Las encuestas electorales en Estados Unidos son como la «fast food» nacional: sabemos que no siempre son buenas para nosotros, que pueden estar saturadas de datos erróneos y que, en ocasiones, nos dejan un sabor agridulce. Pero, ¿por qué las consumimos con tanta voracidad?
Según W. Joseph Campbell, profesor de Communication Studies del American University School of Communication, las encuestas no siempre han sido precisas. Sin embargo, no es algo reciente. Si miramos hacia atrás, «The Literary Digest», una revista semanal que existió entre 1890 y 1938, predijo incorrectamente las elecciones de 1936 pese a contar con los resultados de 2,3 millones de papeletas. Un error que sería el comienzo de una serie de fallas en las predicciones electorales.
El azúcar de encuestas electorales
Entonces, ¿qué lleva a los medios a seguir basándose en ellas? Grandes medios de comunicación como CNN, The New York Times o Fox News son algunas de las organizaciones que realizan o encargan encuestas preelectorales. Y aunque su historial no sea perfecto, las encuestas ofrecen una sensación de certeza en un mundo inundado de ambigüedad, según Campbell. Proporcionan un respiro, una indicación, por imprecisa que sea, de lo que podría ocurrir en el futuro.
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La realidad es que las encuestas han influenciado poderosamente en la percepción del público. Por ejemplo, las encuestas de 2020 mostraron que Joe Biden llevaba una considerable ventaja sobre Donald Trump, lo que creó expectativas de una victoria abrumadora. Sin embargo, Biden ganó por un margen de solo 4,5 puntos porcentuales.
Los votantes sin memoria
Una posible explicación del atractivo de las encuestas electorales es que los fracasos pasados tienden a ser olvidados rápidamente. El foco siempre está en el «ahora» y en el futuro inmediato. Los fallos anteriores, como la incapacidad de detectar el cambio a favor de Trump en 2016 o el error de Gallup en 2012 al favorecer a Mitt Romney sobre Barack Obama, desaparecen en el espejo retrovisor de la memoria colectiva.
Las encuestas también se han convertido en herramientas cruciales en el teatro político de los EE. UU. Acentúan el drama competitivo de las elecciones, proporcionando suspense y emoción. Como señala el crítico de medios Jack Shafer, las encuestas ofrecen una instantánea del pensamiento del electorado. Además, se han vuelto esenciales para la selección de candidatos presidenciales en los debates iniciales, ya que los partidos han impuesto umbrales de apoyo en las encuestas para determinar quién califica.
Donald Trump es la excepción
Pero tal vez la campaña para las elecciones presidenciales de 2024 haya proporcionado una razón adicional para nuestra obsesión con las encuestas electorales. Desde 1912, no ha habido un ex presidente que busque reelegirse, hasta Donald Trump. Su candidatura, junto con las encuestas que muestran su dominio sobre otros candidatos republicanos, ha llevado a un escrutinio más riguroso de las encuestas que en años anteriores.
Aunque las encuestas han tenido un historial desigual en términos de precisión, su capacidad para ofrecer un atisbo de certeza en un mundo incierto, su papel en el teatro político y su importancia en la selección de candidatos las hacen irresistibles para el público y los medios por igual. Como con muchos vicios, aunque sepamos que pueden ser imperfectas, las encuestas electorales son una tentación a la que muchos no pueden resistirse.
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La conversación nacional
Las encuestas electorales también cumplen con otro papel vital en la dinámica democrática: reflejan y, a veces, impulsan la conversación nacional. Para muchos ciudadanos, ver sus propias opiniones y preocupaciones reflejadas en las cifras puede ser validación, mientras que otros pueden sentirse desafiados a reconsiderar sus puntos de vista cuando se confrontan con una mayoría aparentemente en desacuerdo. En este sentido, las encuestas se convierten en un barómetro de la opinión pública, creando un diálogo continuo entre el individuo y la colectividad.
Además, en un mundo de constante bombardeo de información y fake news, las encuestas, incluso con sus imperfecciones, son vistas por muchos como un pilar de objetividad. Ofrecen un marco estructurado para interpretar el tumulto político y, cuando se realizan y se informan correctamente, pueden proporcionar una comprensión más clara del paisaje electoral en constante cambio. Aunque siempre es esencial abordarlas con una dosis saludable de escepticismo, no hay duda de que las encuestas seguirán siendo una herramienta clave en el arsenal de la democracia estadounidense.