¿Por qué América Latina no le es necesaria a los Estados Unidos de Trump?

Estados Unidos no necesita de América Latina”. Con esta frase, el presidente Donald Trump inició su segunda administración el pasado 20 de enero de 2025, desatando una polémica que resonó en todo el hemisferio. En medio de un discurso cargado de referencias a su lema “Make America Great Again”, Trump dejó clara su visión sobre la región: un socio menor, prescindible, cuya relevancia ha disminuido en el tablero global. Esta postura despierta preguntas sobre las prioridades de su administración y los cambios en la dinámica geopolítica de Occidente.

El desprecio implícito hacia Latinoamérica no es un capricho aislado, sino el resultado de un cálculo pragmático. Trump parece apostar a que las relaciones hemisféricas, tradicionalmente fundamentadas en la ética del Panamericanismo, ya no resultan esenciales para los intereses de su país. En su discurso, justificó el enfoque afirmando que “es América Latina la que necesita de nosotros”. Para Trump, la región es más una carga que una ventaja estratégica, lo que contrasta con la visión de presidentes anteriores que veían al continente como una extensión natural de la influencia estadounidense.

Desprecio por América Latina

Un ejemplo contundente de este cambio es su declaración sobre el Canal de Panamá, cuya administración bajo soberanía panameña y creciente influencia china fue presentada por Trump como una amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos. “Nunca debimos permitir que otros tomaran el control de este paso crucial”, afirmó el mandatario. Sin embargo, más allá de las palabras, no se vislumbran medidas concretas que respalden su preocupación. Analistas como Richard Haass, presidente del Council on Foreign Relations, sostienen que estas afirmaciones sobre América Latina forman parte de una narrativa nacionalista destinada a fortalecer la percepción de un Trump decidido a proteger los intereses estadounidenses, incluso si ello implica ignorar a sus vecinos del sur.

El desprecio implícito hacia Latinoamérica no es un capricho aislado, sino el resultado de un cálculo pragmático. Trump parece apostar a que las relaciones hemisféricas, tradicionalmente fundamentadas en la ética del Panamericanismo, ya no resultan esenciales para los intereses de su país. Ilustración MidJourney

La designación de los cárteles de la droga mexicanos como organizaciones terroristas es otra muestra del desdén hacia la región. Aunque podría interpretarse como una acción contundente contra el crimen organizado, también sugiere una estrategia unilateral que ignora los esfuerzos bilaterales necesarios para abordar un problema transnacional. En este contexto, más que una colaboración genuina, la medida parece ser un mensaje dirigido a su base electoral, alineado con la narrativa de “muros” y “emergencias fronterizas” que definieron su primera administración.

Primero Asia y Europa del Este

América Latina también ha sido desplazada por las prioridades estratégicas de Estados Unidos en Asia y Europa del Este. La competencia con China y Rusia domina la agenda de seguridad y comercio. Beijing ha intensificado su presencia en la región, ofreciendo inversiones en infraestructura y acuerdos comerciales que han desplazado a Estados Unidos como principal socio económico en países clave. Ante esta realidad, el analista Moisés Naím ha advertido que la falta de un contrapeso estadounidense podría consolidar una esfera de influencia china en el continente, algo que Trump parece dispuesto a aceptar mientras no afecte directamente los intereses estadounidenses.

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Por su parte, los líderes latinoamericanos han reaccionado con una mezcla de resignación y pragmatismo. Alberto Fernández, expresidente argentino, calificó las declaraciones de Trump como “previsibles en un contexto de aislamiento estadounidense”. Otros, como el exmandatario brasileño Jair Bolsonaro, han optado por mantener un bajo perfil, apostando a que la indiferencia de Washington no se traduzca en acciones hostiles. Sin embargo, el desencanto es evidente en declaraciones como las de Marcelo Ebrard, exsecretario de Relaciones Exteriores de México, quien enfatizó que “la región debe dejar de depender de un socio que no la valora”.

Hace décadas que no importan

El abandono de América Latina también puede interpretarse como una continuación del debilitamiento de la influencia estadounidense en el hemisferio. Las políticas de Donald Trump no surgen en el vacío; son parte de una tendencia más amplia de repliegue global que se aceleró tras las guerras en Irak y Afganistán. Para Trump, este repliegue no es una señal de debilidad, sino un componente esencial de su narrativa de “Edad Dorada”, donde Estados Unidos se redescubre a sí mismo como potencia interna, ajena a las cargas externas.

Pero, ¿es realmente cierto que América Latina no le es necesaria a Estados Unidos? Los detractores de esta postura argumentan que ignorar la región podría tener costos significativos a largo plazo. El incremento de la migración irregular, el auge de gobiernos con agendas alineadas con China y Rusia, y la posible proliferación de conflictos internos en países clave podrían desestabilizar al continente y, por ende, a Estados Unidos. Para expertos como Jorge Castañeda, exsecretario de Relaciones Exteriores de México, “el costo de la indiferencia podría ser más alto que el de una inversión estratégica en la región”.

Analistas como Richard Haass, presidente del Council on Foreign Relations, sostienen que estas afirmaciones sobre América Latina forman parte de una narrativa nacionalista destinada a fortalecer la percepción de un Trump decidido a proteger los intereses estadounidenses, incluso si ello implica ignorar a sus vecinos del sur. Ilustración MidJourney.

Estados Unidos quiere estar desconectado

El desapego de Trump también podría tener implicaciones simbólicas profundas. Durante décadas, Estados Unidos proyectó su influencia a través de iniciativas como la Alianza para el Progreso y la promoción de democracias liberales. Aunque muchas de estas políticas fueron criticadas por su carácter intervencionista, también representaron un compromiso con el desarrollo hemisférico. El abandono de esta tradición podría consolidar la percepción de un Estados Unidos desconectado y desinteresado, erosionando su capacidad de liderar moralmente en el mundo.

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En suma, la afirmación de Donald Trump de que América Latina no es necesaria para Estados Unidos no solo refleja un cambio en las prioridades políticas de su administración, sino también un replanteamiento más amplio de la relación entre ambos hemisferios. Si bien esta postura podría satisfacer a una base electoral que favorece el aislacionismo, también plantea riesgos significativos para la estabilidad y el liderazgo global de Estados Unidos. Mientras tanto, América Latina enfrenta el desafío de redefinir su papel en un mundo donde el viejo vecino del norte parece cada vez menos interesado en mirar hacia el sur. Realmente, no es nada nuevo.

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