La decisión de un juez federal de bloquear temporalmente la aplicación de una ley del siglo XVIII que permitiría a Donald Trump deportar a migrantes vinculados con la organización criminal Tren de Aragua ha generado un intenso debate sobre los límites de la autoridad presidencial en materia de política migratoria y seguridad nacional. La Casa Blanca ha dejado claro que la orden judicial no detendrá las deportaciones y que el gobierno de Trump seguirá adelante con su plan para cumplir sus promesas electorales de mano dura contra la inmigración ilegal y las organizaciones criminales extranjeras. La portavoz de la Casa Blanca, Karoline Leavitt, aseguró que las acciones del gobierno están amparadas por la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798 y que el poder judicial carece de jurisdicción para intervenir en asuntos relacionados con la política exterior y la seguridad nacional.
El presente reportaje se basa en un artículo original de Iker Seisdedos, corresponsal de EL PAÍS en Washington. Seisdedos, licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y con un máster de Periodismo de la UAM/EL PAÍS, ha trabajado en el diario desde 2004, principalmente en el área cultural. El material original fue publicado bajo el título: “La Casa Blanca niega que desobedeciera al juez que ordenó parar la deportación a El Salvador de centenares de migrantes”. En el artículo, Seisdedos detalla cómo la Administración Trump ha defendido su decisión de seguir adelante con las deportaciones, incluso después de que el juez James Boasberg, del Distrito de Columbia, ordenó detener los vuelos de deportación en los que se trasladaba a más de 200 migrantes a El Salvador.
Cumplir sus promesas electorales
Según el informe de Seisdedos, Leavitt afirmó que la orden judicial llegó cuando el vuelo que transportaba a los migrantes ya había abandonado el espacio aéreo estadounidense, por lo que no se violó ninguna disposición legal. Entre los deportados se encontraban 137 migrantes expulsados en virtud de la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798, una normativa histórica que permite la deportación en tiempos de guerra de enemigos extranjeros. También había 101 venezolanos deportados bajo el Título 8, una ley migratoria que regula la expulsión de personas sin estatus legal en Estados Unidos. Además, en el vuelo iban 21 miembros de la pandilla salvadoreña Mara Salvatrucha (MS-13) y dos cabecillas de esta organización criminal.

El uso de la Ley de Enemigos Extranjeros para justificar las deportaciones ha levantado una fuerte polémica. La norma, promulgada en 1798 durante la presidencia de John Adams, ha sido utilizada en muy pocas ocasiones en la historia de Estados Unidos. Se aplicó durante la guerra de 1812 contra Inglaterra y durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, cuando se usó para justificar el internamiento de ciudadanos estadounidenses de origen japonés en campos de concentración. La decisión de Trump de aplicar esta ley contra el Tren de Aragua, una organización criminal de origen venezolano que ha sido vinculada con el tráfico de drogas y la trata de personas, marca una reinterpretación agresiva de la ley, que podría tener consecuencias jurídicas a largo plazo y que al parecer solo busca cumplir con sus promesas electorales.
Otro “episodio oscuro” de la historia
El caso ha llegado a tensar aún más las relaciones entre Estados Unidos y Venezuela. El gobierno de Nicolás Maduro calificó las deportaciones de “crimen de lesa humanidad” y comparó las acciones de Trump con los “episodios más oscuros” de la historia moderna, incluyendo la esclavitud y los campos de concentración nazis. Maduro también denunció que la deportación de ciudadanos venezolanos bajo la Ley de Enemigos Extranjeros contraviene las leyes internacionales y estadounidenses. A pesar de las críticas, la Casa Blanca ha reiterado que las deportaciones forman parte de un esfuerzo más amplio para cumplir sus promesas electorales de reforzar la seguridad nacional y combatir las organizaciones criminales extranjeras.
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La postura de la Administración Trump ha sido respaldada por figuras prominentes del Partido Republicano, como el vicepresidente JD Vance, quien defendió las deportaciones en redes sociales afirmando que “había criminales violentos y violadores en nuestro país” y que Trump había cumplido con su deber al expulsarlos. Vance acusó a los demócratas de intentar bloquear las deportaciones para proteger a los criminales y afirmó que la seguridad nacional debe estar por encima de cualquier consideración política. Esta postura ha reforzado la narrativa de Trump de que su gobierno está comprometido en una batalla contra el crimen organizado y la inmigración ilegal como parte de su estrategia para cumplir sus promesas electorales.
Nayib Bukele el adulador
El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, también ha respaldado las acciones de Trump para ayudar a cumplir sus promesas electorales. En un vídeo difundido en redes sociales, Bukele mostró imágenes de los migrantes deportados siendo trasladados a una prisión de máxima seguridad en El Salvador, donde se les afeita el cabello y se les encierra bajo estrictas medidas de seguridad. Bukele describió la llegada de los deportados como una victoria para su gobierno y agradeció públicamente a Trump y al secretario de Estado, Marco Rubio, por su cooperación en materia de seguridad. El vídeo, con una producción digna de una película de acción, fue interpretado por muchos como un mensaje de mano dura contra el crimen organizado en la región.
La Casa Blanca ha dejado claro que está dispuesta a llevar el caso al Tribunal Supremo si es necesario. Actualmente, seis de los nueve jueces del Supremo son conservadores, tres de ellos nombrados por Trump durante su primer mandato. Este equilibrio de poder podría inclinar la balanza a favor de la Casa Blanca en caso de que la disputa legal llegue a las más altas instancias. Si el Tribunal Supremo ratifica la aplicación de la Ley de Enemigos Extranjeros, Trump podría obtener una victoria jurídica que reforzaría su narrativa política de mano dura contra la inmigración y el crimen organizado, consolidando así su base de apoyo en un año clave electoral.

El MAGA tiene apoyo en EE.UU.
El impacto político de este caso es significativo. La narrativa de Trump de que está combatiendo la inmigración ilegal y las organizaciones criminales extranjeras ha calado profundamente entre su electorado, especialmente en los estados del sur y del medio oeste, donde el tema de la inmigración es una preocupación central. La estrategia de vincular la seguridad nacional con las deportaciones masivas ha sido una constante en la retórica de campaña de Trump, y esta acción puede interpretarse como una forma de reforzar su imagen como líder fuerte y decidido a cumplir sus promesas electorales.
Sin embargo, los críticos de Trump han advertido que el uso de la Ley de Enemigos Extranjeros sienta un peligroso precedente legal y podría abrir la puerta a futuras acciones ejecutivas que exceden los límites constitucionales. La ACLU y otras organizaciones de defensa de los derechos humanos han anunciado que presentarán demandas para frenar las deportaciones y proteger los derechos de los migrantes. El desenlace de esta disputa legal podría tener implicaciones profundas para la política migratoria de Estados Unidos y el equilibrio de poder entre el Ejecutivo y el Judicial.
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Por ahora, la Casa Blanca ha dejado claro que no dará marcha atrás. Las deportaciones continuarán y Trump seguirá utilizando todos los instrumentos legales a su disposición para reforzar su agenda de seguridad nacional y cumplir sus promesas electorales. El escenario está preparado para una confrontación histórica entre la Casa Blanca y el sistema judicial, con consecuencias que podrían redefinir el papel del poder presidencial en la política migratoria de Estados Unidos.