Guerra Ucrania-Rusia: ventana para que los europeos influyan en Trump se está cerrando

La guerra entre Rusia y Ucrania ha escalado hasta convertirse en un punto central de la agenda geopolítica mundial. Aunque la administración de Donald Trump ha centrado su atención en otras regiones, la presión sobre su postura en este conflicto va en aumento. La ventana para que los europeos influyan en Trump se está cerrando, y con ello, la posibilidad de moldear la estrategia estadounidense en torno a una guerra que amenaza con desestabilizar aún más el orden global. La visita inminente de su enviado especial, Keith Kellogg, a diversas capitales europeas ya Kiev representa una de las últimas oportunidades para que los líderes del viejo continente incidan en el rumbo que tomará la Casa Blanca respecto a este conflicto.

Este análisis toma como base el artículo titulado: “Ahora es el momento de que Europa actúe con decisión respecto a Ucrania”, publicado en el portal del Atlantic Council y escrito por Léonie Allard e Ian Brzezinski. Allard es investigadora visitante en el Centro Europeo del Consejo Atlántico y exfuncionaria del Ministerio de las Fuerzas Armadas de Francia. Brzezinski, por su parte, es miembro senior del Atlantic Council y ex subsecretario adjunto de Defensa de Estados Unidos para Europa y la política de la OTAN. En su trabajo, los autores argumentan que los aliados europeos deben presentar una estrategia coordinada para garantizar que Trump adopte una postura favorable a Ucrania, en lugar de buscar una paz forzada o desentenderse del conflicto bajo el pretexto de que es un problema exclusivamente europeo.

Colapsa la ventana para que los europeos influyan en Trump

La administración Trump ha mostrado en repetidas ocasiones una disposición a tomar decisiones rápidas y contundentes, alejándose de la burocracia que caracterizó a sus predecesores. Esto implica que la ventana para que los europeos influyan en Trump es breve y, de no actuar con celeridad, las decisiones del mandatario estadounidense podrían no coincidir con los intereses de la Unión Europea y de la comunidad transatlántica. A diferencia de la estrategia gradual y prudente de la administración Biden, Trump podría decantarse por una resolución inmediata que favorezca a Moscú o que, en el mejor de los casos, se limite a otorgar un respaldo simbólico a Kiev sin un compromiso real a largo plazo.

La visita inminente de su enviado especial, Keith Kellogg, a diversas capitales europeas ya Kiev representa una de las últimas oportunidades para que los líderes del viejo continente incidan en el rumbo que tomará la Casa Blanca respecto a este conflicto. Ilustración MidJourney

El conflicto en Ucrania no solo es una disputa territorial entre dos países, sino una confrontación ideológica y estratégica entre Occidente y Rusia. Una victoria de Moscú reforzaría las posturas de regímenes autoritarios como los de China, Irán y Corea del Norte, debilitando la credibilidad de la OTAN y fracturando la unidad transatlántica. No obstante, los líderes europeos todavía no han demostrado con suficiente firmeza que están dispuestos a sostener a Ucrania a toda costa. Trump y su círculo más cercano han manifestado su escepticismo sobre el compromiso europeo con la defensa de Kiev y consideran que el peso del conflicto recae más en Bruselas que en Washington. Esto hace aún más crítica la necesidad de una estrategia conjunta para evitar que Estados Unidos adopte una postura de indiferencia o, peor aún, de concesión a las demandas de Putin.

Una cita importante

La ventana para que los europeos influyan en Trump se reduce con cada día que pasa sin una respuesta decisiva por parte de la UE. En febrero, los ministros de Defensa de la OTAN se reunirán en Bruselas, seguido de la Conferencia de Seguridad de Múnich, donde estará presente una delegación clave de la administración Trump, incluyendo a Kellogg, el vicepresidente JD Vance y el secretario de Estado Marco Rubio. Este será el momento crucial para que los europeos expongan una propuesta que demuestre determinación y capacidad de acción.

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Una de las opciones más viables que se ha discutido entre los líderes europeos es la formación de una fuerza disuasoria compuesta principalmente por tropas europeas, con respaldo logístico y estratégico de Estados Unidos. Esta fuerza, lejos de la línea de confrontación, reforzaría la defensa del territorio ucraniano y permitiría a Kiev reorganizar sus tropas en función de la ofensiva rusa. Además, una acción de esta magnitud obligaría a Putin a reconsiderar su postura y, potencialmente, abriría la posibilidad de negociaciones más equilibradas.

EE.UU. quiere serlo y parecerlo

La estrategia europea debe enfocarse en demostrarle a Trump que su respaldo a Ucrania no solo fortalece la seguridad del continente, sino que también refuerza la imagen de Estados Unidos como líder global. La política de “paz a través de la fuerza” que el expresidente ha defendido podría encontrar en Ucrania un campo de aplicación práctica, en lugar de optar por una retirada que debilite su posición ante aliados y adversarios por igual. Sin embargo, si los europeos no presentan una iniciativa sólida y cohesionada, Trump podría interpretar su indecisión como una señal de que es mejor alejarse del conflicto, dejando a Ucrania en una situación aún más precaria.

Los recientes debates en Europa sobre el posible despliegue de tropas reflejan una división de posturas. Mientras Francia y el Reino Unido han explorado esta posibilidad, Alemania, Polonia y otras naciones se mantienen cautelosas, evaluando los riesgos de una escalada militar directa con Rusia. No obstante, cuanto más amplio sea el consenso europeo sobre la intervención, más posibilidades habrá de convencer a Washington de que esta es la estrategia correcta. La ventana para que los europeos influyan en Trump depende, en gran medida, de su capacidad para hablar con una sola voz y demostrar que están dispuestos a asumir el liderazgo en la defensa de Ucrania.

A diferencia de la estrategia gradual y prudente de la administración Biden, Trump podría decantarse por una resolución inmediata que favorezca a Moscú o que, en el mejor de los casos, se limite a otorgar un respaldo simbólico a Kiev sin un compromiso real a largo plazo. Ilustración MidJourney.

Lecturas desde el Kremlin

El peligro de una guerra prolongada y sin una resolución clara es una realidad que Europa no puede ignorar. Ucrania sigue resistiendo, pero su capacidad de defensa se ve debilitada por el desgaste de los enfrentamientos y la falta de garantías concretas a largo plazo. La posibilidad de que Putin interprete las vacilaciones occidentales como una oportunidad para intensificar su ofensiva es cada vez mayor. En este contexto, la postura de Trump será determinante en el desenlace del conflicto. Si bien sus declaraciones han sido ambiguas, dejando abierta la puerta tanto a sanciones más severas como a una negociación con Rusia, la influencia que Europa pueda ejercer en su decisión dependerá del nivel de compromiso y unidad que muestren en los próximos meses.

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Los líderes europeos tienen en sus manos la posibilidad de cambiar el curso de la guerra en Ucrania y de evitar que Estados Unidos tome una decisión que favorezca a Rusia. La ventana para que los europeos influyan en Trump está llegando a su fin, y con ella, la oportunidad de establecer un marco de seguridad que garantice la estabilidad de la región. Si Europa no actúa ahora, es probable que en el futuro deba lidiar con un escenario mucho más adverso, en el que las opciones sean aún más limitadas y costosas.

 

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