Mark Goldfeder, ex profesor de derecho y director del Centro Nacional de Defensa Judía, ha enfatizado la complejidad de los combates urbanos en Gaza, instando a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) a adherirse estrictamente al derecho internacional humanitario (DIH). Según Goldfeder, aunque las reglas del DIH permanecen constantes, su aplicación puede percibirse diferente en el fragor de la guerra urbana, donde los comandantes deben tomar decisiones críticas en tiempo real, con información limitada y en circunstancias en constante cambio. Este entorno multifacético donde el «campo de batalla» está literalmente en tres dimensiones, con infraestructuras densas y túneles subterráneos, plantea desafíos singulares.
En este contexto, la operación en el campo de refugiados de Jabaliya destaca los dilemas que enfrentan las FDI. El ataque a un comandante implicado en un ataque terrorista tuvo consecuencias mortales para civiles debido al colapso de túneles no previstos, ilustrando la brutal realidad de la guerra urbana donde, a menudo, los civiles pagan el precio más alto. No obstante, como subraya Goldfeder, las cifras israelíes de víctimas civiles, aunque controvertidas, han sido consistentemente más bajas que el promedio internacional citado por expertos de la ONU.
Mark Goldfeder enumera los desafíos
El principio de distinción, uno de los pilares del DIH, exige que los ataques se limiten exclusivamente a combatientes, mientras que el principio de necesidad militar permite acciones para lograr un propósito militar legítimo, incluso si conllevan riesgos para los inocentes. La proporcionalidad busca equilibrar estos principios, prohibiendo ataques donde las bajas civiles esperadas sean desproporcionadas respecto a la ventaja militar anticipada. Goldfeder recalca que las FDI se esfuerzan por seguir estas normas, incluso cuando su enemigo, Hamás, ignora sistemáticamente las leyes de guerra.
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La interpretación de Mark Goldfeder sobre el principio de distinción es categórica: las FDI nunca atacan deliberadamente a civiles. No obstante, los civiles pueden perder su protección si participan directamente en las hostilidades, algo que no incluye a quienes son forzados a permanecer en zonas de ataque como escudos humanos por Hamás. Estos últimos mantienen su estatus civil bajo cualquier análisis de proporcionalidad.
Infraestructuras civiles
Además, Mark Goldfeder apunta a la transformación de infraestructuras civiles en objetivos militares legítimos cuando Hamás las utiliza para fines bélicos. Ejemplifica con el Hospital Shifa en la ciudad de Gaza, que según reportes, Hamás lo utilizó como cuartel general en 2014. El artículo 21 del Convenio de Ginebra establece que unidades médicas pierden su protección si se emplean para actuar en detrimento del enemigo, una situación que el DIH trata de prevenir pero que se ha presentado en conflictos como el de Gaza.
Este análisis de Goldfeder sobre la conducta de las FDI en Gaza subraya una verdad incómoda sobre la guerra moderna: aunque las reglas están diseñadas para minimizar el sufrimiento, la realidad del combate urbano en territorios densamente poblados significa que la distinción entre combatiente y civil puede volverse borrosa. La guerra, como bien cita Goldfeder, es un infierno, y la tragedia de las víctimas civiles, mientras se procura evitar, es a menudo una consecuencia devastadora y lamentablemente esperada.
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Habrá daño colateral
El reportaje de Goldfeder concluye subrayando la importancia de una estricta adhesión al DIH por parte de Israel y reconoce los retos únicos que enfrenta en su conflicto con Hamás. Si bien es evidente que no hay estrategia perfecta en la guerra, y que el riesgo de daño colateral nunca se puede eliminar por completo, la insistencia en seguir las leyes internacionales es fundamental para justificar las acciones en cualquier conflicto armado y para mantener la legitimidad moral y política de un estado en el escenario mundial.
El escenario en Gaza es un recordatorio constante de la frágil línea que separa la legalidad de la estrategia militar de la moralidad en tiempos de guerra. La perspectiva de Mark Goldfeder resalta la necesidad de una constante evaluación de las tácticas utilizadas, asegurándose de que cada acción, por necesaria que parezca en el campo de batalla, esté siempre alineada con los principios humanitarios internacionales. Esta es una tarea ardua para las FDI y para cualquier ejército en situación similar, donde la decisión de un momento puede tener repercusiones que se extienden mucho más allá del humo y el polvo del combate actual. En última instancia, la conducta en el campo de batalla no solo define el resultado de una confrontación particular, sino también la posición histórica y moral de una nación ante la comunidad internacional.