El regreso de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos ha reavivado las expectativas, pero también los temores de un período de “desequilibrios fiscales anclados en el populismo”. La promesa de amplios recortes fiscales y un aumento en los gastos de programas emblemáticos han generado preguntas en el ámbito económico y político, donde los expertos temen que las medidas impulsadas con un enfoque populista podrían llevar a Estados Unidos a una crisis financiera aún más severa que la que el país experimentó en su primer mandato. Con el peso de una deuda que se ha expandido restrictivamente desde 2017, los desafíos fiscales que enfrenta el nuevo gobierno republicano son enormes y complejos.
El material original, titulado: “Los republicanos son ahora los dueños de la deuda los planes de Trump la empeorarían”, fue publicado en la sección de Opinión de The Washington Post, creada por el Consejo Editorial de dicho medio, una unidad conformada por figuras destacadas como David Shipley, Charles Lane y Stephen Stromberg. Este consejo, separado de la sala de redacción, ha expresado su preocupación ante la falta de un plan claro y sostenible que permita a Trump enfrentar el creciente déficit y la pesada carga de deuda nacional que, en sus palabras, está cerca del 100% del Producto Interno Bruto (PIB). El editorial advierte que la ausencia de una estrategia fiscal sólida podría empujar al país a un punto crítico si se recurre nuevamente a políticas de gasto público sin los suficientes recursos para financiarlas.
Desequilibrios fiscales anclados en el populismo
Con una deuda nacional en máximos históricos y los costos de los intereses en aumento, la administración Trump se encuentra en una posición significativamente distinta a la que enfrentó en su primer período. En aquel entonces, los intereses de los bonos del Tesoro estaban en niveles históricamente bajos, lo que permitió financiar la Ley de Reducción de Impuestos y Empleos de 2017, aumentando el déficit sin el temor inmediato de un impacto financiero severo. Sin embargo, en esta segunda oportunidad, la situación ha cambiado drásticamente. Las tasas de interés son ahora casi el doble de las que existían al inicio de su administración anterior, y los pagos de intereses representan el 3% del PIB, aproximadamente el 13% de todo el gasto federal, cifras que hacen difícil evitar los «desequilibrios fiscales anclados en el populismo«.
El programa de Trump se centra en la continuación de recortes fiscales, incluyendo la extensión de la TCJA (Tax Cuts and Jobs Act), que expira en 2025, y la inclusión de nuevas exenciones fiscales para fabricantes y pequeñas empresas, además de la eliminación de impuestos sobre las horas extras y algunos beneficios. Estas iniciativas representan un costo estimado de $5,4 billones de dólares en 10 años. Sin embargo, los recursos fiscales para cubrir exenciones semejantes no están claramente identificados, y las sugerencias de financiar estos planos con aranceles o nuevos ingresos parecen insuficientes o poco realistas. En el contexto actual, los aranceles, que alguna vez se presentan como una herramienta para proteger la economía estadounidense, amenazan con aumentar los precios de los bienes importados y afectar a los consumidores. De ahí que los expertos sostienen que los desequilibrios fiscales anclados en el populismo tienen un costo tangible para la economía nacional.
Las promesas económicas
Este nuevo mandato podría verse particularmente afectado por la dependencia de Trump en promesas económicas populistas, una tendencia que ya se hizo evidente en su primer gobierno. En su afán por atraer a su base electoral, Trump ha propuesto medidas que, aunque populares en el corto plazo, generan una carga insostenible a largo plazo para las finanzas públicas. Así, el riesgo de que el gobierno intente mantener sus promesas de manera desmedida, sin un respaldo financiero suficiente, puede derivar en un nuevo ciclo de endeudamiento y déficit que limite la capacidad de maniobra del Estado en caso de futuras crisis económicas.
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Los analistas económicos del Consejo Editorial de The Washington Post plantean que, a diferencia de periodos anteriores, Estados Unidos ya no dispone de suficientes “reservas” fiscales para afrontar esta oleada de promesas. En otras palabras, recortar el “despilfarro, fraude y abuso” en el gasto público, como sugieren algunos republicanos, no es una solución viable, ya que la mayor parte del presupuesto está destinada a programas esenciales y populares, como la Seguridad Social y Medicare, los cuales siguen incrementando sus gastos debido al envejecimiento de la población. Esto limita las opciones de recorte sin afectar directamente a programas que gozan de amplio respaldo social y político, dificultando aún más la eliminación de estos desequilibrios fiscales anclados en el populismo.
La visión simplista de Trump
Para muchos, la clave está en entender que la estructura de gastos e ingresos del país ha cambiado, y el contexto económico de 2024 exige un enfoque de gobernanza fiscal que vaya más allá de las soluciones simplistas que Trump solía proponer en su primer mandato. Ante el rápido crecimiento de la deuda, cualquier política que intente reducir los ingresos federales sin un plan estructurado para ajustar los gastos podría derivar en una crisis fiscal similar a la experimentada por otros países con modelos populistas. Sin embargo, las promesas de Trump sobre la disminución de impuestos y aumento de beneficios no han considerado las limitaciones que enfrentan las finanzas públicas y los riesgos de mantener un ritmo de gasto tan alto en un período donde la economía está marcada por una alta inflación y una deuda galopante.
Este fenómeno ya ha sido advertido por los mercados financieros. La incertidumbre sobre la sostenibilidad de las políticas de Trump ha generado tensiones en el mercado de bonos, donde se teme que los inversores exijan tasas de interés aún más elevadas para compensar los riesgos asociados a la deuda creciente. Esta situación podría derivar en un incremento de los costos de financiamiento para el gobierno y, en consecuencia, reducir la capacidad de Trump para implementar sus programas fiscales sin provocar un aumento de la inflación. Todo augura que los desequilibrios fiscales anclados en el populismo no serán fácilmente eludibles ni inocuos para la nueva administración.
Acerca del consumo interno
Por otro lado, la posibilidad de incrementar los ingresos a través de nuevos aranceles o de un crecimiento en la base tributaria parece cada vez más remota, sobre todo cuando se considera la limitada capacidad de consumo de los hogares estadounidenses. Los aranceles, en particular, son una solución que, aunque atractiva para los discursos de campaña, no representa una fuente de ingresos suficientes. De hecho, como señala el Consejo Editorial de The Washington Post, aplicar un arancel del 30% a todas las importaciones podría terminar por encarecer los productos de consumo básico y reducir la competitividad de las empresas estadounidenses. Así, lejos de solucionar el problema, estas podrían amplificar los desequilibrios fiscales anclados en el populismo, afectando tanto a los consumidores como a las pequeñas empresas que dependen de insumos extranjeros para su funcionamiento.
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El regreso de Trump a la Casa Blanca enfrenta obstáculos financieros más serios que los de su administración anterior. El alto nivel de endeudamiento, los costos crecientes de los intereses y las promesas de gasto han creado una situación fiscal que parece insostenible a largo plazo sin un cambio radical en las políticas actuales. Los desequilibrios fiscales anclados en el populismo no solo representan un riesgo para la estabilidad económica del país, sino también un desafío para el propio Trump, quien deberá enfrentar las limitaciones estructurales de la economía estadounidense mientras intenta cumplir sus promesas de campaña.