Los bocazas en política son personajes menores, pero un adeco bocón y con peso estratégico es un peligro. La política venezolana, una arena compleja y álgida, suele tener figuras que se presentan como figuras en un campo de fútbol. Una de estas piezas, Antonio Ledezma, parece ser un líbero en el engramado de esta disciplina.
En momentos en que un gran sector de la oposición ha llegado al consenso de que no es propicio solicitar intervenciones militares de potencias externas, Ledezma, vinculado con Acción Democrática, ha reavivado el llamado de intervención armada de Estados Unidos contra el régimen de Nicolás Maduro.
Ledezma: Un adeco bocón
Si bien puede que no sea la única voz que clama en ese sentido, no es menos cierto que sus palabras pueden tener consecuencias graves para el país. Un ataque militar, más allá de sus evidentes repercusiones, significaría la muerte de chavistas y opositores por igual. Y, como si fuera poco, estas demandas de intervención podrían estar allanando el camino para que el gobierno actual utilice esos llamados como justificación para postergar o incluso cancelar futuras elecciones, alegando que no hay condiciones de seguridad mientras exista la amenaza de una incursión militar.
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Tomando en cuenta los datos estadísticos recientes, Venezuela ya tiene suficientes desafíos. Según cifras del Banco Mundial, para el año 2021, la economía venezolana ha experimentado una contracción sin precedentes en su historia moderna, con un desplome acumulado del PIB superior al 65% desde 2013. Las sanciones, las decisiones de política interna y ahora el riesgo de intervención extranjera, hacen que la senda hacia la recuperación se vuelva aún más empinada. De allí lo inoportuna la aparición de un adeco bocón.
Negociación y diálogo
El Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello, en su más reciente informe, señala que las declaraciones belicistas de actores políticos solo contribuyen a la polarización y al estancamiento del diálogo. Este organismo, junto con otros expertos en la materia, sostiene que la solución a la crisis política venezolana debe ser pacífica, dialogada y consensuada.
Por su parte, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha advertido que cualquier conflicto armado en la región tendría repercusiones económicas devastadoras no solo para Venezuela, sino para todo el continente. Esto, en un contexto donde la pandemia ya ha causado estragos en las economías de América Latina. Desde luego estas declaraciones oportunistas son interesadas, y sólo pretenden, recalibrar el peso perdido de un adeco bocón que tiene nexos familiares con el chavismo.
Libia, Irak, Siria..
Históricamente, las intervenciones militares no han sido la solución a los problemas de un país. Tal es el caso de la intervención en Libia en 2011 o en Iraq en 2003, que lejos de estabilizar la situación, generaron vacíos de poder, conflictos internos y un sufrimiento humano incalculable.
Según Pedro Delgado, historiador y analista político: «La historia nos ha enseñado que las intervenciones externas, en lugar de resolver problemas, tienden a complicarlos aún más. El caso venezolano no debería ser la excepción a esta regla.»
Por otro lado, algunos sectores del chavismo ven en las palabras de Ledezma una oportunidad. Desde el gobierno, estas declaraciones son presentadas como evidencia de que existe un sector de la oposición dispuesto a sacrificar la soberanía nacional en pos de sus objetivos políticos. Esto, sin duda, refuerza la narrativa oficialista de un país bajo asedio, justificando así medidas excepcionales. Desde uego un adeco bocón no ha medido as consecuencias de sus paabras.
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Ya todo está mal
Lo cierto es que el panorama venezolano es lo suficientemente complicado como para añadirle factores de inestabilidad. El llamado de diversos organismos, especialistas e historiadores es claro: la solución a la crisis venezolana debe ser interna, dialogada y pacífica.
El riesgo de que un adeco bocón como Ledezma terminen siendo el catalizador para que no haya elecciones es real. Y en este delicado juego de equilibrios y tensiones, es fundamental que se antepongan los intereses del país a las posiciones personales o partidistas. Como dice el viejo adagio: «En muchas ocasiones, mucho ayuda el que no estorba».