Al Shara: Siria es el mayor productor de captagón de la Tierra

Siria, un país devastado por más de una década de guerra civil, ha ganado un título sombrío en el escenario internacional: ser el mayor productor de captagón, una anfetamina ilegal que ha transformado al régimen de Bashar al Asad en el epicentro de un narco- Estado. Este estimulante, conocido en el mundo árabe como «la droga de la yihad», se ha convertido en una exportación más valiosa que cualquier producto legal en el país, alimentando tanto conflictos armados como redes de tráfico global. Los rebeldes sirios, tras tomar el control de un almacén en Damasco, declararon que el hallazgo de millones de pastillas de captagón confirmó la participación del gobierno en una industria que financia la corrupción, la violencia y la miseria.

El reportaje que sustenta esta información fue escrito por Aryn Baker, una destacada periodista estadounidense y corresponsal de The New York Times. Baker, quien ha trabajado anteriormente como jefa de la oficina de Medio Oriente de Time, publicó recientemente un artículo titulado: “¿Qué es el captagon, el estimulante ilegal que hizo de la Siria de Al Asad un narco-Estado?”. En su investigación, Baker documentó cómo el captagón se ha convertido en la principal fuente de ingresos de Siria, eclipsando cualquier otra exportación y consolidando el control del régimen sobre su producción y distribución. Con su característico rigor periodístico, Baker describe una red operada por la élite gobernante, incluidos familiares cercanos al presidente, que se benefician de un comercio estimado en millas de millones de dólares.

El cimiento del narco-Estado: captagón

El captagón, originalmente desarrollado en Alemania en la década de 1960 como un medicamento para tratar trastornos psiquiátricos, fue prohibido a nivel global en los años 80 debido a sus efectos altamente adictivos y peligrosos. En su versión ilegal, producida en masa en Siria, combina anfetaminas con cafeína y otros químicos más accesibles. Las pastillas, reconocidas por el logotipo de dos medias lunas entrelazadas, pueden costar apenas unos céntimos de dólar para fabricarse, pero en las calles de Medio Oriente llegan a venderse por entre 3 y 20 dólares. Los ingresos generados por este comercio ilegal han fue una tabla de salvación económica para el régimen de Al Asad, que utilizaba los fondos para contrarrestar el impacto de las sanciones internacionales y financiar su maquinaria militar.

Este estimulante, conocido en el mundo árabe como «la droga de la yihad», se ha convertido en una exportación más valiosa que cualquier producto legal en el país, alimentando tanto conflictos armados como redes de tráfico global. Ilustración MidJourney

El crecimiento del captagón en Siria no fue un fenómeno aislado. Durante los primeros años de la guerra civil, grupos rebeldes lo utilizaron para financiar sus operaciones militares, aprovechando las rutas de contrabando existentes en la región. Sin embargo, para 2018, el régimen consolidó su control sobre la producción y el tráfico de la droga. Según Baker, la Cuarta División Blindada del ejército sirio, una unidad de élite dirigida por Maher al Asad, hermano del presidente, supervisa gran parte del proceso. Los asociados clave, como hombres de negocios vinculados al régimen y el grupo militante Hezbolá, también desempeñan roles esenciales en esta operación. Este entramado se ha transformado al país en un modelo de narcoestado, donde las ganancias ilícitas superan a las obtenidas por exportaciones legales como el petróleo o los textiles.

Arabia Saudita, Jordania y los Emiratos Árabes Unidos

El impacto del captagón se extiende mucho más allá de las fronteras sirias. En países como Arabia Saudita, Jordania y los Emiratos Árabes Unidos, se han incautado cientos de millones de pastillas contrabandeadas desde Siria. La droga es utilizada tanto por soldados que buscan aumentar su resistencia en el campo de batalla como por estudiantes y trabajadores que intentan mejorar su concentración. En algunos casos, también se consume como droga recreativa, exacerbando los problemas de adicción en la región. Este panorama ha desatado una creciente preocupación internacional sobre los efectos sociales y políticos de esta crisis, pero las redes de contrabando profundamente arraigadas y la alta rentabilidad del captagón dificultan cualquier esfuerzo para erradicarlo.

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A medida que la producción de captagón florecía, Siria utilizó su geografía estratégica para consolidar su papel en el tráfico de esta droga. Con acceso al Mediterráneo, rutas terrestres hacia Jordania, Irak y Líbano, y una infraestructura industrial capaz de ocultar grandes cantidades de pastillas en cargamentos de frutas, verduras, harina y electrodomésticos, el país se convirtió rápidamente en un nodo central para el comercio de drogas en Medio Oriente. Según el New Lines Institute, las ventas globales de captagón ascienden a más de 10.000 millones de dólares anuales, de los cuales Siria produce el 80%. Estas cifras reflejan no solo la magnitud del problema, sino también el grado de implicación estatal en el negocio.

Fue una fuente de riquezas

Aunque el régimen de Al Asad ha negado sistemáticamente su participación en el tráfico de captagón, múltiples investigaciones, incluida la de Baker, desmienten estas afirmaciones. Los testimonios de exfuncionarios del gobierno, sumados a las pruebas documentadas sobre la implicación de la Cuarta División Blindada y de Hezbolá, pintan un panorama claro: el comercio de captagón no es solo una actividad tolerada por el Estado, sino que está respaldada por sus instituciones más poderosas. Este esquema permitió que la élite gobernante mantuviese un flujo constante de divisas, vital para sostenerse en el poder frente a una economía devastada por la guerra y las sanciones.

El hallazgo de una fábrica clandestina de captagón en las afueras de Damasco por parte de los rebeldes marca un nuevo capítulo en esta compleja historia. Según informes de la agencia AFP, las fuerzas insurgentes destruyeron parcialmente las reservas de drogas y prometieron desmantelar las redes de producción restantes. Sin embargo, las declaraciones optimistas de los líderes rebeldes contrastan con la realidad del terreno: la disponibilidad de precursores químicos, la alta demanda de la droga y las redes de contrabando profundamente enraizadas garantizan que la erradicación del captagón será una tarea monumental.

Los rebeldes sirios, tras tomar el control de un almacén en Damasco, declararon que el hallazgo de millones de pastillas de captagón confirmó la participación del gobierno en una industria que financia la corrupción, la violencia y la miseria. Ilustración MidJourney.

Palabras de Ahmed al Shara

En su discurso tras la caída del régimen de Al Asad, Ahmed al Shara, líder de la ofensiva rebelde, denunció la devastación causada por el captagón. «Siria se ha convertido en el mayor productor de captagón de la Tierra», afirmó, subrayando que la guerra civil no solo destruyó el tejido social del país, sino que también permitió la proliferación de una industria que seguirá envenenando a las generaciones futuras. Sus palabras, aunque llenas de esperanza por un futuro mejor, son un recordatorio de los desafíos que enfrenta Siria en su intento por reconstruirse tras años de conflicto y corrupción.

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El reportaje de Aryn Baker y los hallazgos recientes en Siria reflejan una verdad inquietante: el captagón no es solo una droga, sino un síntoma de un sistema roto que prioriza las ganancias ilícitas sobre el bienestar de su población. Mientras los ojos del mundo observan, la pregunta sigue siendo si la comunidad internacional tomará medidas decisivas para abordar este problema o si Siria seguirá siendo sinónimo de la droga que devastó a su gente.

 

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