La ufología siempre ha estado en la orilla de la ciencia. Los ufólogos son “expertos” marginados. Sus teorías y supuestas evidencias han sido objeto de burla y escepticismo por décadas. Pero recientemente, en un inusitado episodio que sacudió a los pasillos del poder mexicano, un supuesto ufólogo, Jaime Maussan, junto con otros ‘expertos’ en extraterrestres, presentaron lo que afirmaban ser cuerpos de ‘seres no humanos’ ante la Cámara de Diputados de México. Lo sorprendente no fue la audacia de la presentación, sino cómo estos restos, hallados supuestamente en Perú, llegaron a las manos de legisladores y capturaron la atención mediática.
Desde un inicio, este evento desató un sinnúmero de reacciones. Leslie Urteaga, ministra de Cultura de Perú, con tono severo y frente a los medios, afirmó: «En el Perú no hay ninguna entidad científica que haya dicho que se trate de seres no humanos«. Esta aseveración se alineó con lo que muchos en la comunidad científica sospechaban desde el inicio.
Ufólogos de circo
La polémica no solo se quedó en México, sino que cruzó fronteras. El Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses del Ministerio Público de Perú recibió parte de estos controvertidos restos y decidió someterlos a minuciosos estudios científicos. Flavio Estrada, arqueólogo y experto forense, reveló en El Comercio que los supuestos cuerpos extraterrestres no eran más que un elaborado fraude. Según Estrada: “Lo que descubrimos fue que la presunta piel estaba compuesta de una mezcla de pegamentos, fibra vegetal, papeles molidos, gomas… y que los huesos sobre los cuales se habían montado eran de animales». Esto desmontó cualquier posibilidad de que se tratara de un descubrimiento trascendental y puso en evidencia a quienes afirmaban lo contrario.
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Pero, ¿cómo es que estos objetos de papel maché obtuvieron el foco de atención en un recinto tan importante como la Cámara de Diputados en México? Algunos expertos en historia y políticos han tratado de descifrar el rompecabezas creado por estos ufólogos. Según el historiador Eduardo Rendón, «A lo largo de los años, hemos visto cómo, en tiempos de crisis o distracción política, temas frívolos o no comprobados se elevan al estrellato para desviar la atención de problemas más acuciantes.»
¿Y México no tiene problemas?
Es innegable que la presentación de estos ‘cuerpos’ generó un gran revuelo mediático, quizá eclipsando otros temas de relevancia nacional. Una estrategia política o simple casualidad, el fenómeno UFO en la Cámara dejó más preguntas que respuestas.
No obstante, para cerrar el episodio, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), una de las instituciones más prestigiosas en Latinoamérica, decidió emitir un comunicado sobre su supuesta intervención en el estudio de estos restos. Aclararon que solo realizaron un estudio de Datación por Carbono 14 a partir de una muestra que les fue entregada, sin jamás haber tenido acceso directo a los supuestos ‘seres no humanos’ hallados por los ufólogos.
La triste verdad al final
El incidente dejó en claro la necesidad de aplicar un escepticismo saludable y una revisión rigurosa antes de dar cabida a teorías o ‘descubrimientos’ que, a simple vista, pueden parecer más ficción que realidad. Pero también reabrió el debate sobre los límites entre lo que es considerado información legítima y lo que simplemente es un intento de ganar atención en un mundo saturado de noticias y distracciones.
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En medio de esta controversia, muchos ciudadanos se preguntan cómo es que el proceso de filtrado de información en los altos círculos del poder puede ser tan frágil y permeable. ¿Cómo acceden supuestos ufólogos al parlamento y campesinos con problemas reales no? Este evento, más allá de la burla o el asombro, refleja una preocupante falta de rigor en la validación y presentación de pruebas ante instancias gubernamentales. Resalta la importancia de contar con expertos auténticos y procedimientos estrictos que aseguren que solo se presenten ante el legislativo tema respaldados por evidencia sólida y verificable, evitando así futuros episodios que pongan en juego la credibilidad de instituciones y autoridades.