El libre comercio, uno de los pilares de la economía global moderna y antaño un evangelio casi incuestionable en los pasillos de Washington, enfrenta hoy un cuestionamiento sin precedentes en Estados Unidos. Según Scott Lincicome, vicepresidente de economía general y del Centro Herbert A. Stiefel de Estudios de Política Comercial de Cato, la creciente competencia y tensiones con China han empujado a EE.UU. hacia un enfoque más proteccionista.
En palabras del Washington Post, el presidente Biden ha «rechazado la doctrina de liberalización comercial que prevaleció durante casi tres décadas después del fin de la Guerra Fría». Y la consternación no se limita al lado demócrata; figuras republicanas también están dando un giro hacia el proteccionismo, impulsando la manufactura nacional mediante subsidios gubernamentales.
Un inconveniente libre comercio
Este cambio no es trivial ni gratuito. Se basa en preocupaciones palpables sobre el dominio económico de China. Una encuesta de Reuters/Ipsos reveló que el 66% de los encuestados apoyaría a un candidato presidencial en 2024 que estuviera a favor de «aranceles adicionales a las importaciones chinas». Además, según el Wall Street Journal, varios candidatos presidenciales republicanos también han abandonado su apoyo a los nuevos acuerdos comerciales, proclamando en cambio una agenda más nacionalista.
El impacto de China en la política comercial de EE. UU. no es algo que se pueda descartar. Desde la adhesión de China a la Organización Mundial del Comercio en 2001, ha habido un cambio masivo en la balanza comercial entre las dos naciones. Su desempeño ha logrado que principios fundamentales de la democracia estadounidense como el libre comercio, hayan pasado al congelador del nacionalismo.
Según la Oficina de Análisis Económico de EE. UU., menos del 11% de todo el comercio estadounidense fue con China en 2022, una cifra que, aunque pueda parecer pequeña, representa miles de millones de dólares e innumerables empleos. Sin embargo, especialistas como Lincicome y Clark Packard argumentan que permitir que China dicte la política comercial general de EE. UU. es una táctica errónea, ya que la gran mayoría del comercio estadounidense se realiza con personas de países distintos de China.
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Otras percepciones
La Fundación Heritage, que ha sido un baluarte en la defensa del libre comercio, también ha expresado preocupación. Según el último Índice de Libertad Económica, Estados Unidos ha descendido en su clasificación global debido a políticas más restrictivas en el comercio internacional. La OMC, por su parte, ha advertido que el proteccionismo es una espada de doble filo, que puede generar consecuencias negativas para las economías domésticas y globales.
Históricamente, el proteccionismo ha sido una estrategia de doble filo. Según la economista y experta en historia económica Christina Romer, los aranceles elevados de la era del proteccionismo de los años 30 del siglo pasado agravaron la Gran Depresión y tensionaron las relaciones internacionales. Y hay lecciones que aprender de aquel período.
Los defensores del cambio argumentan que es necesario para proteger los intereses nacionales de EE. UU., sobre todo en sectores críticos como la tecnología y la manufactura. Pero otros como el profesor de ciencias políticas Ian Bremmer sostienen que la estrategia actual podría llevar a una nueva Guerra Fría económica, y que un enfoque más matizado es necesario.
¿China es la culpable?
Mientras que la preocupación por el ascenso de China es legítima, hay un creciente debate sobre si el enfoque proteccionista es la mejor manera de abordar los desafíos del siglo XXI. En un mundo cada vez más interconectado, la decisión de EE. UU. de apartarse del libre comercio podría tener ramificaciones globales, afectando no solo las relaciones con China, sino también la posición de Estados Unidos en el mundo. En esta encrucijada, el país se enfrenta a la necesidad de equilibrar la seguridad nacional con los principios económicos que lo han llevado al estatus de superpotencia mundial.
Mientras que los llamados a fortalecer la manufactura nacional son cada vez más fuertes, el riesgo de daño colateral para otros sectores y países aliados es alto. Por ejemplo, la imposición de aranceles al acero y al aluminio durante la administración Trump no solo generó tensiones con China, sino que también afectó a países aliados como Canadá y la Unión Europea. Según un informe de la Cámara de Comercio de EE. UU., estos aranceles costaron aproximadamente 75,000 empleos en el sector de la manufactura en el país. Más aún, organizaciones como la Federación Nacional de Minoristas han advertido que la estrategia proteccionista puede llevar a un aumento en los precios al consumidor, contrarrestando cualquier beneficio potencial en términos de empleo.
La cadena de suministros
Otro aspecto a considerar es la complejidad de las cadenas de suministro globales. Los esfuerzos para desacoplar la economía estadounidense de la china podrían tener un impacto en una multitud de sectores, desde la tecnología hasta la farmacéutica. Según un informe de McKinsey & Company, más del 35% de las cadenas de suministro incluyen alguna forma de interacción con empresas chinas. Desentrañar estos lazos sería una tarea monumental que podría interrumpir no solo la economía de EE. UU., sino también la economía global, como señala el Banco Mundial en su informe anual sobre las perspectivas económicas mundiales.
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La encrucijada en la que se encuentra Estados Unidos es crítica. Con el debate sobre el comercio y China dominando la agenda política, hay una tentación palpable de adoptar políticas más proteccionistas. Pero la historia y los expertos advierten que, aunque estas medidas pueden ofrecer un alivio temporal o político, las consecuencias a largo plazo podrían ser mucho más perjudiciales. Con las elecciones de 2024 a la vista, el país está en un momento decisivo. Las decisiones que tome ahora tendrán un impacto duradero no solo en su relación con China, sino también en su rol como líder del sistema económico global. Como observó el historiador económico Douglas Irwin, «el comercio es como el aire: lo notamos más cuando falta». En este sentido, Estados Unidos debe actuar con cautela, considerando no solo sus intereses a corto plazo, sino también los efectos de largo alcance que sus políticas podrían tener al regular el libre comercio en una economía global interconectada.