EE.UU. evita no aparecer en la lista “de los sospechosos de siempre” de Irán

En un complejo y volátil panorama geopolítico, Estados Unidos ha evitado una vez más ser señalado como uno de «los sospechosos de siempre» por Irán, tras el reciente incidente de la caída del helicóptero que resultó en la muerte del presidente iraní, Ebrahim Raisí, y otros altos funcionarios. La respuesta oficial de Washington ha sido medida y cuidadosa, ofreciendo «condolencias oficiales» y negando categóricamente cualquier implicación en el accidente, una postura que busca mantener la estabilidad en una región ya tensa.

El autor de este análisis es Macarena Vidal Liy, corresponsal de EL PAÍS en Washington. Con una extensa trayectoria que incluye la cobertura de la Casa Blanca y asignaciones en Asia, el Reino Unido y Oriente Medio, Vidal Liy ha aportado su perspectiva experta en un reciente artículo titulado “Estados Unidos no espera grandes cambios en Irán mientras acelera un pacto de Defensa con Arabia Saudí”. En su pieza, publicada en EL PAÍS, analiza las reacciones y movimientos diplomáticos de Estados Unidos tras la muerte de Raisí y cómo esto afecta las relaciones con Irán y otros actores clave en Oriente Próximo.

EE.UU.: entre los sospechosos de siempre

El gobierno de Estados Unidos tardó horas en reaccionar oficialmente a la muerte del presidente iraní. Cuando lo hizo, la respuesta fue fría y precisa: «Estados Unidos ofrece sus condolencias oficiales por la muerte del presidente iraní, Ebrahim Raisí, el ministro de Exteriores Hosein Amirabdollahian, y otros miembros de su delegación en una caída de helicóptero en el noroeste iraní. Mientras Irán elige un nuevo presidente, reafirmamos nuestro apoyo al pueblo iraní y su lucha por los derechos humanos y las libertades fundamentales». Este comunicado, firmado por el portavoz del Departamento de Estado, Matthew Miller, buscó claramente evitar cualquier provocación adicional.

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La prudente respuesta estadounidense contrasta con las acusaciones inmediatas de Teherán, que insinuaron una posible responsabilidad de Washington en el accidente. Estas acusaciones se enmarcan en una narrativa recurrente donde Estados Unidos es frecuentemente incluido entre «los sospechosos de siempre» por cualquier infortunio que afecte a Irán. Ilustración MidJourney

La prudente respuesta estadounidense contrasta con las acusaciones inmediatas de Teherán, que insinuaron una posible responsabilidad de Washington en el accidente. Estas acusaciones se enmarcan en una narrativa recurrente donde Estados Unidos es frecuentemente incluido entre «los sospechosos de siempre» por cualquier infortunio que afecte a Irán. No obstante, la administración Biden ha enfatizado repetidamente que no tiene ninguna relación con el incidente. El secretario de Defensa, Lloyd Austin, fue enfático: «Estados Unidos no jugó ningún papel en esa caída. Seguimos supervisando la situación, pero no tenemos ningún indicio hasta ahora sobre la causa del incidente, muy desafortunado».

Pacto de defensa con Arabia Saudita

El contexto de estas declaraciones es crucial. Oriente Próximo está atravesando una fase de alta tensión debido a la guerra en Gaza y las complejas negociaciones entre Estados Unidos y Arabia Saudí para un pacto de defensa. Este acuerdo, descrito como «semifinalizado», es una parte fundamental de la estrategia de Washington para contrarrestar la influencia iraní en la región. En este escenario, cualquier señal de inestabilidad o provocación podría tener consecuencias desastrosas. Desde luego, ante el panorama, es crucial para Washington no lucir en la lista de “los sospechosos de siempre” en la que Teherán les guarda un puesto fijo.

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Desde el punto de vista de Washington, la muerte de Raisí, aunque trágica, no altera significativamente la dinámica de poder en Irán. Jonathan Panikoff, del Atlantic Council, señala que «la autoridad de Raisí estaba constreñida por el líder supremo iraní, a quien corresponde el máximo mando en la República Islámica». Por lo tanto, la política exterior de Irán, especialmente en lo que respecta a su programa nuclear y el apoyo a milicias radicales islámicas, probablemente seguirá su curso actual sin grandes cambios.

