El mundo contemporáneo, caracterizado por la rapidez, la eficiencia y la productividad, amenaza cada vez más las humanidades, poniendo en jaque a la filosofía. La insistencia en lo «útil» y «aprovechable» ha oscurecido la importancia de la reflexión, la introspección y la curiosidad, valores esenciales que la filosofía ha defendido durante milenios. Sin embargo, en este contexto de aceleración y consumismo, la filosofía emerge como una herramienta terapéutica para los niños y jóvenes de hoy.
Carlos Javier González Serrano, de Filosofía&Co, en su editorial «Impulsar y enseñar la actitud filosófica», resalta cómo, en una era dominada por la tecnología y la inmediatez, es más importante que nunca cultivar la capacidad de pausa, de contemplación y de asombro. Las estadísticas recientes muestran que el aumento del tiempo frente a las pantallas y el consumo constante de información han llevado a un descenso en la capacidad de reflexión y de atención sostenida en niños y adolescentes.
Necesidad de la filosofía
La UNESCO, en sus informes sobre educación, ha advertido que, si bien las habilidades técnicas y tecnológicas son esenciales, la formación en humanidades y, en particular, en filosofía, es crucial para construir sociedades más justas y democráticas. Las habilidades que se desarrollan a través del estudio filosófico, como el pensamiento crítico, la empatía y la autorreflexión, son indispensables para enfrentar los desafíos contemporáneos.
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Historiadores como Elvira Roca Barea han señalado que la desvalorización de las humanidades no es un fenómeno nuevo, sino que ha ocurrido en diferentes momentos de la historia. Sin embargo, la rapidez de la era digital ha agravado este fenómeno. Políticos como Yuval Noah Harari, autor de «Sapiens», recalcan que, en el mundo actual, donde las fake news y la polarización dominan, la capacidad de cuestionar, de dudar y de reflexionar es más esencial que nunca.
El desafío radica en cómo introducir la filosofía en la educación de los más jóvenes. No se trata simplemente de enseñarles una versión simplificada de la historia de la filosofía, sino, como apunta González Serrano, de inculcar una actitud filosófica. Es vital que se les enseñe a pensar, a cuestionar y a maravillarse ante el mundo que les rodea.
Visión de a psicología
Expertos en psicología evolutiva sugieren que, si bien ciertos conceptos abstractos pueden ser difíciles de asimilar para los niños, la actitud inquisitiva es innata. Los niños, desde que nacen, son pequeños filósofos, preguntando constantemente «¿por qué?». La educación, en lugar de reprimir esta curiosidad, debería nutrirla.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha enfatizado en los beneficios mentales y emocionales de la reflexión y la introspección. En una época donde la salud mental de niños y adolescentes está en crisis, con altos índices de ansiedad y depresión, la filosofía podría ser una respuesta. No solo brinda herramientas para comprender el mundo, sino también para comprenderse a uno mismo.
Más allá del pensamiento
La filosofía, al cuestionar y desafiar las normas establecidas, fomenta habilidades que van más allá del mero pensamiento. Enseña a los jóvenes a escuchar activamente, a esperar su turno y a controlar sus impulsos, habilidades esenciales en un mundo hiperconectado.
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Las generaciones actuales, que crecen en un entorno dominado por la tecnología y la rapidez, necesitan más que nunca las pausas que ofrece la filosofía. Se trata de proporcionarles las herramientas para enfrentar un mundo complejo y, a veces, abrumador. Como sociedad, tenemos la responsabilidad de no privarles de esta rica tradición que ha sido, desde los tiempos de Platón y Aristóteles, una fuente inagotable de sabiduría.
Ante la encrucijada contemporánea de rapidez y superficialidad, la filosofía emerge como un faro, una brújula que nos guía hacia la reflexión, la pausa y la profundidad. Es esencial que, desde temprana edad, se fomente una actitud filosófica, no solo por el bien de los niños y jóvenes sino por el bien de la sociedad en su conjunto.