La relación entre México y Estados Unidos ha sido, por décadas, una trama de colaboraciones, tensiones y episodios de intromisión. Esta semana, esta trama sumó un nuevo capítulo: el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, levantó la voz y acusó a la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA) de haber actuado con intenciones vengativas contra el general Salvador Cienfuegos.
El jefe del Ejecutivo mexicano denunció que las acusaciones lanzadas por la DEA contra Cienfuegos no tuvieron fundamentos y se basaron en intereses que van más allá de la justicia. Una actuación que, según López Obrador, buscaba debilitar a las fuerzas armadas de México y, así, tener mayor injerencia en los asuntos internos del país.
Salvador Cienfuegos condecorado
El comentario del presidente no es aislado ni improvisado. Todo esto surge a raíz de la condecoración que otorgó al general Cienfuegos el pasado 11 de octubre. Una decisión que generó polémica y dividió a la opinión pública del país entre quienes consideran que el reconocimiento era justo y aquellos que vieron en él un acto de provocación.
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Pero, ¿por qué esta condecoración ha sido tan controversial? La raíz del asunto se encuentra en 2020 cuando el general Salvador Cienfuegos fue detenido en Los Ángeles, acusado por la DEA de vínculos con el narcotráfico. Según las autoridades estadounidenses, el exfuncionario mexicano tenía conexiones profundas con el mundo del crimen, hasta el punto de contar con un apodo revelador: «El Padrino».
Exonerado en 2021
Sin embargo, la trama se complicó cuando Salvador Cienfuegos regresó a México y, en un giro inesperado, fue exonerado por las autoridades mexicanas en enero de 2021. El mensaje de la Fiscalía de México fue claro: no había pruebas contundentes contra el general y no se pudo constatar ningún tipo de relación con organizaciones delictivas.
La pregunta que se cierne sobre este asunto es: ¿Qué llevó a la DEA a acusar al general sin tener elementos firmes para sustentar la acusación? Para López Obrador, la respuesta es sencilla: fue una venganza. Una manera de golpear la moral de las fuerzas armadas mexicanas y, por extensión, al propio gobierno mexicano.
Más injerencia de la DEA
Las palabras del presidente mexicano son fuertes y resaltan una tensión subyacente entre las dos naciones. Afirma que la DEA desea un Ejército mexicano debilitado para tener mayor libertad de acción en México, una libertad que, según él, se les otorgaba en el mandato de Felipe Calderón, exmandatario mexicano.
A pesar de la polémica, López Obrador ha reiterado que los reconocimientos entregados en esa ceremonia tenían un objetivo específico: condecorar a quienes «se han desempeñado como directores del Colegio Militar». Además, no sólo Salvador Cienfuegos recibió dicho homenaje, otros integrantes del Ejército también fueron reconocidos.
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Aires de desconfianza
Sin embargo, más allá de las medallas y las condecoraciones, lo que queda en el aire es una profunda sensación de desconfianza. Si las acusaciones de la DEA fueron infundadas, como sostiene el gobierno mexicano, ¿qué otros intereses se esconden detrás de estas acciones? ¿Se pueden tomar como genuinas las futuras acusaciones o intervenciones de la agencia en México? Y por otro lado, si el general Salvador Cienfuegos fue injustamente acusado, ¿qué reparación se puede esperar para limpiar su nombre?
Estas preguntas, probablemente, no tendrán una respuesta definitiva en el corto plazo. Pero lo que sí es seguro es que el episodio ha dejado una cicatriz en la relación entre México y Estados Unidos. Una cicatriz que, de no tratarse adecuadamente, puede profundizarse y llevar a una mayor distancia entre dos naciones que, por geografía y destino, están condenadas a entenderse.