En la actual era digital, los políticos en Venezuela y EE.UU. han encontrado en los hackers una herramienta de doble filo, que utilizan tanto para proteger como para justificar sus acciones. Los incidentes de ciberseguridad se han convertido en una narrativa recurrente en las campañas electorales, ofreciendo una excusa conveniente para retrasos, errores y, en algunos casos, para desviar la atención de controversias más profundas. Esta dinámica se ha vuelto particularmente evidente en los últimos años, en los que los ataques cibernéticos han sido atribuidos a actores extranjeros en repetidas ocasiones.
El reportaje titulado «El hackeo de campañas presidenciales ha comenzado», publicado en The New York Times por David E. Sanger desde Wellington, Nueva Zelanda, y Michael Gold desde Bozeman, Montana, arroja luz sobre esta creciente tendencia en la política internacional. Estos periodistas con vasta experiencia en el análisis de la seguridad nacional y las campañas electorales, detallan cómo por tercera elección presidencial consecutiva en Estados Unidos, el hackeo extranjero ha desempeñado un papel crucial en las narrativas políticas. Sin embargo, esta vez no son los rusos quienes están en el centro de la tormenta, sino los iraníes, quienes han logrado penetrar las defensas cibernéticas de las campañas, dejando al descubierto la vulnerabilidad del sistema electoral.
Políticos en Venezuela y EE.UU.
Los políticos en Venezuela y EE.UU. han comenzado a utilizar esta narrativa de ciberataques para justificar una serie de eventos inusuales en sus campañas. En Estados Unidos, el expresidente Donald Trump afirmó que su campaña había sido hackeada por el gobierno iraní, aunque solo lograron acceder a «información disponible públicamente». Este incidente, como muchos otros, sirvió para reforzar la idea de que las campañas están bajo una amenaza constante, algo que no solo afecta la percepción del público, sino que también proporciona una justificación conveniente para cualquier anomalía que pueda surgir durante el proceso electoral.
Por su parte, en Venezuela, el 28 de julio de 2024, durante las elecciones presidenciales, el Consejo Nacional Electoral (CNE) informó que el sistema de transmisión de resultados había sido blanco de un ataque cibernético masivo. La vicepresidenta Delcy Rodríguez detalló que el sistema sufrió 30 millones de ataques por minuto, lo que retrasó la transmisión de los resultados y generó incertidumbre en el electorado. Aunque el presidente Nicolás Maduro fue proclamado ganador, el incidente levantó sospechas entre los opositores, quienes vieron en este ataque una excusa para justificar el prolongado proceso de conteo.
Una navaja suiza
Este tipo de incidentes, aunque a menudo carecen de pruebas contundentes, han sido utilizados como una navaja suiza por los políticos en Venezuela y EE.UU. para manipular la percepción pública y protegerse de posibles críticas. En muchos casos, la narrativa de los ciberataques no es más que una cortina de humo que desvía la atención de problemas más graves o fallos internos dentro de las campañas. Sin embargo, esta táctica también conlleva el riesgo de erosionar la confianza del público en el proceso electoral, ya que los votantes comienzan a cuestionar la legitimidad de los resultados.
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La conversación en X (anteriormente conocida como Twitter) entre el expresidente Donald Trump y Elon Musk el 12 de agosto de 2024, es un claro ejemplo de cómo los ciberataques se han integrado en la narrativa política. Durante el streaming, la plataforma sufrió un ataque de denegación de servicio (DDOS) que retrasó la transmisión del evento. Aunque Musk aseguró que estaban trabajando para contener el ataque, el incidente sirvió para añadir una capa de dramatismo al evento, que terminó siendo difundido con un retraso significativo. Este tipo de situaciones no solo generan titulares, sino que también refuerzan la imagen de los políticos como figuras que constantemente enfrentan amenazas externas.
En Venezuela, la situación es similar. La narrativa del hackeo durante las elecciones fue utilizada por el gobierno para justificar la demora en la publicación de los resultados y para crear a audaz circunstancia de dirimir el resultado electoral en el Tribunal Supremo de Justicia, que ahora tiene las actas físicamente que lo oposición no ha mostrado. A pesar de las acusaciones de la oposición y de las sospechas que generó el incidente, el gobierno se mantuvo firme en su postura, utilizando el supuesto ataque cibernético como prueba de las «constantes agresiones» que sufre el país por parte de actores externos.
La utilización de los hackers como una herramienta política no es nueva, pero su prevalencia en las campañas recientes de políticos en Venezuela y EE.UU. ha llevado esta táctica a un nuevo nivel. En ambos países, los ciberataques se han convertido en una especie de comodín que los candidatos pueden utilizar para explicar cualquier irregularidad o inconveniente que surja durante sus campañas. Esta tendencia, sin embargo, plantea serias preguntas sobre la integridad del proceso electoral y sobre cómo se perciben estos incidentes entre el electorado.
Influir en la opinión pública
Los periodistas David E. Sanger y Michael Gold, en su reportaje para The New York Times, destacan que los ataques cibernéticos no solo tienen el potencial de comprometer la seguridad de las campañas, sino que también pueden ser utilizados estratégicamente para influir en la opinión pública. En su artículo, mencionan cómo supuestamente el gobierno iraní ha logrado infiltrarse en las campañas presidenciales estadounidenses, enviando correos electrónicos de phishing a altos funcionarios con el objetivo de acceder a bases de datos sensibles. Aunque muchos de estos ataques no logran su objetivo, su mera existencia genera un clima de desconfianza y paranoia que puede ser explotado por los políticos para sus propios fines.
En el contexto venezolano, los ciberataques se han convertido en una herramienta narrativa que el gobierno utiliza para explicar cualquier dificultad o retraso en el proceso electoral. La vicepresidenta Delcy Rodríguez, en su declaración sobre el ataque masivo al sistema del CNE, hizo hincapié en la magnitud del ataque, sugiriendo que se trataba de una operación coordinada por enemigos del país. Aunque las investigaciones sobre el incidente están en curso, la narrativa del hackeo ya ha cumplido su propósito: justificar la demora en los resultados y consolidar la idea de que el país está bajo una constante amenaza externa. Es así, que estos antagonistas, los políticos en Venezuela y EE.UU., utilizan la misma narrativa con la misma finalidad, influir en la opinión pública.
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Ell fin es e mismo
La utilización de los hackers como una herramienta de los políticos en Venezuela y EE.UU. refleja una tendencia preocupante en la que los ciberataques se han convertido en una justificación conveniente para cualquier anomalía que ocurra durante las campañas. Estos incidentes, reales o exagerados, son utilizados por los políticos para manipular la percepción pública y para protegerse de posibles críticas.
A medida que la tecnología sigue avanzando, es probable que veamos más casos de este tipo, donde los ciberataques se convierten en la excusa perfecta para justificar los errores y fallos en las campañas electorales. En este contexto, la confianza del electorado en el proceso electoral podría verse seriamente comprometida, lo que plantea un desafío significativo para las democracias en ambos países.