Ser un político de izquierda en el mundo es todo un desafío. En la diversa y compleja tapicería de etiquetas políticas que se despliegan en el panorama mundial, los términos «izquierda» y «derecha» han transitado una evolución semántica significativa. Las palabras, como seres vivos, cambian, se adaptan y renacen en nuevos contextos, llevándonos a cuestionar: ¿Qué significa en el siglo XXI ser un político de izquierda?
Originalmente, la distinción entre izquierda y derecha nació durante la Revolución Francesa, cuando los partidarios de la monarquía se sentaban a la derecha en la Asamblea Nacional y los revolucionarios, a la izquierda. Con el tiempo, ser de «izquierda» se convirtió en un sinónimo de progresismo, cambio social y justicia económica. Sin embargo, como señala el historiador Luc Bernard, «las ideas no son estáticas. Lo que alguna vez fue un símbolo de resistencia y aspiración hacia la equidad puede cambiar de significado a medida que las circunstancias sociales, económicas y políticas se transforman.»
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Ser un político de izquierda
El siglo XXI ha visto una reconfiguración de estas categorías. Según datos del Banco Mundial, en las últimas dos décadas, la desigualdad económica ha aumentado en más de la mitad de los países del mundo. Esta situación ha llevado a un resurgimiento de movimientos y partidos de izquierda que prometen abordar estas disparidades. Sin embargo, ¿son estas promesas un reflejo de la realidad? Ese es uno de los dilemas de ser un político de izquierda.
Para el think tank Transparency International, la corrupción es un problema generalizado en todas las tendencias políticas, pero en algunos lugares, los gobiernos de izquierda han sido señalados particularmente. En América Latina, por ejemplo, líderes izquierdistas que alguna vez fueron vistos como la esperanza de sus naciones enfrentan acusaciones de corrupción, abuso de poder y mala gestión. El caso de Brasil con Lula da Silva o Venezuela con el chavismo son solo dos ejemplos de esta problemática.
Todos no están en el mismo molde
Sin embargo, no se debe caer en generalizaciones. Muchos gobiernos y políticos de izquierda han conseguido importantes avances en áreas de educación, salud y justicia social. La profesora de Ciencias Políticas Marta Ruiz afirma: «No podemos reducir la ‘izquierda’ a los errores o abusos de algunos. Hay una tradición rica y diversa en esta corriente que ha logrado transformaciones positivas en muchos países».
Un aspecto clave de la política de izquierda en el siglo XXI es su relación con el medio ambiente. Según la ONU, los partidos de izquierda han sido, en general, más proclives a adoptar políticas proambientales y enfrentar el cambio climático, una de las mayores amenazas de nuestro tiempo. Esto se debe, en parte, a que ser un político de izquierda invita a una perspectiva holística que busca la justicia no solo entre los seres humanos sino también con la naturaleza.
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Ahora las definiciones
Entonces, ¿cómo definir el ser un político de izquierda en la actualidad? Aunque las definiciones varían, hay ciertos valores que se mantienen: la búsqueda de justicia social, la reducción de las desigualdades y un compromiso con la democracia y los derechos humanos. Sin embargo, la etiqueta «izquierda» ya no garantiza la pureza ideológica o la ausencia de corrupción. Como señala el politólogo Andrei Petrov, «las etiquetas políticas en el siglo XXI son más fluidas y complejas que nunca. Ya no podemos basarnos solo en ellas para comprender la realidad política».
Así, en este siglo, ser un político de izquierda es navegar entre tradiciones y realidades cambiantes, es enfrentar los desafíos de la globalización y la tecnología, y es, sobre todo, redefinir y renovar constantemente lo que significa ser progresista en un mundo en constante transformación. La tarea no es fácil, pero es esencial para mantener viva la esperanza de un mundo más justo y equitativo.