Italia pareciera engrosar la lista de los países xenófobos del siglo XXI. El pasado abril, Francesco Lollobrigida, ministro de Agricultura y Seguridad Alimentaria de Italia, declaró que «los italianos están teniendo menos hijos, están siendo reemplazados por otras personas». Estas palabras, que desencadenaron una ola de críticas y acusaciones de racismo y xenofobia, no se pronunciaron en el vacío, sino en un contexto de cambios demográficos y políticos en la Italia del siglo XXI. ¿Cómo pasó Italia de ser un país de emigrantes en el siglo XX a vivir debates sobre la xenofobia en el siglo XXI?
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Para entender este fenómeno, es necesario contextualizar. Según el Instituto Nacional de Estadística (ISTAT), en 2019, Italia contaba con una tasa de natalidad de 1,29 hijos por mujer, una de las más bajas de Europa. En contraste, en los años 50 y 60, miles de italianos emigraron en busca de mejores oportunidades, en su mayoría hacia Estados Unidos, Canadá y otros países europeos. Esta emigración masiva se debió, en gran medida, a la falta de empleo y a las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial.
Xenófobos del siglo XXI
La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) indica que, para 2019, había aproximadamente 5,3 millones de extranjeros viviendo en Italia, lo que representa el 8,8% de la población total. Estos inmigrantes provienen, en su mayoría, de Rumania, Albania y Marruecos, buscando oportunidades en un país que, paradójicamente, vio a sus propios ciudadanos hacer lo mismo en décadas pasadas.
La reciente encarnación como xenófobos del siglo XXI, como la expresada por Lollobrigida, ha encontrado terreno fértil en una Italia que enfrenta retos económicos y sociales. La crisis económica de 2008 y las olas migratorias desde África y Medio Oriente, han intensificado el debate sobre inmigración. El doctor Antonio Polito, historiador italiano, menciona: «Es un reflejo de una sociedad que busca chivos expiatorios a sus problemas internos. Pero no debemos olvidar que, en otra época, los italianos también fueron vistos con recelo en otras naciones».
El fantasma vaga por Europa
Estas tensiones no son exclusivas de Italia. La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACDH) ha señalado un aumento de la xenofobia en varios países europeos en los últimos años. Sin embargo, el lenguaje utilizado por algunos políticos italianos recuerda, para algunos, la retórica fascista del pasado.
Isabella Conti, profesora de ciencias políticas en la Universidad de Roma, señala: «Si bien es cierto que el contexto político y social es distinto al de la era de Mussolini, no podemos ignorar las similitudes en el discurso. La historia nos ha enseñado las consecuencias de la intolerancia». La verdad es que no todos los italianos desean ser vistos como los xenófobos de siglo XXI.
Desde el gobierno
El gobierno italiano ha intentado responder a las preocupaciones sobre la inmigración con políticas más estrictas. Sin embargo, organizaciones como Amnistía Internacional han criticado algunas de estas medidas por considerarlas violatorias de los derechos humanos. El debate está lejos de resolverse, pero es esencial que se conduzca con respeto y empatía.
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Italia, con su rica historia y cultura, se encuentra en una encrucijada. Las viejas generaciones, los hijos que nacieron de las remesas del extranjero, sus nietos y bisnietos se avergüenzan de estar como xenófobos del siglo XXI sin serlos. La respuesta a los desafíos actuales definirá su carácter en el futuro. Como señala Giuseppe Provenzano, político y exministro de Asuntos Regionales: «Italia debe recordar su pasado, no para revivir sus errores, sino para aprender de ellos y construir una nación más inclusiva».
Hermanos de Italia
Giorgia Meloni, la primera ministra italiana, ha sido una figura polarizadora en el panorama político italiano, en particular en temas relacionados con la inmigración. Fundadora y líder del partido Hermanos de Italia, de orientación nacionalista y conservadora, Meloni ha defendido una postura estricta en cuanto a las políticas migratorias y ha subrayado la importancia de salvaguardar la identidad cultural y tradicional italiana. Ella es la cara de los xenófobos del siglo XXI en Italia.
Mientras sus seguidores la ven como una defensora de los valores y la soberanía italiana, sus detractores la acusan de alimentar la xenofobia y de recurrir a la retórica populista. Su influencia en el tema migratorio no sólo se refleja en sus discursos, sino también en las políticas impulsadas durante su mandato, lo que la coloca en el centro del debate sobre el futuro demográfico y multicultural de Italia.
El dilema que enfrenta Italia es una combinación de retos demográficos, económicos y políticos. Si bien las preocupaciones son legítimas, la respuesta no debería ser la exclusión y el miedo al «otro». El país tiene la oportunidad, y la responsabilidad, de abordar estos temas con madurez, respetando los derechos y la dignidad de todos los que viven dentro de sus fronteras.