En una era donde el ingenio de la mercadotecnia puede superar la transparencia y ética, emerge una práctica empresarial que, aunque pueda parecer astuta, ha sido objeto de críticas y cuestionamientos: la «reduflación«.
Este fenómeno ha ganado terreno, y si observamos detenidamente las estanterías de las tiendas y supermercados, es posible encontrar evidencia en productos tan variados como panes, snacks, cereales y hasta suavizantes de tela.
La reduflación
La reduflación puede definirse como la táctica de reducir el tamaño o contenido de un producto mientras se mantiene, o en algunos casos incluso se aumenta, su precio. Para el consumidor medio, el envase puede parecer idéntico al que solía comprar, pero con una inspección más cercana, la realidad es que se está llevando menos producto por el mismo precio.
Esta táctica, que combina aspectos del neuromarketing con una pizca de falta de ética, puede ser un recurso seductor para las empresas, especialmente en tiempos de crisis económica. Si bien puede parecer un ajuste menor, cuando se aplica a millones de unidades vendidas, la reducción en costos para las empresas puede ser significativa. Según datos del Eurostat, el índice de precios al consumidor ha mostrado una tendencia al alza en la última década en Europa, lo que significa que, si bien los precios han aumentado, la cantidad de producto que se obtiene por ese precio ha disminuido.
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Son cambios sutiles
Cuauhtémoc Rivera, presidente de la Alianza Nacional de Pequeños Comerciantes de México (ANPEC), mencionó que esta tendencia se ha manifestado en productos de consumo masivo. Las empresas introducen estos cambios sutilmente, sin hacer mucho alarde, esperando que el consumidor no note la diferencia. Para Rivera, esta táctica no solo es una forma de ahorro, sino también una estrategia para diversificar el portafolio de productos y hacerlos accesibles a diferentes segmentos del mercado.
En contraparte, organismos como la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) han señalado la falta de transparencia en la reduflación. Argumentan que, si bien es válido que las empresas busquen estrategias para enfrentar la crisis, deberían hacerlo de manera ética y transparente, sin engañar al consumidor.
No es un asunto nuevo
Los historiadores económicos sugieren que la reduflación no es un fenómeno nuevo. Durante la Gran Depresión en la década de 1930, algunas empresas ya utilizaban tácticas similares, aunque no tan sofisticadas como las de hoy. Las crisis económicas han llevado a las empresas a innovar, pero también a tomar atajos que pueden perjudicar al consumidor.
Las repercusiones de la reduflación son diversas. Por un lado, las empresas logran mantener márgenes de beneficio en tiempos de incertidumbre económica. Pero, por otro lado, la confianza del consumidor puede verse afectada. En un estudio realizado por la Universidad de Cambridge en 2019, se encontró que los consumidores que descubren que han sido «víctimas» de la reduflación tienden a cambiar de marca o de producto, lo que a largo plazo podría ser perjudicial para las empresas.
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Un tema con epicentro
El debate sobre la reduflación es complejo. ¿Es simplemente una estrategia inteligente de las empresas para sobrevivir a las crisis económicas? ¿O es un engaño que juega con la percepción del consumidor? Lo que es indiscutible es que, en tiempos de incertidumbre económica, los consumidores deben estar más alertas que nunca, comparando, verificando y tomando decisiones informadas.
Esperemos que, en el futuro, las empresas opten por la transparencia y ética como pilares de sus estrategias de marketing, reconociendo que un consumidor informado y satisfecho es, a largo plazo, la mejor inversión. Por ahora, la reduflación nos sirve como un recordatorio de la constante evolución del mercado y de la necesidad de mantenernos informados y vigilantes.