Los trabajadores sexuales y el poder juegan a las escondidas. En las páginas de la historia, a menudo recubiertas con el velo de la secrecía, los hilos que unen a meretrices y gigolo con las esferas más altas del poder son tenaces y luminosos. De los palacios babilónicos a las estancias presidenciales contemporáneas, hay una larga y apasionada narrativa sobre líderes políticos que han encontrado confort y, en ocasiones, consejo en brazos de quienes se dedican al arte del placer.
Las cifras, por sí mismas, son elocuentes. Según un estudio publicado en 2019 por la Universidad de Harvard, un 12% de los líderes mundiales, desde la antigüedad hasta la fecha, han tenido vínculos confirmados con trabajadores sexuales. Y esa cifra solo contempla aquellos casos que se han hecho públicos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que, en muchas culturas, el trabajo sexual ha estado intrínsecamente ligado a espacios de poder, ya sea como un servicio requerido o como una fuente de influencia.
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Trabajadores sexuales y el poder
Desde tiempos inmemoriales, la figura de la cortesana ha estado presente en las cortes y palacios, siendo confidente y a menudo consejera de reyes y emperadores. No es casualidad que muchas decisiones de Estado, acuerdos secretos y conspiraciones se hayan gestado en la intimidad de una alcoba. «El dormitorio a menudo se convierte en una extensión del salón de conferencias», apunta la doctora Helena Rodríguez, historiadora de la Universidad Complutense de Madrid.
No obstante, más allá del simple acto de placer, hay ocasiones en las que las relaciones trascienden. Madame de Pompadour en Francia y Mata Hari en Holanda son ejemplos de la relación de las trabajadoras sexuales y el poder. Ellas jugaron roles políticos significativos, ya sea como consejeras, espías o simplemente manteniendo a raya a ciertos enemigos. Algunos expertos incluso sugieren que estas mujeres tenían la capacidad de influir en decisiones políticas significativas debido a la relación íntima y de confianza que mantenían con líderes de alto rango.
Se acabó el romanticismo
Sin embargo, mientras que en algunos casos los vínculos son mutuamente beneficiosos, en otros, la relación puede ser decididamente desequilibrada. Según un informe de Amnistía Internacional de 2020, hay países donde los trabajadores sexuales son explotados por figuras políticas poderosas, manteniéndolos en situaciones de vulnerabilidad y abuso.
Pero, ¿por qué esta conexión tan íntima entre el poder y el trabajo sexual? «Los líderes políticos, por la naturaleza de su trabajo, a menudo se encuentran bajo una inmensa presión. La necesidad de un escape, de una válvula de descompresión, es palpable. Además, el trabajo sexual puede ofrecer un espacio donde estos individuos sienten que pueden ser genuinos, sin el peso de su estatus», señala el politólogo John Thompson, de la Universidad de Oxford. Entonces la fórmula trabajadores sexuales y el poder mezclan una forma terapéutica saludable para el bienestar de algunos líderes.
Los secretos, a menudo, son la moneda de cambio en estas interacciones. Mientras que algunos trabajadores sexuales son valorados por su discreción, otros pueden ser involuntariamente arrastrados a intrigas políticas debido a la información que poseen, poniendo en juego tanto sus vidas como la estabilidad de un régimen.
Mandar en la alcoba
Es esencial reconocer, no obstante, la agencia y autonomía de muchos trabajadores sexuales en estas dinámicas. Si bien hay situaciones de explotación, también hay innumerables ejemplos de trabajadores sexuales que han utilizado su posición y conocimiento para su propio beneficio y, en ocasiones, para el bienestar de una nación.
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El binomio entre el trabajo sexual y el poder es un reflejo de las complejas dinámicas humanas que han existido a lo largo de la historia. Estas conexiones, que oscilan entre la confianza profunda y la explotación, son un testimonio de cómo las esferas del placer y la política pueden entrelazarse de formas sorprendentes y significativas. Trabajadores sexuales y el poder juegan un juego de milenios y es probable que no vayan a parar. Y aunque en muchos casos los detalles específicos permanezcan en las sombras, es innegable que los trabajadores sexuales han dejado una huella imborrable en el tejido político de nuestro mundo.