El ascenso de la religión evangélica en la retórica partidista está cada vez más acentuado. Desde tiempos inmemoriales, la religión ha tenido una influencia significativa en la política, y en América Latina no es la excepción. Durante los últimos años, el continente ha sido testigo de un fenómeno particular: la creciente incursión de la narrativa cristiana evangélica en el discurso político, sin distinciones de derecha o izquierda.
El auge evangélico no es un fenómeno nuevo en América Latina, pero su integración en el ámbito político ha cobrado especial relevancia en la última década. Según datos del Pew Research Center, en 2019, el 19% de la población latinoamericana se identificaba como evangélica, un aumento significativo en comparación con décadas anteriores. Esta cifra ha sido identificada por diversos partidos políticos como una fuente potencial de votos, provocando un cambio drástico en la retórica política.
Ascenso de la religión evangélica
Para comprender este fenómeno, es crucial analizar las bases. El mensaje evangélico se centra en la relación personal con Dios y la salvación a través de Jesucristo, con fuertes énfasis en la moralidad, la familia y los valores tradicionales. Estos pilares resuenan con una gran parte de la población latinoamericana, que ve en ellos una respuesta a los problemas sociales y morales actuales.
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Francisco González, historiador especializado en religión y política en América Latina, comenta: «El discurso evangélico presenta soluciones simples a problemas complejos, lo que resulta atractivo para muchos. Al ver este atractivo, las organizaciones políticas intentan integrar esta narrativa para conectarse emocionalmente con el electorado».
Organismos gubernamentales han observado el ascenso de la religión evangélica con recelo. En países como Brasil, Guatemala y Costa Rica, los evangélicos han adquirido una presencia política considerable, no solo como electores, sino también como candidatos. En las elecciones de 2018 en Brasil, el bloque evangélico del Congreso creció en un 15%, y muchos atribuyen la elección de Jair Bolsonaro a la fuerte influencia evangélica en su campaña.
Cambio en el paisaje democrático
Diversos expertos argumentan que esta fusión entre política y religión podría tener consecuencias en la democracia. Para Alejandro Aguirre, politólogo y profesor de la Universidad de Buenos Aires, «la confluencia de religión y política puede llevar a decisiones basadas en creencias y no en el bien común. La política se convierte en una extensión de la fe, y eso puede ser peligroso para una democracia secular».
Sin embargo, algunos ven oportunidades en este fenómeno. Valeria Torres, historiadora y especialista en movimientos religiosos, sostiene que «el auge evangélico podría ser una oportunidad para revivir el compromiso cívico. Muchos evangélicos están genuinamente interesados en mejorar sus comunidades y podrían ser un motor de cambio desde adentro».
No obstante, es imposible negar el pragmatismo político detrás de la adopción del discurso evangélico. El ascenso de la religión evangélica en las cámaras partidistas es un cálculo. Tanto partidos de izquierda como de derecha han adaptado sus agendas para atraer a este electorado. En México, por ejemplo, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha adoptado un discurso moralista, evocando valores familiares y religiosos que resuenan con la comunidad evangélica, a pesar de liderar un partido de izquierda.
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Semiología de la política
La simbología evangélica, que incluye cruzadas, ayunos y oraciones públicas, también ha encontrado su camino en la política. Estos actos, que antes eran propios de la esfera religiosa, se han convertido en herramientas para ganar el favor público.
Es evidente que el ascenso de la religión evangélica ha transmutado de ser una mera creencia personal para convertirse en un actor político de peso en América Latina. Mientras algunos ven en este fenómeno una amenaza a la separación entre iglesia y estado, otros ven una oportunidad de renovación cívica. Lo que es innegable es que, en el tablero político latinoamericano, la pieza evangélica ha cobrado una relevancia que no puede ser ignorada.