Los hospitales en Venezuela hacen parte de una arena política. Desde antes del arribo de Hugo Chávez a la presidencia de Venezuela, el sistema hospitalario público de la nación ya mostraba signos de profunda fragilidad. Pasillos abarrotados, estructuras en ruinas y una gestión inadecuada se convertían en símbolos del deterioro.
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Hay que añadir que los nosocomios, lejos de ser solo un reflejo de una crisis de salud, los centros de salud eran también el epicentro de un juego político donde adecos y copeyanos, militantes de los partidos Acción Democrática y COPEI, batallaban por el control gremial en estas instituciones. Esta lucha era, a menudo, más relevante para ellos que mejorar las condiciones de atención a los pacientes.
Hospitales en Venezuela sin pulso
El ascenso de Chávez al poder trajo promesas de cambios profundos en el sector salud. Sin embargo, construir un sistema nuevo sobre las bases de uno en ruinas no fue tarea fácil. La corrupción que permeaba el sistema anterior parecía no haberse ido, sino que se adaptó al nuevo contexto político. Bajo esta nueva administración, emergieron nuevos proyectos como ‘Barrio Adentro’, que pretendía llevar la atención médica a las comunidades más necesitadas. Pero las buenas intenciones chocaron con una realidad económica y política adversa.
La economía de Venezuela, históricamente dependiente del petróleo, comenzó a tambalearse con la caída de los precios del crudo. Este declive económico se tradujo en una menor inversión en los hospitales en Venezuela. A ello, se sumaron las sanciones internacionales que limitaron aún más el acceso del país a insumos médicos esenciales. El resultado fue un sistema de salud al borde del colapso, donde médicos y enfermeros, a pesar de su vocación y esfuerzo, no contaban con los recursos básicos para atender a los pacientes.
Dolientes reales pocos
En este complicado escenario de los hospitales en Venezuela, surgió una figura que prometía ser un rayo de esperanza para el sector salud: Juan Guaidó. Reconocido por numerosos países como el presidente legítimo de Venezuela, Guaidó anunció la llegada de ayuda humanitaria para el país, incluyendo un bono en dólares para médicos y personal de salud, como reconocimiento a su labor en medio de la pandemia de CoVID-19. Sin embargo, a pesar de las confirmaciones de que el dinero había sido entregado, los profesionales de salud nunca vieron reflejado este bono en sus cuentas.
Organismos especializados, como Human Rights Watch y la Organización Panamericana de la Salud, han documentado la grave crisis de salud que enfrenta Venezuela, donde no solo se carece de insumos básicos, sino también de personal capacitado, muchos de los cuales han tenido que migrar en busca de mejores condiciones de vida y trabajo.
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Historiadores y expertos en política latinoamericana señalan que Venezuela es un ejemplo claro de cómo la política puede afectar de manera directa la vida cotidiana de los ciudadanos. Para Carlos Malamud, historiador y experto en América Latina, «Lo que ha sucedido en Venezuela en las últimas décadas es una clara muestra de cómo la lucha por el poder puede eclipsar las verdaderas necesidades de un país».
Cuando el enfermo no importa
Hoy, los hospitales en Venezuela no solo reflejan la crisis de salud, sino también la lucha política que ha caracterizado a la nación durante las últimas décadas. Los hospitales, alguna vez símbolo de esperanza y progreso, se han convertido en el tablero donde se juega una partida por el poder político, donde, lamentablemente, son los ciudadanos los que continúan pagando el precio más alto.
No obstante, la resiliencia del pueblo venezolano ha brillado a pesar de las circunstancias. Mientras los corredores de los hospitales reflejan la desolación de un sistema en crisis, también se han convertido en testigos de actos heroicos por parte del personal médico, que día a día enfrenta la adversidad con determinación y valentía. Médicos, enfermeros y técnicos, aun sin las herramientas adecuadas, han buscado maneras creativas para atender a sus pacientes, desde el uso de soluciones improvisadas hasta la formación de redes de apoyo entre ellos para compartir recursos.
Por otro lado, la sociedad civil no ha permanecido pasiva ante la situación. ONGs, colectivos y ciudadanos han unido esfuerzos para recolectar insumos y medicamentos, creando cadenas de solidaridad que cruzan fronteras. Es en estos actos donde muchos expertos ven una oportunidad para Venezuela: una sociedad que, a pesar de las diferencias políticas y de la profunda crisis, busca reconstruirse desde sus cimientos, con la esperanza de que algún día los hospitales vuelvan a ser centros de salud y bienestar, y no escenarios de luchas por el poder.