Que el mundo tenga cuidado: Donald Trump está seguro de que Dios lo eligió a él

«Dios lo eligió a él». Estas fueron las palabras que marcaron un punto culminante en el discurso inaugural de Donald Trump, quien, con un tono solemne y desafiante, dejó claro que no solo veía su regreso al poder como un acto político, sino como una misión divina. Frente a una multitud de seguidores enardecidos, Trump proclamó que su liderazgo no era el resultado de las urnas, sino del designio celestial. Para sus detractores, estas palabras sonaron como un eco preocupante de las actitudes mesiánicas que caracterizaron su primer mandato. Para sus partidarios, fue la confirmación de lo que siempre creyeron: Trump es el elegido para «salvar a América».

El análisis de esta declaración, recogido por el renombrado columnista George Will en su publicación para The Washington Post, ha encendido el debate nacional. Will, ganador del Premio Pulitzer en 1977, es conocido por sus críticas mordaces y su capacidad para desentrañar las complejidades del panorama político estadounidense. En su artículo titulado: “No os dejéis llevar por la euforia ni por la desesperación. Trump también pasará”, Will disecciona el discurso de Trump y lo sitúa en el contexto de las tradiciones políticas de Estados Unidos, destacando la desconexión entre la retórica del expresidente y la liturgia cívica que se espera de una inauguración presidencial.

Palabras de Trump: Dios lo eligió a él

El impacto de las palabras “Dios lo elegido a él” trasciende el contexto inmediato del discurso. Según Will, estas declaraciones no son solo el reflejo del ego de Trump, sino también un indicador del clima político polarizado en el que las nociones de autoridad y legitimidad se entremezclan con el fervor religioso. El autor compara esta actitud con las manifestaciones populistas de líderes como Andrew Jackson, quien también representó una ruptura con las élites tradicionales de su época. Sin embargo, Will señala una diferencia crucial: mientras que Jackson se apoya en la autenticidad de sus raíces rurales, Trump se nutre de una cultura mediática que glorifica las celebridades, los escándalos y la confrontación.

Frente a una multitud de seguidores enardecidos, Trump proclamó que su liderazgo no era el resultado de las urnas, sino del designio celestial. Para sus detractores, estas palabras sonaron como un eco preocupante de las actitudes mesiánicas que caracterizaron su primer mandato. Ilustración MidJourney

Los seguidores de Trump, a menudo descritos como una base sólida e inquebrantable, encontraron en esta proclamación un motivo más para reafirmar su lealtad. «Dios lo eligió a él», repitieron en entrevistas posteriores, argumentando que su líder encarna los valores cristianos que consideran amenazados por la izquierda progresista. Este sentimiento, que combina elementos de patriotismo, religión y rechazo a las instituciones tradicionales, ha consolidado una narrativa en la que Trump no solo es un político, sino un enviado divino con la misión de restaurar la grandeza de Estados Unidos.

El tema del salvador

«Dios lo eligió a él», como pie para encender la “máquina de pensar”, para muchos críticos, es una afirmación es peligrosa y alarmante. Will describirá el discurso como un recordatorio de por qué «muchos estadounidenses observan a la clase política en acción de la misma manera que se tragan un vómito: solo cuando no pueden evitarlo». Su análisis apunta a que las palabras de Trump exacerban la desconfianza hacia las instituciones democráticas, presentando su presidencia como la única solución viable a una serie de crisis que, según él, han sido fabricadas o ignoradas por sus oponentes.

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La referencia de Trump a las elecciones de 2024 como “las más trascendentales” de la historia estadounidense también ha sido objeto de escrutinio. En el discurso, se mencionó que estos comicios eclipsan incluso hitos históricos como las elecciones de 1800, que marcaron la primera transferencia pacífica de poder entre partidos, y las de 1860, que llevaron a Abraham Lincoln al poder en medio de una nación dividida. Para Trump, su regreso al poder representa una lucha épica entre el bien y el mal, una narrativa que ha sido reforzada por líderes religiosos que lo han descrito como un milagro viviente.

El amo del espectáculo

El impacto cultural de esta retórica no debe subestimarse. Como señaló el historiador Stephen Kotkin en una conversación con Foreign Affairs, Trump no es un fenómeno aislado ni un «extraterrestre» que llegó de otro planeta. En palabras de Kotkin, “este es alguien por quien votó el pueblo estadounidense y que refleja algo profundo y duradero sobre la cultura estadounidense”. Desde la lucha libre profesional hasta los reality shows, pasando por los casinos y las redes sociales, Trump es el producto de una sociedad que ha normalizado el espectáculo como una forma de liderazgo.

La proclamación de que “Dios lo elegido a él” también plantea preguntas incómodas sobre el papel de la religión en la política contemporánea. Mientras algunos lo ven como una manifestación de fe, otros temen que este tipo de declaraciones puedan ser utilizados para justificar decisiones autoritarias o divisivas. Will argumenta que esta combinación de populismo y fervor religioso no es nueva, pero en manos de un líder tan polarizador como Trump, puede tener consecuencias impredecibles para la estabilidad del país.

«Dios lo eligió a él». Estas fueron las palabras que marcaron un punto culminante en el discurso inaugural de Donald Trump, quien, con un tono solemne y desafiante, dejó claro que no solo veía su regreso al poder como un acto político, sino como una misión divina. Ilustración MidJourney.

A pesar de las críticas, Trump sigue siendo una figura que inspira emociones extremas. Para sus seguidores, representa la encarnación de la lucha contra un sistema que consideran corrupto y desconectado de las necesidades del ciudadano promedio. Para sus detractores, es un símbolo de todo lo que está mal en la política estadounidense: narcisismo, desinformación y una peligrosa tendencia a socavar las normas democráticas.

Parafrasear “el anillo del rey”

George Will concluye su análisis con una advertencia a quienes ven en Trump una amenaza existencial. “Ambos grupos deben repensar qué esperan de la política y por qué lo hacen”, escribe, instando a los estadounidenses a recordar que, a pesar de las crisis actuales, las presidencias son temporales. Sin embargo, el impacto de líderes como Trump puede durar mucho más allá de su tiempo en el cargo, moldeando la cultura y las expectativas políticas de generaciones futuras.

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Mientras el mundo observa el regreso de Trump al escenario político, la frase “Dios lo eligió a él” sigue resonando como un recordatorio de los desafíos y divisiones que enfrenta Estados Unidos. Más allá de las ideologías, esta declaración resume la lucha por definir el alma de una nación en un momento de profunda incertidumbre y cambio. La pregunta, quizás, no es si Trump cree que fue elegido por Dios, sino cómo esta creencia, real o estratégica, influirá en el futuro de una de las democracias más influyentes del mundo.

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