La sociedad contemporánea vive en una era donde la información inunda nuestras pantallas en milésimas de segundo. Sin embargo, no todo lo que brilla es oro y en esta cascada de datos, la posverdad se ha convertido en una poderosa corriente. Con una mezcla de verdades a medias, emociones y mentiras sofisticadas, la posverdad se abre camino y desafía nuestra capacidad para discernir entre lo auténtico y lo falso.
Johanna Pérez Daza, Investigadora del Centro de Investigación de la Comunicación (CIC) de la Universidad Católica Andrés Bello, lo puso a prueba en un ingenioso experimento. Nos ofreció un párrafo tentador sobre la posverdad, que resultó ser un espejismo. En él, presentó una universidad inexistente y datos fabricados. Este ejercicio fue un recordatorio contundente de lo fácil que es caer en las redes de la posverdad. Esta experiencia pueden leerla en su fuente original ubicada en el portal The Conversatio del capítulo España.
Algo más de la posverdad
Pese a ser designada como palabra del año en 2016 por el Diccionario Oxford, la posverdad no es un fenómeno nuevo. Aunque el término es reciente, el acto de manipular la realidad a favor de agendas particulares ha sido una constante en la historia. Se puede trazar su origen hasta los inicios de la humanidad, donde la mentira ha actuado como un arma poderosa para persuadir, controlar y manipular.
También puedes leer: Venezuela quiere ser relevante para Arabia Saudita y establece puentes para facilitar negocios
Hoy día, gracias a las tecnologías digitales, las mentiras se propagan con una velocidad y alcance sin precedentes. Pero es esencial reconocer que la posverdad no se limita a las plataformas digitales. Las emociones siempre han sido la base de la posverdad, mucho antes de que las redes sociales y la tecnología digital se convirtieran en actores principales. Las emociones, en su forma más pura y cruda, dictan nuestro comportamiento y determinan nuestras decisiones. La posverdad, por tanto, no es una creación de la era digital, pero sí ha encontrado en ella un campo fértil para prosperar.
No es exclusivo de política
Asociar la posverdad únicamente con el ámbito político es un error. Si bien la política es un caldo de cultivo para las verdades a medias, otras áreas como la ciencia, la salud, la economía e incluso la cultura popular no están exentas. Durante la pandemia de covid-19, vimos cómo teorías de conspiración y desinformación florecieron, causando confusión y temor.
La crisis de confianza en las instituciones y medios de comunicación ha sido un aliado de la posverdad. Con términos como «fake news«, se ha generado una percepción errónea de que la prensa es el principal vehículo de desinformación, cuando en realidad, las redes complejas de poder y la interacción de múltiples intereses son los verdaderos protagonistas.
Desafíos y amenazas
La sociedad contemporánea, saturada de términos «pos-» que intentan definir la esencia de la era actual, encuentra en la posverdad un desafío y una amenaza. Vivimos en una era líquida, como la describió el sociólogo polaco Zygmunt Bauman, donde la inestabilidad y el cambio son constantes. En este contexto, la posverdad se presenta como una herramienta poderosa para influir en la opinión pública.
Sin embargo, es crucial subrayar que la posverdad no es sinónimo de mentira, aunque ambas compartan un ADN común. Mientras que la mentira es una falsedad deliberada, la posverdad juega con verdades a medias, omisiones y manipulaciones para crear una narrativa persuasiva.
También puedes leer: Media Suramérica está tras la pista de “Niño Guerrero” líder del Tren de Aragua
Trampas mentales
La posverdad desafía nuestra capacidad para discernir, cuestionar y validar la información. En una época donde las emociones eclipsan a los hechos y las suposiciones reemplazan a las certezas, es esencial cultivar un pensamiento crítico. Solo a través de la educación, la formación y una ciudadanía activa y consciente podremos contrarrestar las embestidas de la posverdad.
Es vital recordar que en esta era de posverdad, la verificación y la búsqueda de la verdad deben ser nuestra brújula. No se trata solo de desafiar las mentiras, sino de simplificar lo complejo para comprender mejor nuestro mundo y tomar decisiones informadas. La posverdad puede estar armada con esteroides anabólicos, pero la verdad sigue siendo nuestra mejor defensa.