La respuesta tal vez no fue la esperada. EE.UU. no dejará “ningún narco con cabeza”. No se alude para este trabajo una expresión sanguinaria, solo remedamos la popular expresión del país andino que expresa “no dejar “títere sin cabeza”, que tiene base en la gran obra de Cervantes cuando el Quijote presencia “El retablo de la libertad de Melisendra”.
Desde Ciénaga de Oro, en Córdoba, el presidente de la República, Gustavo Petro, desplegó una iniciativa de profundo impacto: trabajar en una ley de reconciliación nacional que permita a aquellos involucrados en el narcotráfico, y otros actos ilícitos, encontrar un camino hacia una vida en paz. Pero el apoyo estadounidense a esta propuesta no es, precisamente, una sintonía afinada. «No dejará de perseguir a los narcos», fue la contundente respuesta desde Washington.
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No habrá ningún narco con cabeza
Las cifras hablan por sí solas. Según datos del Departamento de Estado de EE.UU., alrededor de 90% del tráfico ilícito de drogas en dirección a ese país proviene de Latinoamérica, con Colombia como uno de los principales productores. La guerra contra las drogas ha costado billones de dólares y miles de vidas en las últimas décadas.
Desde organismos especializados como la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), se ha indicado que la política de erradicación no ha sido del todo exitosa. De hecho, su informe de 2021 resalta un incremento en la producción de cocaína en Colombia del 8% respecto al año anterior. Estos datos, en cierta medida, refuerzan la propuesta de Petro: enfrentar el problema desde la raíz, buscando reintegrar a quienes se han visto involucrados en la cadena de producción y distribución. El asunto está en que EE.UU. tiene otras perspectiva y no dejará a ningún narco con cabeza.
Sin embargo, para EE.UU., ceder en su postura de combate frontal contra el narcotráfico sería admitir un fracaso en su política exterior y de seguridad. Aun así, ¿es esta una visión compartida por todos los estadounidenses? Desde el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Georgetown, la historiadora Sarah Matthews opina: «No podemos seguir ignorando el hecho de que nuestra estrategia actual no ha funcionado. Necesitamos soluciones innovadoras, y lo que propone Petro podría ser un paso en la dirección correcta.»
Por otro lado, hay quienes desde el ámbito político y académico ven con escepticismo el enfoque del presidente colombiano. Dr. Roberto Menéndez, experto en políticas públicas y profesor de la Universidad de Harvard, considera que «es una propuesta bienintencionada, pero con un riesgo alto. Las organizaciones narcotraficantes tienen profundas raíces en la economía y la política. No es simplemente dejar el pasado atrás y seguir adelante.»
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El asunto Colombia adentro
Una actitud recia que amenaza con no dejar a ningún narco con cabeza no mira hacia al otro lado del problema. Más allá de las opiniones y los datos, el panorama colombiano está impregnado de una realidad contundente: la violencia y el narcotráfico han dejado cicatrices profundas en su tejido social. Por ello, la propuesta de Petro encuentra respaldo en organizaciones civiles y comunidades que han sufrido de primera mano las consecuencias de la guerra contra las drogas.
El Instituto de Paz y Reconciliación de Colombia, en su último informe, reveló que más de 3 millones de personas han sido desplazadas internamente a causa del conflicto armado y el narcotráfico en las últimas cuatro décadas. Es por ello que María Fernanda Sánchez, líder comunitaria de Córdoba, asegura: «Necesitamos soluciones que vayan más allá de las armas y la persecución. Las comunidades necesitan paz, y la reconciliación es un paso necesario.»
Bogotá y Washington se preparan
A medida que se acerca la fecha para la presentación del proyecto ante el Congreso, las tensiones diplomáticas se agudizan. La relación entre Bogotá y Washington se ve amenazada por visiones divergentes sobre cómo abordar uno de los problemas más complejos y arraigados del continente.
Aunque la ley de reconciliación nacional propuesta por Petro parece ser una solución audaz y diferente, enfrenta el escepticismo de una superpotencia que, durante años, ha sostenido la bandera de la guerra contra las drogas. La realidad es que, sin importar la perspectiva, la solución al problema del narcotráfico en Colombia no es simple y exige un esfuerzo conjunto y multilateral, donde las voces de las víctimas y las comunidades sean la prioridad. No algo tan simplista y demostradamente inefectivo como amenazar con no dejar a ningún narco con cabeza.