El muro de AMLO podría ser tan cruel como el que Trump dejó y Biden no derribó

En el debate sobre políticas migratorias y seguridad fronteriza, el tema del «muro» ha vuelto a ocupar un lugar central en la discusión pública, no solo en Estados Unidos sino también en México. La promesa de Donald Trump de construir un muro en la frontera con México se convirtió en uno de los pilares de su administración, buscando frenar la migración ilegal hacia los Estados Unidos. Sin embargo, este enfoque no terminó con su mandato; el «muro» de Trump ha encontrado una extensión simbólica y práctica en las políticas migratorias del actual presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). A pesar de las expectativas de un cambio con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, el legado de la administración Trump en materia de migración y seguridad fronteriza sigue presente, y en ciertos aspectos, se ha intensificado.

Este reportaje, basado en el trabajo de Ana Francisca Vega Valdés, periodista mexicana, conductora de programas de televisión y radio, y colaboradora de opinión para EL PAIS, titulado «Un muro más alto para Trump», aborda la complejidad y las consecuencias humanas de la política migratoria actual en México. Vega Valdés destaca cómo el Estado mexicano, lejos de ofrecer una alternativa humanitaria a la política de cero tolerancia de Trump, ha destinado recursos significativos de la Guardia Nacional para detener a migrantes. Además, pese al aumento de las solicitudes de refugio, México carece del presupuesto necesario para atender estas solicitudes con eficiencia o respeto a la dignidad humana.

La vergüenza de erigir un muro

Al recorrer los campos de refugiados en México, uno se encuentra con escenas de desesperación y abandono. En la Plaza Giordano Bruno, en la Ciudad de México, y en otros lugares a lo largo del país, los migrantes viven en condiciones de pobreza, insalubridad y vulnerabilidad a la violencia. Esta situación recuerda a las primeras caravanas de migrantes que llegaron a México en 2018, buscando seguridad y una vida mejor, solo para encontrarse con un nuevo «muro» de políticas restrictivas y falta de apoyo.

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Ana Francisca Vega Valdés, periodista mexicana, conductora de programas de televisión y radio, y colaboradora de opinión para EL PAIS, realizó un trabajo que tituló: «Un muro más alto para Trump», aborda la complejidad y las consecuencias humanas de la política migratoria actual en México. Ilustración MidJourney

El muro de AMLO, aunque no construido de concreto y acero, representa una barrera igualmente formidable para los migrantes. Esta política no solo va en contra de las promesas de campaña de López Obrador, quien ofrecía un enfoque más humano hacia la migración, sino que también perpetúa una visión xenófoba y restrictiva del fenómeno migratorio. La posibilidad de que Trump regrese a la presidencia de Estados Unidos con una agenda aún más dura en materia de migración añade urgencia a la necesidad de cambiar estas políticas.

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México con mal papel

La situación actual requiere una reflexión profunda sobre el papel de México en el trato a los migrantes. No es suficiente condenar las políticas de otros países si dentro de nuestras fronteras se perpetúan prácticas que deshumanizan y vulneran los derechos de las personas en movimiento. La visión trumpista ha influido en la política migratoria a tal grado que incluso el Partido Demócrata en Estados Unidos ha adoptado posturas más duras. Este fenómeno no solo afecta a los migrantes, sino que también tiene implicaciones profundas para las relaciones bilaterales y la imagen de México en el mundo.

Para avanzar, es crucial desarrollar políticas que prioricen la dignidad y los derechos humanos de los migrantes. Esto implica no solo un rechazo a las prácticas de detención y deportación masivas sino también un compromiso con la creación de vías legales y seguras para la migración. Además, es necesario incrementar el presupuesto y los recursos destinados a la atención de las solicitudes de refugio, asegurando un proceso eficiente y respetuoso.

En conclusión, el «muro» de políticas migratorias restrictivas y la falta de apoyo humanitario en México representan un desafío urgente que requiere acción inmediata. La administración de López Obrador tiene la oportunidad de liderar un cambio significativo en la forma en que México se enfrenta al fenómeno migratorio. Solo así podremos empezar a desmantelar el legado de Trump y construir un sistema que verdaderamente respete los derechos y la dignidad de todos los migrantes. Este cambio no solo beneficiaría a quienes buscan refugio o una vida mejor en México y Estados Unidos, sino que también reafirmaría el compromiso de México con los principios de humanidad, solidaridad, y justicia social.

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México y Estados Unidos, junto con la comunidad internacional, deben trabajar juntos para construir un futuro en el que los muros, ya sean físicos o políticos, den paso a puentes de entendimiento y cooperación. Ilustración MidJourney.

Ignoran las causas del fenómeno

La historia de la migración en la región no es nueva, pero la era reciente ha visto un endurecimiento en las políticas que parecen ignorar las causas fundamentales del fenómeno: violencia, pobreza, y falta de oportunidades en los países de origen. La construcción de un muro físico y político no soluciona estos problemas subyacentes; al contrario, a menudo los agrava al forzar a los migrantes a tomar rutas más peligrosas y exponerlos a mayores riesgos y violencias.

El enfoque debe ser integral y colaborativo, involucrando tanto a los países de origen como de tránsito y destino en la creación de políticas que no solo gestionen el flujo migratorio de manera segura y ordenada, sino que también aborden las causas raíz de la migración. Esto incluye inversiones en desarrollo económico, educación, y seguridad en los países de origen, así como la creación de programas de trabajo y reunificación familiar que permitan a las personas migrar de manera legal y segura.

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Derechos humanos, asilo y protección

Además, no es suficiente con excluir al muro. Es fundamental que las políticas migratorias se basen en un enfoque de derechos humanos, reconociendo la dignidad inherente de cada persona y su derecho a buscar una vida mejor. Esto significa garantizar el acceso a procedimientos de asilo justos y eficientes, proteger a los más vulnerables, especialmente a niños y familias, y poner fin a prácticas inhumanas como la detención de migrantes y la separación de familias.

El papel de la sociedad civil y las organizaciones no gubernamentales es también crucial en este esfuerzo. A través de su trabajo en el terreno, proporcionando asistencia y protección a los migrantes, así como abogando por políticas más justas, pueden ayudar a llenar el vacío dejado por las políticas gubernamentales inadecuadas. Además, pueden desempeñar un papel importante en la sensibilización y movilización de la opinión pública en favor de un enfoque más humano y compasivo hacia la migración.

Comprensión, compasión, y cooperación

En última instancia, el desafío de la migración no es algo que pueda resolverse mediante un muro o políticas punitivas. Requiere un enfoque basado en la comprensión, la compasión, y la cooperación internacional. México, dada su posición geográfica y experiencia histórica, tiene la oportunidad única de liderar el camino hacia una nueva era de políticas migratorias que respeten los derechos humanos y ofrezcan soluciones reales y sostenibles.

A medida que el mundo se enfrenta a desafíos globales sin precedentes, desde la pandemia hasta el cambio climático, que solo servirán para intensificar los flujos migratorios en las próximas décadas, la necesidad de políticas migratorias humanitarias y efectivas nunca ha sido más apremiante. México y Estados Unidos, junto con la comunidad internacional, deben trabajar juntos para construir un futuro en el que los muros, ya sean físicos o políticos, den paso a puentes de entendimiento y cooperación. Solo entonces podremos esperar abordar efectivamente los desafíos de la migración en nuestro tiempo y construir un mundo más justo y compasivo para todos.

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