El fantasma de la desglobalización está tomando forma en los pasillos del poder, especialmente en aquellos dominados por gobiernos populistas y proteccionistas. Este fenómeno, que había sido advertido durante años por economistas y expertos en relaciones internacionales, se ha convertido en una realidad que amenaza con revertir décadas de integración económica global. La tendencia hacia el proteccionismo y el aislamiento no es exclusiva de una región en particular; tanto en América como en Europa, los Ejecutivos populistas y proteccionistas están abrazando políticas que limitan el libre comercio, restringen la inmigración y promueven el nacionalismo económico. A medida que estas políticas se fortalecen, las consecuencias para la economía global se vuelven cada vez más visibles.
Moisés Naím, escritor y columnista venezolano de renombre, fue uno de los primeros en abordar este fenómeno con profundidad en un artículo reciente para el diario EL PAÍS de España. En su editorial titulado “La globalización en retirada”, Naím describe cómo las políticas proteccionistas y populistas están provocando estragos en el comercio internacional y exacerbando las tensiones económicas en todo el mundo. Con años de experiencia como director de la revista Foreign Policy y presentador de Efecto Naím en NTN24, Naím cuenta con las credenciales necesarias para ofrecer una visión clara y documentada sobre este proceso de desglobalización que, según él, afecta principalmente a los más vulnerables.
Gobiernos populistas y proteccionistas
La narrativa presentada por Naím no es alarmista, pero sí contundente: la desglobalización está ocurriendo en un contexto de creciente desconfianza hacia el comercio internacional y una marcada tendencia hacia políticas nacionalistas. Para los gobiernos populistas y proteccionistas, que en muchos casos han ganado apoyo prometiendo proteger los empleos y la soberanía nacional, estas decisiones son presentadas como necesarias para salvar los intereses nacionales. Sin embargo, como argumenta Naím, el proteccionismo es en realidad mucho peor para las economías, especialmente para las más débiles. Estas políticas tienden a empobrecer a las sociedades y agravar las desigualdades que, paradójicamente, los líderes populistas afirman querer combatir.

Los efectos de esta desglobalización no se limitan solo a las esferas económicas. También se ven reflejados en las políticas migratorias cada vez más restrictivas que se implementan en países bajo gobiernos populistas y proteccionistas. Tanto en Estados Unidos como en varios países europeos, la inmigración se ha convertido en un chivo expiatorio conveniente para justificar medidas restrictivas que, en última instancia, erosionan la movilidad humana y perpetúan la xenofobia. El discurso populista ha transformado a los inmigrantes en amenazas a la estabilidad económica y la seguridad nacional, lo que a su vez refuerza la narrativa de los gobiernos populistas y proteccionistas.
El mal ejemplo de Brexit
El caso del Brexit, mencionado por Naím, es un claro ejemplo de cómo las decisiones proteccionistas pueden tener consecuencias económicas devastadoras. La salida del Reino Unido de la Unión Europea, promovida bajo el lema de recuperar el control, ha impuesto barreras comerciales significativas tanto para los exportadores británicos como para los europeos. Los retrasos en las aduanas, el incremento de los costos logísticos y las nuevas regulaciones han afectado negativamente a muchas empresas que dependían del acceso fluido al mercado europeo. Esto refleja la paradoja inherente a las políticas proteccionistas: si bien prometen beneficios inmediatos para las economías nacionales, a largo plazo generan más problemas que soluciones.
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Sin embargo, no todos los gobiernos populistas y proteccionistas están dispuestos a admitir los errores de sus políticas. En Estados Unidos, por ejemplo, los aranceles impuestos por Donald Trump durante su mandato se han mantenido bajo la administración de Joe Biden, una decisión que muchos analistas interpretan como un reflejo del clima político actual, en el que el liberalismo económico ha perdido atractivo. En este ambiente, ser etiquetado como «globalista» es percibido como un insulto, lo que pone de manifiesto la creciente hostilidad hacia las políticas que alguna vez favorecieron la integración económica mundial.
Todo se resquebraja
Uno de los aspectos más preocupantes de este proceso de desglobalización es la fragmentación de las cadenas de suministro global. Las barreras comerciales y las restricciones a la inversión extranjera están llevando a las empresas a reconsiderar sus estrategias internacionales, lo que ha provocado un aumento en los costos de producción y distribución. Los gobiernos populistas y proteccionistas, al imponer medidas que dificultan el comercio, están acelerando esta fragmentación y fomentando un entorno económico más volátil e incierto. Para las pequeñas empresas y los trabajadores, que dependen de la estabilidad de estas cadenas de suministro, el impacto es particularmente grave.
El nacionalismo económico, tan promovido por los gobiernos populistas y proteccionistas, también está jugando un papel clave en este proceso. La idea de que los países deben ser autosuficientes y reducir su dependencia del comercio internacional ha ganado terreno en los discursos políticos de muchos líderes. Sin embargo, como señala Naím, esta visión ignora la realidad de un mundo interconectado donde la cooperación y el intercambio son esenciales para la prosperidad común. A medida que los países cierran sus fronteras y adoptan políticas proteccionistas, los trabajadores y las empresas que dependen del comercio internacional son los primeros en sentir los efectos negativos de estas decisiones.

Países desarrollados y los demás
El empobrecimiento generado por el proteccionismo es un fenómeno que afecta de manera desproporcionada a los más vulnerables, tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo. Los gobiernos populistas y proteccionistas prometen proteger los intereses de los trabajadores nacionales, pero al restringir el comercio y la inversión, terminan limitando las oportunidades económicas que estas poblaciones necesitan para mejorar sus condiciones de vida. El aumento de los precios, la reducción del acceso a bienes y servicios, y la disminución de la competitividad global son solo algunas de las consecuencias directas de estas políticas.
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Para revertir este proceso de desglobalización, Naím propone un enfoque más racional y cooperativo hacia la globalización. En lugar de adoptar posturas proteccionistas y aislacionistas, los gobiernos deben trabajar para corregir los defectos de la globalización sin perder de vista los beneficios que esto ha traído a nivel global. Las políticas migratorias realistas, el fomento del libre comercio y la cooperación internacional son fundamentales para evitar un empobrecimiento generalizado y restaurar un clima de prosperidad compartida.
En definitiva, el fantasma de la desglobalización no solo es una amenaza para las economías globales, sino también para la estabilidad social y política de los países que deciden abrazar políticas populistas y proteccionistas. El reto para los líderes mundiales es reconocer los errores antes de que las consecuencias sean irreversibles y trabajar hacia un futuro más integrado y equitativo.