Brasil, el país del fútbol, el carnaval y el Amazonas, ha ingresado repentinamente en el centro de atención del complicado tablero geopolítico global. A raíz de los recientes acontecimientos entre Israel y Palestina, Brasil, con su presidencia actual en el Consejo de Seguridad de la ONU, enfrenta el desafío de mediar en uno de los conflictos más arraigados y espinosos de la historia moderna.
El contexto actual, marcado por la agresión de Hamás a Israel y la posterior declaración de guerra del estado israelí, ha sometido al mundo a un nivel de tensión palpable. Esta situación se suma a otros conflictos significativos, como la guerra prolongada entre Rusia y Ucrania. En medio de esta maraña de desafíos, Brasil ha asumido la responsabilidad de guiar el debate y las acciones dentro del Consejo de Seguridad de la ONU.
Brasil: Hay que reanudar las negociaciones
La rápida convocatoria por parte de Brasil de una reunión de emergencia tras los ataques a Israel indica la seriedad con que el país está abordando su papel actual. La postura oficial del gobierno brasileño es clara: no ve una continuación del conflicto como una opción viable y cree que reanudar las negociaciones de paz es imperativo.
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La iniciativa de Brasil de incorporar a potencias como China y Rusia en el diálogo para condenar las acciones de Hamás y buscar una solución pacífica es prueba de la envergadura de sus ambiciones diplomáticas. La discusión sobre la clasificación de Hamás como grupo terrorista también está en el radar del país.
Las miradas pesimistas
Sin embargo, mientras que los esfuerzos de Brasil son loables y necesarios, varios analistas internacionales son escépticos sobre el verdadero poder e influencia de Brasil en este ámbito. La presidencia de Brasil en el Consejo de Seguridad es temporal, y a pesar de su prominente papel actual, el estatus del país en el escenario internacional aún se percibe como limitado. Daniel Buarque, profesor del King’s College de Londres, ha señalado que las principales potencias mundiales, como EE. UU., Reino Unido, Francia, China y Rusia, no ven a Brasil como un actor relevante en temas de seguridad internacional.
En su investigación doctoral, Buarque concluyó que, si bien Brasil cuenta con atributos significativos como su vasta población y territorio, y cierto poder militar, el país no es visto como una amenaza o como una potencia dominante en el «gran juego» de la seguridad global. Su tradición de neutralidad y su falta de «poder duro» han llevado a la percepción de que Brasil no tiene la capacidad de influir realmente en conflictos complejos como el de Israel y Palestina.
Influye en actores de peso
Sin embargo, hay una ventana de oportunidad aquí para Brasil. A pesar de que una solución rápida al conflicto actual parece improbable, la mediación activa de Brasil y su capacidad para reunir a actores clave en la discusión pueden mejorar su estatus internacional. Brasil puede no tener el poder duro tradicional de las superpotencias, pero tiene un as bajo la manga: su diplomacia y su compromiso con el multilateralismo.
El país puede y debe aprovechar esta oportunidad única para demostrar su capacidad como mediador y pacificador. Aunque las posibilidades de resolver el conflicto en un corto período de tiempo son escasas, al abogar activamente por la paz y al demostrar que puede influir positivamente en cuestiones globales de seguridad, Brasil tiene la oportunidad de cambiar su percepción global.
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Un papel clave
La presidencia de Brasil en el Consejo de Seguridad de la ONU presenta una ocasión sin precedentes para el país. Brasil tiene la oportunidad de desempeñar un papel clave en la mediación de la actual crisis en la Franja de Gaza, y aunque el reloj avanza rápidamente, el impacto de sus acciones podría resonar durante años.
Al final del día, la verdadera medida del éxito de Brasil no será si logra o no la paz entre Israel y Palestina, un objetivo que ha eludido a muchos antes. En cambio, será cómo utiliza esta oportunidad para forjar una nueva identidad en el escenario mundial, demostrando que es un país comprometido con la paz, la diplomacia y el bienestar global. Con una gestión adecuada y la voluntad de actuar, Brasil puede, y debe, elevar su estatus en la arena internacional.