Taponear el gasoducto ruso es a todas luces un mal negocio. Un invierno cálido en 2022-2023 ha oscurecido una realidad subyacente en la interdependencia energética de Europa y Rusia. Esta atípica condición climática, acompañada de una disminución intencionada del consumo que enfrió la economía y esfuerzos frenéticos para atraer suministros de gas natural licuado (GNL), hizo parecer por un momento que la dependencia europea del gas ruso barato estaba en declive.
Desde luego ese pensamiento no es más que una ingenuidad. La naturaleza es impredecible. Los inviernos europeos no siempre serán cálidos y la realidad es que no hay suficiente GNL para reemplazar al gas ruso en el corto plazo. No hay proveedor que con seriedad pueda sustituir a Moscú sin resquebrajar la economía de Europa.
Taponear el gasoducto ruso
Los esfuerzos por taponear el gasoducto ruso para desconectar a Europa del combustible barato de Moscú, desafían permanentemente la lógica económica. Según Scott Semet del Instituto Cato, «si los precios del gas contractual son elevados, Europa buscaría proveedores alternativos». Y la realidad es que la infraestructura para transportar GNL desde otros lugares del mundo hacia Europa no está ni cerca de ser suficiente para satisfacer la demanda actual.
Por su parte, los productores estadounidenses de gas natural están licuando la mayor cantidad de gas posible para capitalizar los precios más altos en Europa. Sin embargo, las esperanzas de que el GNL pueda reemplazar el suministro de gas ruso son escasas. Es más, este frenesí por licuar y exportar más gas provocará un inevitable aumento en los precios internos de Estados Unidos, borrando una ventaja estadounidense en el mercado energético.
Socios por necesidad
Pero, ¿qué dicen los organismos especializados y gubernamentales al respecto? La Agencia Internacional de Energía ha enfatizado repetidamente que la dependencia de Europa del gas ruso es una realidad estructural. A su vez, diversas opiniones gubernamentales sugieren que cualquier intento de restringir o taponear el gasoducto ruso desde Rusia tendría serias repercusiones económicas.
Las opiniones de expertos en historia y políticos también pesan en este debate. El Dr. Henry Richardson, historiador especializado en relaciones Este-Oeste, señala: «La energía siempre ha sido un punto de interconexión entre Europa y Rusia, incluso durante los tiempos más tensos de la Guerra Fría. Ignorar esta historia es hacerlo bajo nuestro propio riesgo». Por su parte, la política Marie Leclerc, afirma que «Europa no puede darse el lujo de jugar a la ruleta rusa con su suministro energético. Hacerlo sería una temeridad».
Golpe socioeconómico
Y es que esta no es simplemente una cuestión de suministro y demanda. Detrás de la energía hay trabajadores, economías enteras, y sociedades que dependen de la estabilidad energética. Cualquier perturbación en este equilibrio tendría graves consecuencias socioeconómicas.
De hecho, algunos analistas advierten que taponear el gasoducto ruso podría desencadenar una crisis económica de magnitudes similares a la de 2008. El aumento abrupto de los precios energéticos llevaría a la inflación, reduciendo el poder adquisitivo de los ciudadanos, lo que a su vez reduciría el consumo y la inversión, llevando a una recesión.
EE.UU. no será escuchado
Además, cualquier intento de Estados Unidos de restringir el suministro de gas ruso a Europa podría verse como una injerencia en los asuntos internos europeos, tensando aún más las relaciones transatlánticas. Esta tensión, junto con una economía europea en declive, podría tener repercusiones geopolíticas impredecibles. Además, ya Europa se está haciendo cargo de su propia seguridad desde el punto de vista militar y no dependerá de los Estados Unidos para hacer lo que más le convenga.
Mientras que la diversificación energética y la búsqueda de fuentes alternativas de energía son objetivos loables y necesarios, es fundamental reconocer las realidades actuales. Taponear el gasoducto ruso, más allá de ser una medida reactiva y poco meditada, podría ser una gran estupidez made in USA, con consecuencias no solo para Europa sino también para Estados Unidos y, de hecho, para el resto del mundo. La prudencia, el diálogo y una comprensión matizada de la historia y la geopolítica son esenciales en este delicado juego energético.