En el complejo escenario de la gestión pública, la línea entre la economía política y la económica política se ha desdibujado, creando un entramado que revela mucho más que simples decisiones administrativas. Mientras que la economía política se centra en entender cómo los sistemas políticos influyen en las decisiones económicas, la política económica hace referencia a las acciones concretas que los gobiernos implementan para influir en el rumbo económico de un país. Sin embargo, ambas disciplinas no son meros conceptos abstractos, sino dos caras de una misma moneda que determina quién ostenta el verdadero poder. En su análisis titulado “Economía política: La verdadera cara de la economía”, el sociólogo venezolano José Antonio Gil Yepes, con vasta experiencia como presidente de la encuestadora Datanálisis y articulista del diario El Universal, describe cómo estas dos vertientes están entrelazadas, y sus efectos van más allá de las teorías económicas, moldeando la estabilidad de las naciones.
Gil Yepes inicia su reflexión con una pregunta provocadora: “¿Por qué, en vez de continuar el agro, la cría y la agroindustria, y desarrollar el turismo, desarrollamos el petróleo y lo hicimos sin sembrarlo?”. A partir de este cuestionamiento, el autor propone que la respuesta está en la economía política y no en las decisiones puramente económicas que se tomaron a lo largo del tiempo. La historia de Venezuela ha estado marcada por esta dicotomía, donde las decisiones económicas han respondido a un interés más político que económico: la concentración del poder en lugar de la diversificación de la riqueza. Este enfoque ha sido característico en la mayoría de las naciones que enfrentan situaciones similares, según Gil Yepes, quienes optan por políticas que consoliden la dependencia de recursos específicos en lugar de promover un desarrollo sustentable y equitativo. La razón de fondo es que la concentración económica perpetúa el control político, un control que se convierte en la piedra angular de regímenes que, en lugar de democratizar sus recursos, los usan para sostener sus estructuras de poder.
Economía política y la academia
La economía política como disciplina estudia precisamente este tipo de relaciones. Cómo las instituciones, la cultura y las decisiones políticas condicionan el curso de las políticas económicas. La política económica, en cambio, se limita a describir qué hace un gobierno en cuanto a impuestos, gastos y otras variables macroeconómicas para influir en el bienestar de la población. Sin embargo, lo que suele estar ausente de esta última disciplina es la pregunta del por qué. Gil Yepes argumenta que solo a través de la economía política podemos entender por qué un país con vastos recursos naturales como Venezuela no logró diversificar su economía a tiempo. La respuesta yace en la intención política de perpetuar el poder a través de una estructura dependiente de ingresos petroleros, una fórmula que aseguraba control y lealtad en todos los estratos de la sociedad.
Este fenómeno no es exclusivo de Venezuela. El académico menciona otros casos estudiados en la literatura económica, como lo expuesto por Daron Acemoglu y James Robinson en su libro “¿Por qué fracasaron las naciones?”, donde se ilustra cómo la falta de inclusión económica y política lleva a la decadencia de los países. En contraposición, Gil Yepes señala cómo países como Noruega supieron “sembrar” sus recursos naturales, utilizando el petróleo como un puente hacia la prosperidad y no como un fin en sí mismo. Al centrarse en la economía política, Noruega diseñó un sistema inclusivo que distribuyó las ganancias del crudo en educación, infraestructura y fondos soberanos, evitando la concentración de riqueza y poder. En Venezuela, sin embargo, las decisiones económicas tomadas durante el auge petrolero respondían a una lógica de corto plazo ya la consolidación de una estructura de poder que subordinaba el desarrollo a la estabilidad política del gobierno de turno.
Arturo Uslar Pietri
Gil Yepes retoma la idea de Arturo Uslar Pietri, uno de los intelectuales más influyentes de Venezuela, quien en 1936 advirtió sobre los peligros de no “sembrar el petróleo”. En su artículo “Sembrar el Petróleo”, Uslar Pietri vaticinaba un futuro donde Venezuela, en lugar de diversificar su economía, se volvería dependiente de la renta petrolera, creando una sociedad ociosa y vulnerable a las fluctuaciones del mercado internacional. Esta predicción se cumplió casi con exactitud, y la razón no fue una mera mala decisión económica, sino una estrategia de poder que utilizó la política económica para perpetuar el control del Estado sobre la sociedad. Como señala Gil Yepes, la política económica no es neutral; responde a la economía política que la determina, un sistema que, en Venezuela, ha privilegiado el poder por encima del bienestar común.
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La economía política también nos ayuda a entender por qué los regímenes que aplican políticas empobrecedoras suelen ser inestables. Según el autor, los gobiernos que se enfocan en políticas que perpetúan la pobreza y la dependencia terminan debilitando su propia base de sustentación. En contraste, las políticas que distribuyen la riqueza y crean oportunidades de desarrollo tienden a fortalecer la estabilidad política a largo plazo. Aquí radica la paradoja que Gil Yepes expone con claridad: al no “sembrar el petróleo”, los gobiernos venezolanos priorizaron su supervivencia a corto plazo a costa de crear las bases para una eventual implosión del sistema. Este ciclo, que Gil Yepes compara con la visión de Juan Pablo Pérez Alfonzo en su obra “El Excremento del Diablo”, muestra cómo la riqueza mal gestionada puede convertirse en un arma de doble filo.
Revisión de las decisiones
El poder de la economía política reside en que no solo estudia las políticas, sino las motivaciones que las subyacen. Como dice Charles Lindblhom en su libro “Politics and Markets”, los mercados no son entes independientes de las estructuras políticas; hijo, de hecho, un reflejo de ellas. De allí que entender por qué Venezuela no diversificó su economía requiere examinar las relaciones de poder detrás de cada decisión. Gil Yepes sugiere que la clave está en la intención de mantener el poder concentrado. Esta concentración no solo se logró a través de la política económica, sino también mediante el uso de los recursos del Estado para crear lealtades y dependencias, tanto entre la población como entre las élites económicas.
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En última instancia, el trabajo de Gil Yepes deja una lección clara: la economía política es el verdadero lenguaje del poder. La política económica es solo una herramienta, un medio que puede ser usada para empoderar o para subyugar. La pregunta que queda es si, alguna vez, las decisiones de política económica en Venezuela estarán guiadas por la lógica del desarrollo y no por la lógica del poder.