El presidente Joe Biden inició su primera reunión en un año con Xi Jinping de China enfatizando la necesidad de que la competencia no se convierta en conflicto. Este encuentro, realizado al margen de una cumbre de estados del Pacífico, llevaba la esperanza de aliviar las tensiones entre las dos superpotencias, cuya relación ha empeorado significativamente, llegando a su punto más bajo en medio siglo. La competencia intensa, marcada por una creciente amenaza de conflicto militar, ha colocado a Washington y Beijing en una encrucijada crucial.
Biden, en sus declaraciones iniciales, subrayó la importancia de manejar la competencia de manera responsable. Reconoció las discrepancias con su homólogo, pero enfatizó la necesidad de entendimiento claro y directo. Xi, por su parte, admitió las tensiones y la dificultad de las relaciones recientes, pero también subrayó la importancia del diálogo y la cooperación, destacando las diferencias inherentes entre ambas naciones.
Competencia no se convierta en conflicto
Los temas de discusión en la cumbre fueron variados y significativos, incluyendo el cambio climático, la problemática del fentanilo y el deseo de reanudar la comunicación tras meses de silencio. A pesar de las bajas expectativas de resultados concretos, el simple hecho de que ambos líderes estuvieran dialogando era visto como un logro importante. El objetivo era restaurar la relación bilateral a un estado más estable, similar al que tenían durante su último encuentro en Bali, Indonesia.
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El contexto actual de la relación entre EE. UU. y China es complejo. La presencia de un supuesto globo espía chino sobre EE. UU., la tensión creciente sobre Taiwán, y nuevas restricciones estadounidenses a las exportaciones de alta tecnología a China, han exacerbado las tensiones. Además, ambos líderes tienen una larga historia de interacciones, lo que añade una capa de complejidad personal a las negociaciones por lo que se enunció la esperanza de que la competencia no se convierta en conflicto.
Encuentro de estadistas
Biden, que se ha presentado como un estadista experimentado, enfrenta el desafío de convencer a Xi de que aún hay espacio para la cooperación. Reiteró que es necesario que la competencia no se convierta en conflicto, a pesar de las acusaciones de EE. UU. hacia China sobre diversas cuestiones, incluido el genocidio en Xinjiang y la amenaza al “orden internacional basado en reglas”. Por otro lado, Xi ha advertido sobre los intentos de EE. UU. de contener y reprimir a China.
Los temas de discusión en la reunión incluyeron los vínculos de China con Irán y la influencia que Xi podría ejercer en Teherán. También se esperaba que se discutieran temas como el cambio climático, la inteligencia artificial, y la reanudación de los vínculos militares de alto nivel, suspendidos tras la visita de Nancy Pelosi a Taiwán. Estas discusiones se producen en un momento en que Biden busca concentrarse en otras crisis internacionales y en su propia campaña de reelección.
Es necesario hablar claro
El consenso en Washington, aunque dividido, es que es necesario ser firme con Beijing. Antes de la reunión, el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, indicó que Biden sería claro sobre los desafíos que enfrenta China para su economía y sobre la política de EE. UU. respecto a Taiwán.
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Este encuentro entre Biden y Xi en San Francisco, en el marco del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico, ocurre en un momento crítico. EE. UU. enfrenta divisiones internas y la amenaza de un cierre del gobierno, mientras que China lucha por recuperarse de una grave recesión económica y una disminución de la inversión extranjera. La reunión, más allá de sus resultados concretos, es un paso esencial en el delicado equilibrio de poder y cooperación entre estas dos superpotencias mundiales.
La premisa central de este encuentro entre Biden y Xi fue la urgente necesidad de garantizar que la competencia no se convierta en conflicto. Este enfoque resalta la importancia de una gestión cuidadosa y estratégica en las relaciones entre Estados Unidos y China. Ambos líderes parecían conscientes de que, a pesar de sus diferencias ideológicas y estratégicas, deben encontrar un terreno común para colaborar en asuntos globales críticos. El desafío radica en equilibrar la competencia económica y tecnológica, que es natural entre dos potencias globales, con la necesidad de evitar el escalado hacia un conflicto abierto, lo cual tendría consecuencias devastadoras no solo para ambos países, sino para el orden mundial en su conjunto. Esta reunión, por lo tanto, no solo marcó un esfuerzo diplomático crucial, sino también un reconocimiento mutuo de la interdependencia y la responsabilidad compartida en el mantenimiento de la estabilidad global.