una difícil batalla
Desde el ámbito gubernamental, la gestión anterior, pese a sus reiteradas promesas, no logró significativos avances en la lucha contra este flagelo. El Dr. Carlos Vidal, politólogo de la Universidad Nacional, opina que «la gestión anterior pecó de complaciente en cuanto a corrupción. Había mucho discurso y poca acción. Arévalo ha sabido leer esa insatisfacción y convertirla en su bandera política».
Por su parte, la historiadora Marina Ortiz destaca que «la victoria de Bernardo Arévalo no solo es una respuesta al tema de corrupción, es una clara muestra del deseo de renovación en la política nacional. La gente está cansada de las mismas caras y las mismas promesas incumplidas. Quieren un cambio genuino y creen que Arévalo puede ser esa figura renovadora».
Descontento y desencanto
De hecho, esta victoria de Bernardo Arévalo no solo se circunscribe a un descontento con la gestión anterior. Es, además, una respuesta a años de gobiernos que, aunque han prometido cambios, no han conseguido reducir significativamente la corrupción ni reforzar la institucionalidad del país.
Sin embargo, este nuevo mandato no estará exento de desafíos. Las expectativas son altas y la confianza depositada en Arévalo es inmensa. José Manuel Ríos, politólogo y analista internacional, advierte: «El reto para Arévalo será monumental. No solo deberá enfrentar a una estructura política que históricamente ha sido resistente al cambio, sino que también deberá gestionar las altas expectativas de una población que espera resultados rápidos y concretos».
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Más allá de las expectativas y desafíos, lo cierto es que la victoria de Bernardo Arévalo marca un punto de inflexión en la política del país. Con una plataforma centrada en la lucha contra la corrupción y con un amplio respaldo ciudadano, se abre una nueva página en la historia política, esperando que la promesa de cambio se traduzca en acciones concretas y beneficios palpables para la sociedad. Solo el tiempo dirá si Arévalo estuvo a la altura de las circunstancias y logró sacar la barajita de la anti-corrupción con éxito.