El debate sobre el control migratorio en los Estados Unidos ha alcanzado un punto álgido, en el que el principal reclamo de la ciudadanía parece girar en torno a una cuestión fundamental: controlar “quiénes cruzan la frontera y para qué”. Este enfoque refleja una creciente preocupación por la soberanía nacional, la seguridad y las consecuencias económicas de las políticas migratorias actuales. En este contexto, las demandas de deportaciones masivas y un control más estricto de las fronteras no solo han capturado la atención pública, sino que también han moldeado las estrategias políticas en un año crucial para el país.
Derek Hunter, presentador del podcast Derek Hunter y ex miembro del personal del senador Conrad Burns, abordó esta temática en un artículo titulado: “Los estadounidenses quieren deportaciones masivas, punto”, publicado en The Hill . En su pieza, Hunter critica tanto a los medios liberales como a los defensores de una inmigración más abierta por minimizar los problemas derivados de la entrada ilegal al país. Según Hunter, la narrativa de estos sectores se centra en alarmar a la población sobre los impactos económicos de las deportaciones, mientras ignoran el deseo generalizado de los estadounidenses de recuperar el control sobre su frontera.
Pregunta: quiénes cruzan la frontera y para qué
Hunter enfatiza que el tema no se limita a la frontera sur con México, aunque es allí donde se concentra la mayor parte de la atención. El flujo constante de migrantes que cruzan desde América Latina ha sido señalado como un problema crítico por los ciudadanos, quienes ven con escepticismo las políticas que, en su opinión, facilitan el ingreso de personas sin un control adecuado. El autor sostiene que los votantes no solo están preocupados por las implicaciones económicas, sino también por el principio básico de soberanía: saber quiénes cruzan la frontera y para qué.

La preocupación económica no es infundada, y los detractores de las deportaciones masivas han destacado los posibles efectos negativos de estas en sectores como la agricultura. Según informes citados por Hunter, la industria agrícola estadounidense depende en gran medida de la mano de obra migrante, legal o no, para mantenerse operativa. Sin embargo, este argumento no convence a quienes consideran que el costo de no actuar es aún mayor, tanto en términos de seguridad como de confianza en el sistema político. Para estos ciudadanos, el impacto económico debe ser un sacrificio aceptable si eso significa garantizar un control efectivo sobre las fronteras.
Una percepción de descontrol
La administración Biden-Harris ha sido objeto de críticas constantes por parte de quienes creen que las políticas actuales han fomentado una percepción de descontrol. Hunter describe cómo la provisión de teléfonos gratuitos y la facilitación de beneficios federales para los migrantes recién llegados han creado incentivos para el cruce ilegal. Además, argumenta que estas medidas han erosionado aún más la confianza del público en la capacidad del gobierno para manejar la crisis migratoria. Este contexto ha dado lugar a una exigencia clara: saber quiénes cruzan la frontera y para qué y poner fin a lo que muchos perciben como una política permisiva.
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El papel de los medios de comunicación ha sido central en este debate, según Hunter. Las cadenas como CNN y MSNBC han promovido narrativas que sugieren que las deportaciones masivas podrían llevar a una inflación descontrolada en los precios de los alimentos, debido a la pérdida de trabajadores en industrias clave. Sin embargo, estas afirmaciones han sido recibidas con escepticismo por un público que, como señala Hunter, ya ha rechazado otras narrativas mediáticas durante las recientes campañas políticas. La desconfianza hacia los medios liberales parece reforzar el apoyo a políticas migratorias más estrictas.
El asunto de a deshumanización
La dimensión ética del problema también ha generado divisiones. Los defensores de los derechos de los migrantes argumentan que las deportaciones masivas podrían deshumanizar a personas que buscan un futuro mejor. Por otro lado, quienes apoyan un enfoque más estricto consideran que el respeto por la ley debe ser la prioridad absoluta y si es cierto que no se trata de una “invasión” ellos desean controlar quiénes cruzan la frontera y para qué. Para estos últimos, el sistema actual envía un mensaje equivocado, incentivando cruces ilegales y debilitando la autoridad de las leyes migratorias. Esta polarización ha complicado aún más el camino hacia soluciones bipartidistas.

En su artículo, Hunter también menciona el impacto político de este tema, destacando cómo la promesa de aplicar medidas más estrictas ha movilizado a una base de presión cada vez más preocupada por la inmigración. La figura del expresidente Donald Trump es central en esta narrativa, ya que sus políticas de control fronterizo y deportaciones aceleradas han dejado un legado que continúa influyendo en el debate actual. Según Hunter, el éxito de las iniciativas republicanas en este ámbito dependerá de su capacidad para cumplir con las expectativas de los afectados sin descuidar las realidades económicas.
Sacarlos costará mucho dinero
El costo económico de las deportaciones masivas sigue siendo un punto de disputa. Aunque sectores como la agricultura y la construcción dependen en gran medida de trabajadores migrantes, algunos expertos señalan que una transición hacia un sistema más regulado podría beneficiar a largo plazo tanto a la economía como a la cohesión social. No obstante, implementar estas reformas requiere voluntad política y un consenso que actualmente parece difícil de alcanzar.
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El futuro de las políticas migratorias en Estados Unidos estará determinado por la capacidad de los líderes políticos para equilibrar las demandas de control fronterizo con las necesidades económicas y humanitarias del país. Mientras tanto, la exigencia de la ciudadanía permanece clara: quieren saber quiénes cruzan la frontera y para qué y exigen acciones concretas para abordar un problema que consideran crítico para el bienestar de la nación. Esta demanda, lejos de ser un simple capricho, refleja una profunda preocupación por la identidad, la seguridad y el futuro de Estados Unidos.