China avanza en Latinoamérica porque EE.UU. no es serio: América Crece no nació

China avanza en Latinoamérica mientras Estados Unidos parece incapaz de sostener iniciativas de largo plazo en la región. En un contexto donde las economías latinoamericanas enfrentan crecientes desafíos, el gigante asiático se posiciona como un socio comercial e inversionista estratégico, llenando los vacíos dejados por las políticas inconsistentes de Washington. Este fenómeno refleja el fracaso de proyectos como “América Crece”, que nunca se consolidaron como alternativa frente a la iniciativa de la Franja y la Ruta de China. La falta de seriedad de Estados Unidos en su compromiso económico y político con América Latina está marcando una tendencia que podría cambiar el equilibrio de poder en el hemisferio.

El análisis de esta dinámica fue abordado recientemente por Mauricio J. Claver-Carone en un artículo titulado: “El creciente coqueteo de México con China plantea desafíos para Trump 2.0”, publicado en The Hill. Claver-Carone, ex Director Senior para el Hemisferio Occidental en el Consejo de Seguridad Nacional durante la administración Trump, detalla cómo la expansión de China en México y otros países de la región subraya la incapacidad de Estados Unidos para ofrecer una respuesta contundente. Según el autor, la política estadounidense hacia América Latina ha oscilado entre la indiferencia y la improvisación, dejando a China el camino despejado para avanzar con inversiones masivas en sectores estratégicos.

China avanza en Latinoamérica

China avanza en Latinoamérica con una estrategia clara: ganar terreno en los sectores más dinámicos de las economías locales, como la industria automotriz, la logística y la infraestructura portuaria. En México, empresas chinas como BYD y Geely están consolidando su presencia, mientras que Hutchison Whampoa controla puertos clave, integrándose en las cadenas de suministro que alimentan al mercado estadounidense. Estas inversiones no solo diversifican la presencia económica de China, sino que también plantean desafíos geopolíticos directos al Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Al aprovechar los vacíos regulatorios y las debilidades estructurales, China refuerza su posición como un actor global imparable en la región.

En México, empresas chinas como BYD y Geely están consolidando su presencia, mientras que Hutchison Whampoa controla puertos clave, integrándose en las cadenas de suministro que alimentan al mercado estadounidense. Estas inversiones no solo diversifican la presencia económica de China, sino que también plantean desafíos geopolíticos directos al Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Ilustración MidJourney

El contraste con la política estadounidense es evidente. Durante el mandato de Donald Trump, se lanzó “America Crece” como una iniciativa para contrarrestar la influencia china. Sin embargo, este programa quedó relegado con el cambio de administración en 2021. La administración de Joe Biden desmanteló las políticas migratorias y económicas de Trump, agravando los problemas en la región. El abandono de “América Crece” evidencia la falta de continuidad en las estrategias de Estados Unidos para consolidar alianzas duraderas. Mientras tanto, los países latinoamericanos, necesitados de inversión y desarrollo, no pueden permitirse esperar y han encontrado en China un socio dispuesto a invertir sin las condiciones estrictas que suelen imponer los organismos financieros occidentales.

Soluciones tangibles y redentoras

China avanza en Latinoamérica porque ofrece soluciones tangibles en un momento crítico para muchas economías de la región. En México, por ejemplo, el déficit comercial con China alcanzó los 62.000 millones de dólares en 2023, mientras que la inversión extranjera directa desde China superó los 12.000 millones de dólares ese mismo año. Estas cifras reflejan la magnitud de la influencia china, que se extiende a otros países como Brasil, Argentina y Chile. En todos estos casos, la estrategia china no se limita a la inversión económica; también incluye una diplomacia activa que promueve la cooperación técnica, educativa y cultural, consolidando relaciones a múltiples niveles.

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La administración entrante de Trump enfrenta un panorama complejo. Según Claver-Carone, la prioridad será reestablecer políticas migratorias y económicas que limiten la expansión china y fortalezcan la posición de Estados Unidos en la región. Sin embargo, lograr esto requerirá un nivel de coordinación y compromiso que no se vio durante su primer mandato. El T-MEC, que tendrá su primera revisión en 2026, será un campo de batalla crucial para definir las reglas del comercio y contrarrestar la influencia de China. México, bajo la presidencia de Claudia Sheinbaum, deberá equilibrar las demandas de Washington con la necesidad de aprovechar las oportunidades económicas que ofrece China.

Más pragmáticos que los pragmáticos

China avanza en Latinoamérica no solo por su capacidad de inversión, sino también por su enfoque pragmático. Mientras Estados Unidos insiste en imponer condiciones políticas y sociales, China ofrece financiamiento con pocas restricciones, adaptándose a las necesidades locales. Esto ha sido especialmente atractivo para los gobiernos que enfrentan presiones internas y externas. Sin embargo, esta relación no está exenta de riesgos. La dependencia de productos y tecnologías chinas puede generar vulnerabilidades estratégicas, como lo demuestra la creciente importación de piezas y tecnología para vehículos eléctricos en México, que luego se ensamblan y exportan al mercado estadounidense, esquivando parcialmente las reglas del T-MEC.

La deslocalización es otro factor que juega a favor de China. A medida que las cadenas de suministro globales se reconfiguran por las tensiones geopolíticas y los conflictos en Rusia, Ucrania y Oriente Medio, los países latinoamericanos tienen la oportunidad de posicionarse como alternativas viables. Sin embargo, esta oportunidad requiere un liderazgo decidido y una visión estratégica que no siempre está presente en los gobiernos de la región. México, en particular, tiene una ventana de oportunidad única para capitalizar su proximidad geográfica y su relación comercial con Estados Unidos, pero deberá hacerlo sin alienar a su nuevo socio asiático.

Para Estados Unidos, el desafío es claro: recuperar la credibilidad y el liderazgo en la región antes de que sea demasiado tarde. Si no lo hace, el siglo XXI podría ser recordado como el período en que perdió América Latina frente a China. Ilustración MidJourney.

Actitud cortoplacista de Estados Unidos

China avanza en Latinoamérica con una visión de largo plazo que contrasta con la actitud cortoplacista de Estados Unidos. Mientras Washington debate cómo recuperar su influencia, Beijing consolida su posición como el principal socio comercial e inversionista en varias economías clave. El éxito de esta estrategia dependerá de la capacidad de los países latinoamericanos para manejar este doble juego, aprovechando los beneficios económicos que ofrece China sin comprometer sus intereses a largo plazo ni su soberanía. Para Estados Unidos, el desafío es claro: recuperar la credibilidad y el liderazgo en la región antes de que sea demasiado tarde. Si no lo hace, el siglo XXI podría ser recordado como el período en que perdió América Latina frente a China.

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China avanza en un contexto donde el liderazgo estadounidense ya no es incuestionable. La región, que históricamente había sido considerada el “patio trasero” de Washington, ahora se encuentra en un momento de redefinición geopolítica. Mientras Estados Unidos sigue atrapado en debates internos y en su foco hacia Asia-Pacífico, China ha llenado los espacios vacíos con inversiones masivas y una diplomacia agresiva pero efectiva. El reto para América Latina será establecer un equilibrio que le permita diversificar sus socios económicos sin caer en una dependencia excesiva de ningún actor externo.

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