A parecer a sustentabilidad es clave. El camino hacia el desarrollo nacional es un sendero lleno de desafíos y encrucijadas que muchas naciones enfrentan con aspiraciones, esperanzas y, a menudo, un frágil equilibrio. A medida que países en vías de desarrollo buscan acceder al club exclusivo de naciones desarrolladas, la sostenibilidad se presenta como una variable prioritaria. Sin embargo, esta ambición es una espada de doble filo que puede llevar a desequilibrios profundos, lo que exige un agudo enfoque socioeconómico para mantener el barco navegando en aguas estables.
Según el informe 2021 del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la sustentabilidad ambiental es cada vez más un marcador clave de desarrollo. Ello implica que las naciones deben tener cuidado con cómo avanzan en industrialización, expansión urbana y explotación de recursos naturales. Países como Costa Rica y Bután se han convertido en modelos a seguir, implementando políticas medioambientales sólidas y apostando por energías renovables.
Sustentabilidad y las trampas
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) señala que uno de los principales desafíos para los países en desarrollo es evitar la «trampa del ingreso medio», un estado donde el crecimiento económico no se traduce en bienestar social y medioambiental. Este escenario plantea la cuestión crucial de cómo equilibrar el crecimiento con la sustentabilidad.
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La academia también tiene su voz en este tema. Según la Dra. Emma Torres, historiadora y experta en desarrollo sostenible, «la historia nos enseña que la búsqueda desenfrenada de desarrollo económico a menudo ha causado estragos ambientales y sociales. Los países que ahora se consideran desarrollados pasaron por fases de grave degradación ambiental. Las naciones en desarrollo tienen la oportunidad, y diría la responsabilidad, de aprender de esos errores».
El papel de Estado
Las políticas gubernamentales juegan un rol vital en este acto de equilibrio. En Colombia, por ejemplo, el Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022 tiene un enfoque en la «sostenibilidad ambiental y resiliencia climática», pero como apunta Daniel Suárez, político y analista, «el país todavía lucha por aplicar políticas efectivas en términos de justicia social, lo que puede socavar la sustentabilidad a largo plazo». En otras palabras, la falta de equidad social puede desembocar en problemas ambientales.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) sugiere que la creación de «empleos verdes» puede ser una solución viable para mantener el equilibrio. No sólo estos empleos pueden impulsar el crecimiento económico, sino que también están alineados con la necesidad de cuidar el entorno natural. Datos del Banco Mundial respaldan esta visión, indicando que las industrias relacionadas con la energía limpia y la conservación ambiental tienen un alto potencial de crecimiento, en empleo, sustentabilidad y contribución al PIB.
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El destino no aguarda
Pero el reloj está corriendo. Según el último informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), hay una «ventana estrecha» para evitar un cambio climático catastrófico. Esto añade presión sobre los países en vías de desarrollo para que integren políticas de sustentabilidad en su camino hacia el desarrollo.
En última instancia, el equilibrio entre desarrollo y sustentabilidad es una danza delicada que requiere de una visión a largo plazo, políticas bien articuladas y un compromiso con el bienestar social y ambiental. No es una tarea fácil, pero la alternativa —un desarrollo que socave la capacidad del planeta para sustentar la vida— es un precio demasiado alto a pagar. Como concluye la Dra. Torres: «La verdadera medida de un país desarrollado en el siglo XXI no será solo su PIB, sino cómo logra crecer sin comprometer el futuro de las próximas generaciones».