La fertilidad de las estadounidenses no se logra revertir con leyes. A medida que la tasa de fecundidad en el USA y en todo el mundo disminuye, surgen debates sobre cómo abordar las consecuencias económicas y sociales que esto podría traer. Vanessa Brown Calder y Chelsea Follett del Instituto Cato, han planteado preocupaciones sobre la eficacia de las políticas gubernamentales para abordar esta disminución. Según ellas, la evidencia internacional sugiere que los esfuerzos costosos de los estados para subvencionar la maternidad han demostrado ser en gran medida ineficaces.
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La baja fecundidad puede ser vista por algunos como un triunfo para la sostenibilidad medioambiental, sin embargo, hay consecuencias subyacentes que muchos consideran alarmantes. Una población envejecida puede conllevar una carga económica, con menos trabajadores jóvenes para apoyar a los ancianos y menos innovación en la economía. A largo plazo, una disminución constante de la población podría afectar negativamente al crecimiento económico, a la sostenibilidad de los sistemas de seguridad social y a la dinámica cultural y social.
La fertilidad de las estadounidenses
En respuesta a estas preocupaciones, muchos países han implementado políticas para incentivar la maternidad, como primas por nacimiento, prestaciones económicas para familias, permisos laborales retribuidos y acceso a guarderías. En Estados Unidos, la preocupación por las tasas de fecundidad ha atraído la atención bipartidista, con congresistas de ambos lados del pasillo buscando formas de intervenir.
Sin embargo, la cuestión sigue siendo: ¿Pueden estas políticas realmente marcar la diferencia?
El Dr. John Hernandez, un renombrado historiador, señala que «a lo largo de la historia, los gobiernos han intentado influir en la demografía de sus naciones con diversos grados de éxito. Las políticas de fertilidad son una reacción moderna a una tendencia que ha sido evidente durante décadas en muchos países desarrollados. Sin embargo, la historia nos muestra que es difícil, si no imposible, revertir las tendencias demográficas a través de la intervención del estado.»
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La fertilidad de las estadounidenses desde un punto de vista económico, la inversión en tales políticas tampoco parece justificarse. Se estima que se necesitarían unos 250.000 millones de dólares anuales en subvenciones en Estados Unidos para lograr un modesto aumento de 0,2 hijos por mujer. Esto plantea la pregunta de si ese dinero podría ser mejor invertido en otras áreas que también apoyen a las familias y a la sociedad en su conjunto.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha expresado que, si bien es vital apoyar a las familias, es esencial que las políticas sean holísticas y tengan en cuenta las necesidades cambiantes de la sociedad. Las causas subyacentes de la disminución de la fertilidad, como el cambio en las prioridades de vida, la educación, la carrera profesional y las preocupaciones económicas, deben abordarse.
Las soluciones no son simples
Los líderes políticos, por otro lado, están divididos. Sarah Mitchell, una destacada senadora, ha argumentado que «si bien es esencial abordar las tasas de fecundidad, debemos reconocer que las soluciones no son simples y que necesitamos abordar las causas fundamentales más que simplemente ofrecer incentivos económicos.»
Los esfuerzos para revertir la disminución de la fecundidad con políticas gubernamentales pueden ser bien intencionados. Sin embargo, los datos sobre la fertilidad de las estadounidenses y la evidencia hasta ahora, sugieren que las soluciones no son tan simples como ofrecer incentivos económicos. Las causas fundamentales del declive de la fecundidad son complejas y multifacéticas, y abordarlas requerirá un enfoque más matizado y holístico que el que hemos visto hasta ahora.