En las próximas semanas, es probable que el parlamento ucraniano (Verkhovna Rada) apruebe una legislación que prohibiría la Iglesia Ortodoxa Ucraniana. Esta legislación no sólo negaría la libertad de culto a millones de ucranianos, sino que socavaría un pilar fundamental de la defensa de Ucrania contra la agresión rusa: estar del lado correcto de la ley.
“El gobierno ucraniano debe repensar esta peligrosa legislación, y los gobiernos que apoyan adecuadamente la soberanía de Ucrania deben garantizar que los derechos humanos del pueblo ucraniano no se conviertan en una nueva víctima de esta guerra”. Así lo aseguró William W. Burke-White colaborador del portal The Hill.
Prohibirán la Iglesia Ortodoxa
Nacido de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, el sistema internacional de derechos humanos ha considerado sacrosanta la libertad de religión. Esta libertad esencial de culto está garantizada en la Declaración Universal de Derechos Humanos (Art. 18), el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (Art. 18) y el Convenio Europeo de Derechos Humanos (Art. 9), entre otros. Está en el centro de un sistema que protege la integridad de la persona humana, el derecho a pensar y a creer. Como la historia ha dejado muy claro, cuando se socava el derecho a la libertad de religión, todos los demás derechos humanos están en peligro.
Un número suficiente de parlamentarios ha expresado su apoyo a seguir adelante con la votación de la legislación que ha estado en la agenda de la Rada desde enero. Más de 250 miembros han firmado la legislación; sólo se necesitan 226 votos para ser aprobado para prohibir a la Iglesia Ortodoxa. Como cuestión formal, el proyecto de ley modificará la legislación existente en Ucrania que garantiza la libertad de religión al estipular que «las actividades de organizaciones religiosas afiliadas a los centros de influencia de una organización religiosa, cuyo centro de gobierno esté ubicado fuera de Ucrania en un estado que lleva a cabo una agresión armada contra Ucrania, no están permitidos”.
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Un mal presagio
Esto significa que la ley prohibirá el funcionamiento de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana (UOC), una rama de la ortodoxia ucraniana seguida por al menos el 16 por ciento del pueblo ucraniano.
Históricamente, y por cuestión de legitimidad canónica, la UOC estuvo subordinada al Patriarcado de Moscú de la Iglesia Ortodoxa Rusa. En 2018, el gobierno ucraniano buscó el establecimiento de una nueva Iglesia Ortodoxa de Ucrania (OCU) con vínculos con Constantinopla, en lugar de Moscú. En enero de 2019, el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla aprobó esta nueva rama, que sigue siendo la iglesia preferida del gobierno ucraniano. Sin embargo, por razones de historia y tradición religiosa, millones de fieles comunes y corrientes han permanecido leales a la UOC.
A pesar de sus vínculos históricos con la ortodoxia rusa, la UOC ha apoyado firmemente la legítima autodefensa de Ucrania contra la agresión de Rusia. El día después de la invasión, el líder de la UOC, el metropolitano Onufry, declaró la oposición de la iglesia a la guerra y apeló repetidamente al presidente ruso Vladimir Putin para que cambiara de rumbo, afirmando: “Para nuestro gran pesar, Rusia ha iniciado acciones militares contra Ucrania. … En este momento trágico expresamos especial amor y apoyo a nuestros soldados, que hacen guardia para defender nuestra tierra y nuestro pueblo”. En mayo de 2022, la UOC modificó oficialmente su constitución, rompiendo sus vínculos con el Patriarcado de Moscú.
Ucrania quiere cauterio
Si bien Putin ha instrumentalizado a la Iglesia Ortodoxa Rusa como una herramienta de influencia en lo que él llama el “Mundo Ruso”, la UOC está ahora completamente separada –como cuestión de ley y práctica– de Moscú. Sin embargo, una comisión gubernamental ucraniana, que incluía sólo a miembros de la iglesia preferida del gobierno, consideró que la separación era insuficiente. Como resultado, la nueva ley cerrará la UOC, prohibiendo totalmente sus operaciones en suelo ucraniano.
La legislación actualmente ante el parlamento es sólo el más descarado de una serie de ataques contra la iglesia. Según el Informe sobre libertad religiosa de 2022 del Departamento de Estado de EE. UU., el Servicio de Seguridad de Ucrania llevó a cabo 41.000 investigaciones contra la UOC por presunta colaboración con Rusia y registró 350 edificios de iglesias. En diciembre de 2022, se anunciaron sanciones contra otros siete miembros de alto rango de la UOC, incluido el metropolitano Pavel Lebid, vicario de Kyiv-Pechersk Lavra. En marzo de 2023, las autoridades intentaron expulsar al clero de la UOC del monasterio de Kiev-Pechersk Lavra. Se han presentado cargos penales, a menudo sin fundamento alguno, contra líderes y feligreses de la iglesia.
Ucrania pierde la brújula
Este asalto continuo a la Iglesia Ortodoxa Ucraniana plantea preguntas fundamentales sobre la dirección que está tomando Ucrania en su lucha por la independencia y la soberanía. Mientras el país enfrenta la amenaza constante de la agresión rusa en el este, ¿debería socavar sus propios valores democráticos y los principios fundamentales de los derechos humanos?
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La respuesta a esta pregunta es un claro no. La prohibición de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana no sólo sería una violación flagrante de la libertad religiosa, sino que también alienaría a una parte significativa de la población que sigue siendo leal a esta iglesia. En lugar de unificar al país en su lucha contra la agresión externa, esta medida podría dividir aún más a la sociedad ucraniana.
Además, la prohibición de la UOC enviaría un mensaje peligroso a la comunidad internacional. Ucrania ha recibido un amplio apoyo de la comunidad internacional en su lucha por la independencia y la soberanía, y se ha esforzado por mostrar que es un Estado democrático que respeta los derechos humanos. La prohibición de la UOC socavaría esa imagen y podría llevar a la retirada de ese apoyo internacional.