La lucha contra el narcotráfico requiere inversiones agrícolas audaces. A lo largo de tiempo el tráfico de drogas ha sido una constante en Colombia desde hace décadas, y su relación con Estados Unidos y la Unión Europea ha sido crucial en esa batalla. No obstante, la visión tradicional de erradicación y penalización está siendo revisada en pro de un enfoque más humano, concentrado en la población y el territorio.
Las cifras muestran una preocupante realidad: Colombia es uno de los mayores productores de cocaína del mundo, una droga que afecta a millones de personas en distintos continentes. Pero, detrás de estos números, hay una historia de pequeños agricultores, comunidades que, en muchos casos, se ven obligadas a cultivar coca debido a la falta de alternativas productivas.
Inversiones agrícolas audaces
De acuerdo con Jhoana Delgado Gaitán, viceministra de Promoción de la Justicia de Colombia, el nuevo enfoque busca «establecer nuevas matrices productivas, sustituyendo cultivos ilícitos por lícitos». La idea es clara: si se ofrecen oportunidades legales y rentables a estas comunidades, la producción de coca podría disminuir considerablemente. Se requieren de inversiones agrícolas audaces.
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Esta visión es apoyada por la comisaria europea de Justicia e Interior, Ylva Johannson, quien durante su visita a Colombia destacó la necesidad de brindar alternativas a los agricultores. En efecto, Europa ha sufrido las consecuencias del narcotráfico, con aumento en la violencia y corrupción, y reconoce que la solución no sólo radica en la persecución y penalización, sino en atacar las raíces del problema.
Un nuevo enfoque de seguimiento
Por otro lado, el enfoque europeo ha cambiado hacia el seguimiento del dinero del narcotráfico. Al desarticular las redes financieras, se busca golpear el corazón mismo del negocio ilegal. Iván Velásquez, ministro de Defensa de Colombia, respalda esta visión y afirma que su país busca «combinar el oxígeno con la asfixia: oxígeno para el pequeño agricultor y asfixia para los narcotraficantes».
Los resultados, aunque tempranos, muestran la eficacia de este nuevo enfoque. El propio ministro Velásquez menciona la destrucción de 3,000 laboratorios, la incautación de 510 toneladas de cocaína, y bienes confiscados por valor de 250 millones de dólares.
Sin embargo, el desafío continúa. De allí a importancia de inversiones agrícolas audaces. A pesar de los esfuerzos, aún existe desplazamiento de la producción de coca hacia países vecinos y la exportación de pasta básica para la producción en otros lugares. Es por ello que Velásquez subraya la importancia de la cooperación internacional, citando el éxito de la campaña naval Orión, que ha incautado 1,865 toneladas de estupefacientes en cinco años.
El dinero debe ir al campo
Las inversiones agrícolas audaces en zonas cocaleras son, sin duda, una de las claves para cambiar la narrativa. Al ofrecer alternativas viables y rentables a las comunidades, no sólo se combate la producción de coca, sino que se brinda una oportunidad de desarrollo y crecimiento sostenible.
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Varios historiadores y políticos concuerdan en que la historia de Colombia ha sido marcada por el conflicto y el narcotráfico. Sin embargo, con esta nueva política, el país busca reescribir su futuro, centrándose en su gente y en su territorio. La presentación de este enfoque ante la Unión Europea marca un paso importante hacia el reconocimiento y apoyo internacional para esta nueva visión, más humana y sostenible, de combatir el flagelo de las drogas.
La cooperación entre naciones es fundamental para enfrentar un problema tan complejo como el narcotráfico. Sin embargo, el cambio real y duradero vendrá de la mano de la inversión, la educación y la creación de oportunidades para aquellos que, hasta ahora, sólo han conocido el cultivo de la coca como su única vía de subsistencia. Es hora de que Colombia y el mundo den un paso audaz hacia un futuro libre de drogas.