La reciente decisión de la Corte Federal para el Distrito Sur de Texas, al declarar inconstitucional el programa de Acción Diferida para Personas Llegadas en la Infancia (DACA), ha dejado a más de 580,000 dreamers en un limbo legal y emocional. Una gran parte de ellos, mexicanos de nacimiento, enfrentan hoy una encrucijada identitaria: no se sienten plenamente estadounidenses, pero tampoco mexicanos.
Desde su concepción en el gobierno de Barack Obama, DACA se transformó en un salvavidas para muchos jóvenes migrantes que llegaron a Estados Unidos siendo menores de edad. Este programa les brindó la oportunidad de estudiar, trabajar y vivir en los Estados Unidos sin el miedo constante de la deportación. En números proporcionados por el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, más del 90% de estos beneficiarios tienen empleo y alrededor del 45% están actualmente en la educación superior.
A despertarse dreamers
Sin embargo, el futuro de DACA siempre fue incierto. Comenzó como una medida temporal, una solución a corto plazo para un problema que requería de acciones más permanentes. La administración de Donald Trump lo puso en la cuerda floja desde su primer año de mandato, marcando un punto de inflexión que desencadenó una serie de demandas y contrademandas judiciales que nos llevan al presente.
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La decisión de la corte de Texas ha sido recibida con alarma por organismos especializados en derechos humanos y migración. Amnistía Internacional declaró que «negar la protección y los derechos de los dreamers es una grave violación de sus derechos humanos». Por su parte, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) enfatizó la necesidad de una solución integral y duradera que respete los derechos de estos jóvenes.
Desde las universidades
En el ámbito académico, la historia de estos migrantes ha sido estudiada en profundidad. El Dr. Juan Carlos Reyes, historiador y experto en migración, señaló: «El dilema de los dreamers es reflejo de una larga historia de políticas migratorias inconexas en Estados Unidos. Su lucha es la de tantos otros migrantes que buscan pertenecer a una nación que les ha ofrecido oportunidades, pero que al mismo tiempo les niega una identidad plena».
Políticamente, la situación es igualmente compleja. El senador demócrata Mark Warner lamentó la decisión judicial y pidió al Congreso actuar rápidamente: «No podemos dejar a estos jóvenes en el desamparo. Es hora de una reforma migratoria integral que proteja a los “soñadores” y reconozca su aporte a nuestro país». Sin embargo, voces del partido republicano ven en la decisión una reafirmación de la necesidad de respetar la legalidad y las competencias constitucionales.
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De golpe abrieron los ojos
La reacción más emotiva proviene de los mismos dreamers. María González, llegada a los Estados Unidos a los 7 años y ahora con 26, expresa: «Para mí, este es mi hogar. No recuerdo México y mi vida está aquí. Pero ahora siento que no pertenezco a ningún lugar. Es una sensación de abandono». Como María, miles de jóvenes se encuentran en un punto de quiebre, atrapados entre dos culturas, dos naciones y dos realidades que parecen cada vez más distantes.
Mientras el debate político sigue su curso, lo cierto es que estos jóvenes, que han crecido, estudiado y trabajado en Estados Unidos, se enfrentan a un futuro incierto. No son estadunidenses, pero tampoco se sienten mexicanos. Su historia es un testimonio de la complejidad de la política migratoria y de la necesidad de soluciones que vayan más allá de las divisiones partidistas.
El DACA ha muerto, pero el debate sobre el futuro de estos jóvenes dreamers y su lugar en la sociedad estadounidense está más vivo que nunca. El reloj avanza y con él, la urgencia de encontrar respuestas para una generación que busca definir su identidad en un mundo que parece negársela.