Pareciera estar muy reciente su salida, pero muchos creen que nacionalizar la IA es un tema sobre la mesa. La Inteligencia Artificial se ha consolidado como una herramienta clave en la evolución tecnológica de nuestra sociedad. El reciente interés en la posible nacionalización de su propiedad y uso proviene de Charles Jennings, ex director ejecutivo de una empresa de inteligencia artificial asociada con CalTech/JPL.
Desde ya todos pueden tener acceso a su material que fue reeditado en una versión de bolsillo de su libro «Artificial Intelligence: Rise of the Lightspeed Learners» (Rowman & Littlefield, 2019). Allí Jennings propone este escenario, desencadenando debates en ámbitos políticos, económicos y sociales.
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Nacionalizar la IA
Para entender la magnitud de la propuesta de Jennings, primero hay que considerar el impacto económico de la IA. Según un informe del McKinsey Global Institute de 2020, la IA podría agregar alrededor de $13 billones al PIB mundial para 2030, representando el 1.2% del crecimiento anual. Su integración en sectores como salud, educación, y manufactura ha demostrado ser vital.
Las opiniones de expertos se dividen. Por un lado, hay quienes argumentan que nacionalizar la IA permitiría un acceso equitativo a esta tecnología, evitando la monopolización. Según el Dr. Lara Whittaker, historiadora de la Universidad de Cambridge: «A lo largo de la historia, hemos visto cómo ciertos avances tecnológicos, cuando quedan en manos de pocos, pueden acentuar las desigualdades. La nacionalización podría ser una forma de garantizar un reparto equitativo de sus beneficios».
Amenaza a la innovación
Contrariamente, muchos defensores del mercado libre ven la propuesta de Jennings como una amenaza para la innovación. Según el profesor Martin Flores, experto en economía política de la Universidad de Chicago: «La nacionalización, por lo general, disminuye la competencia. Sin competencia, hay menos incentivo para innovar y mejorar». El temor es que, al convertirse en propiedad del estado, la IA podría estancarse.
A nivel gubernamental, la propuesta ha generado controversia. Nacionalizar la IA es una tentación. Mientras países con economías planificadas como China ya están considerando modelos en los que el Estado tiene un papel predominante en la regulación de la IA, otros como Estados Unidos y gran parte de Europa se resisten a la idea. La Comisión Europea, en su Libro Blanco sobre IA de 2020, abogó por un enfoque equilibrado, reconociendo la importancia de la innovación privada, pero enfatizando la necesidad de regulaciones éticas y de seguridad.
Desde el macro mundo
Por otro lado, organismos especializados como la UNESCO han expresado preocupaciones sobre los riesgos éticos de la IA. En su informe de 2021, sugieren que «la nacionalización podría ofrecer un marco para garantizar que la IA se utilice de manera ética y justa». Este argumento se basa en la premisa de que un gobierno democráticamente elegido actuaría en interés del público general.
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Sin embargo, otro punto a considerar es el de la seguridad nacional. La IA tiene aplicaciones militares y de espionaje, lo que hace que su control sea un asunto delicado. Según Jennings, permitir que empresas privadas tengan un control completo sobre algo tan potente podría representar un riesgo para la seguridad nacional de cualquier país. De allí que ve nacionalizar la IA como algo pertinente.
La propuesta de Jennings, por lo tanto, no es una mera reflexión académica. En su núcleo, plantea una cuestión esencial sobre el futuro de la humanidad: ¿Deberíamos permitir que las fuerzas del mercado determinen el rumbo de una tecnología que tiene el poder de remodelar nuestra sociedad? O, como sugiere Jennings, ¿deberíamos considerar que la IA es un bien público, cuyo beneficio debe ser compartido equitativamente?
Un viaje en redondo
Lo que está claro es que la IA, con su capacidad de transformar industrias, economías y vidas, no puede dejarse sin regulación. Ya sea a través de la nacionalización o de otro mecanismo, es imperativo que se busque un equilibrio entre la innovación y el bienestar público.
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La cuestión sobre si se debería nacionalizar la IA, su propiedad y uso es compleja y multifacética. Como con muchas decisiones trascendentales en la historia, no hay respuestas fáciles. Lo que es indudable es que la conversación, provocada en parte por las ideas de Jennings, es esencial para el futuro de la IA y, en última instancia, para el futuro de la humanidad.