Firmes contra Teherán

El portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Kirby, subrayó que «Vamos a seguir haciendo que Irán rinda cuentas por su comportamiento desestabilizador en Oriente Próximo, que continúa hasta el día de hoy». Esta declaración refleja la postura inamovible de Washington frente a las acciones de Irán, que incluyen su cercanía creciente con Rusia y China, y sus violaciones de derechos humanos. No obstante, los canales de inteligencia iraní y sus aliados buscan indicios y prometen fuertes represalias si hayan indicios de que “los sospechosos de siempre” están involucrados en el “accidente”.

La reciente historia de tensiones entre ambos países tuvo un punto álgido en abril, cuando Irán lanzó un ataque masivo con drones y misiles contra Israel, lo que llevó a una intervención defensiva de Estados Unidos. Desde entonces, ambos países han mantenido contactos informales para evitar una escalada que podría llevar a un conflicto regional. La semana pasada, estas conversaciones se reanudaron en Omán, con la participación del enviado estadounidense para Oriente Próximo, Brett McGurk, y el representante para Irán, Adam Palley. En estas negociaciones, Washington buscó persuadir a Teherán de controlar a las milicias que financia y arma en la región.

Un fallo técnico, por ahora

Irán, por su parte, ha adoptado un tono más conciliador recientemente, atribuyendo la caída del helicóptero a un fallo técnico y no a una acción hostil. Según informes, incluso solicitó a Washington asistencia para localizar el aparato, aunque la ayuda no fue posible «principalmente por razones logísticas», según explicó el portavoz Miller. Este tipo de gestos, aunque limitados, son significativos en el delicado equilibrio de poder y percepciones en la región.

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La reciente historia de tensiones entre ambos países tuvo un punto álgido en abril, cuando Irán lanzó un ataque masivo con drones y misiles contra Israel, lo que llevó a una intervención defensiva de Estados Unidos. Desde entonces, ambos países han mantenido contactos informales para evitar una escalada que podría llevar a un conflicto regional. Ilustración MidJourney.

Para Estados Unidos, la muerte de Raisí es una llamada de atención sobre los desafíos persistentes que presenta Irán. Brian Katsulis, del Middle East Institute, afirmó en una videoconferencia que «Es otra llamada de atención para la política exterior estadounidense sobre los desafíos que Irán presenta hoy día y los desafíos que va a representar en el futuro a corto plazo, no solo a los intereses de seguridad de Estados Unidos, sino también a la seguridad regional más amplia».

El pacto de defensa con Arabia Saudí es un pilar de la estrategia de Washington en Oriente Próximo. El consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, ha estado en la región negociando este acuerdo, que incluiría colaboración en un programa de energía nuclear civil y un acuerdo de defensa mutua. Esta alianza tiene el potencial de transformar la dinámica regional, proporcionando a Arabia Saudí una red de protección frente a Irán y allanando el camino para una mayor integración regional, incluyendo la posible normalización de relaciones entre Israel y Arabia Saudí. Esta situación, genera en EE.UU. el síndrome de los sospechosos de siempre, debido a que, en parte, lo que ocurre en Gaza, está vinculado a ese acuerdo en el que desean crear lazos entre Arabia Saudita e Israel.

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“Semifinalizado”: ¿Un eufemismo?

Sin embargo, el camino hacia este ambicioso proyecto no está exento de obstáculos. La oposición de Israel a cualquier tipo de soberanía palestina complica las negociaciones, por lo que Washington ha decidido centrarse en el acuerdo bilateral con Riad por ahora. Kirby comentó que «Jake ha podido lograr progresos significativos en los elementos bilaterales de lo que creemos que sería un acuerdo verdaderamente histórico, que llevaría a una mayor integración en la región».

El acuerdo, según Kirby, está «semifinalizado», aunque no se ha especificado una fecha para su finalización completa. Este paso es crucial para consolidar una red de aliados contra la influencia de Irán en la región y para estabilizar una zona marcada por conflictos y rivalidades históricas.

La respuesta de Estados Unidos al reciente incidente en Irán ha sido medida y estratégica, evitando ser incluido entre «los sospechosos de siempre» y manteniendo un enfoque en la estabilidad regional. Las negociaciones en curso con Arabia Saudí y los contactos informales con Irán subrayan la complejidad de la diplomacia en Oriente Próximo, donde cada movimiento debe ser calculado con precisión para evitar una escalada de conflictos.

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