En calles, plazas, antros y playas de todo el planeta, una cadencia electrónica y pegajosa resuena: el reguetón. Este estilo musical, nacido en Puerto Rico, se ha convertido en la banda sonora indiscutible de esta generación.
Muchos lo bailan, lo corean y sienten cada letra como un reflejo de su propia vida, mientras que otros, en el extremo opuesto, lo critican por sus letras y lo que consideran una simplificación de la música. Para quienes no hablan español, las letras pueden ser solo un mero acompañamiento a un ritmo contagioso, pero para los hispanoparlantes, hay toda una polémica tejida en cada verso.
El reguetón en el estrado
Las letras del reguetón, a menudo cargadas de referencias explícitas y a veces polémicas, han generado debates sobre su influencia en la sociedad. Mencionan abiertamente drogas, sexo, lujo y un constante afán de triunfar a toda costa. Esta lírica, según argumentan sus detractores, podría estar normalizando ciertos comportamientos y valores, especialmente entre los más jóvenes. Por otro lado, hay quienes sostienen que este género, al igual que otros estilos musicales a lo largo de la historia, simplemente refleja la realidad de una sociedad y los desafíos que enfrenta.
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Sin embargo, es innegable el impacto global que la melodía puertorriqueña ha tenido. Datos de la industria musical muestran que artistas como Bad Bunny, J Balvin y Karol G dominan las listas de popularidad no solo en América Latina, sino en Europa, Asia y más allá. La aceptación es tal que ha traspasado las fronteras del idioma, llegando a lugares donde el español es ininteligible pero el ritmo es universal.
Y llegó la democracia
Expertos en historia y cultura consideran que el reguetón, más allá de sus letras, representa una manifestación democrática de la música. Según Raúl Fernández, historiador especializado en música latinoamericana, «el reguetón es un reflejo de una sociedad que busca formas de expresión más allá de las tradicionales. Aunque pueda generar controversia, no se puede negar su valor como testimonio de nuestra época».
A nivel gubernamental, las opiniones están divididas. Mientras algunos gobiernos han intentado regular o incluso censurar algunas canciones por considerarlas ofensivas, otros han adoptado el género como una forma de acercarse a la juventud y promover mensajes positivos.
Todo vale en política
Por su parte, los políticos han encontrado en el reguetón una herramienta de doble filo. Algunos lo han utilizado para acercarse a los jóvenes votantes, mientras que otros lo critican por considerarlo una influencia negativa en la sociedad. Pero como menciona la política y analista cultural Laura Gómez: «el reguetón, como toda expresión cultural, es un reflejo de lo que vivimos. En vez de desestimarlo, deberíamos preguntarnos qué nos está diciendo sobre nosotros mismos y nuestro tiempo».
A pesar de las críticas, el reguetón es una demostración palpable de cómo la cultura popular puede ser un reflejo y un agente de cambio en la sociedad. Al igual que en una democracia, donde se respetan todas las voces, la música también debe ser un espacio de diversidad y expresión. Desestimar este género por su contenido es ignorar el poder que tiene para unir a las personas, generar debates y reflejar los desafíos y realidades de nuestra sociedad.
Al final, este estilo, con su dominio mundial, nos enseña una lección fundamental: en una democracia, aunque no estemos de acuerdo con todas las voces, debemos respetar su derecho a ser escuchadas. Y mientras su ritmo siga resonando en cada rincón del planeta, esta lección será cada vez más relevante.