Criminalizar la política es propio de los autoritarios y sus regímenes: Caso Trump

Criminalizar la política es la huella que sigue imprimiendo Donald Trump en los Estados Unidos. El tejido político de “América” nunca había experimentado un fenómeno tan polarizante y controvertido como el encarnado por el neoyorquino.

Convertido en el epicentro de un ciclo de noticias que parece no tener fin, Trump ha añadido una nueva página a la historia americana. Se ha convertido en el primer presidente acusado de intentar anular una elección presidencial, manipulación de testigos, obstrucción de un procedimiento oficial, y violar los derechos democráticos de los ciudadanos. Estas acusaciones, la tercera serie en solo cuatro meses, emergen en pleno fragor de su campaña de reelección para 2024.

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Criminalización de la política

Este rosario de imputaciones, que para muchos hubiera significado la caída política inmediata, se suman a las alegaciones previas que ya han plagado su legado: engaños reiterados, conductas egoístas, acusaciones de conducta sexual inapropiada, y la promoción de discursos nacionalistas blancos. Pero más allá de estos cargos individuales, lo que resalta es un patrón de comportamiento. Un estilo que se ha caracterizado por constantes ataques a los pilares democráticos, desde el poder judicial hasta la prensa libre. É no ha dejado de criminalizar la política y destruir las bases del sistema beligerante.

Criminalizar la política
Ucrania es una nación que requiere reconstruirse y añora paz. Ilustración MidJourney

El doctor Jeremy Landon, historiador y analista político de la Universidad de Chicago, comenta: “La erosión de la democracia no ocurre de la noche a la mañana. Se necesita un líder que, aprovechando las debilidades institucionales, socave poco a poco la confianza del público en sus instituciones”. Las tácticas de Trump, dice Landon, se alinean con las de líderes autoritarios a lo largo de la historia.

Un desestabilizar brutal

Las agencias de inteligencia, tanto nacionales como internacionales, han señalado el papel desestabilizador de Trump. Por ejemplo, el reporte anual de Amnistía Internacional de 2020 destacó el preocupante retroceso de los derechos humanos en EE.UU. bajo la administración Trump, especialmente en cuanto a inmigración y trato a minorías. En esas dos áreas se dedicó a criminalizar la política y a socavar el derecho de los demás.

Por otro lado, varios políticos de alto rango, incluyendo a miembros de su propio partido, han expresado su inquietud por la dirección que ha tomado el país bajo su liderazgo. Patricia Whitman, senadora republicana por Maine, declaró en una entrevista a CNN: “No es una cuestión de política, es una cuestión de principios. No podemos permitir que la política se convierta en un juego donde se criminaliza al adversario”.

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Un autoritario de alto perfil

Criminalizar la política es una táctica, la que implica «estar conmigo o contra mí», la que ha llevado a muchos a temer por el futuro democrático de la nación. Los constantes intentos de Trump y sus aliados de deslegitimar y criminalizar a la oposición no solo debilitan la fe en el sistema, sino que también alientan la división y el resentimiento.

En paz consigo mismo

Trump, lejos de mostrar remordimiento, ha usado estas acusaciones para reforzar su base de apoyo. Criminalizar la política y enlodar a seguidores y rivales es su impronta. Pintándose como una víctima de un “estado profundo” y de un “ataque sin precedentes contra un presidente”, ha sabido capitalizar la desconfianza hacia las instituciones. Sin embargo, lo que queda por verse es si estas tácticas tendrán éxito en una nueva contienda electoral.

Criminalizar la política
Año y medio de guerra y el Kremlin no ha podido ganar. Ilustración MidJourney

Las repercusiones de su mandato y sus acciones resonarán durante años en el tejido político y social estadounidense. Al final, lo que está en juego es mucho más que la carrera política de un hombre, es la esencia misma de la democracia estadounidense y la dirección en que el país quiere avanzar en el siglo XXI. Como sociedad, Estados Unidos se encuentra en un punto de inflexión crucial, donde debe decidir si respalda o repudia los comportamientos y tácticas que han caracterizado estos años tumultuosos.

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