Javier Milei ha logrado posicionarse como una figura central en la política argentina, no solo por sus propuestas económicas radicales, sino también por su estilo comunicacional incendiario. En un escenario político donde el diálogo y la diplomacia solían tener un papel importante, Milei ha irrumpido con un discurso agresivo, caracterizado por la “animalización” de sus adversarios. Desde la campaña que lo llevó a la presidencia, Milei no ha dejado de lanzar insultos y comparaciones que deshumanizan a sus oponentes, ganándose el apodo de “hater de smartphone en mano”. Su particular estilo de ataque, directo y sin filtros, parece diseñado para maximizar el impacto en las redes sociales, donde cada insulto se convierte en contenido viral, ampliando su influencia en un electorado cada vez más polarizado.
Este fenómeno ha sido ampliamente documentado por los periodistas Mar Centenera y Javier Lorca en su artículo para EL PAÍS, titulado: «Javier Milei, el insulto como política de Estado: ‘Rata, excremento humano, zurdo de mierda'». Centenera, corresponsal en Buenos Aires, y Lorca, un veterano redactor, relatan cómo el presidente argentino ha acumulado una lista interminable de agresiones verbales hacia políticos, periodistas y figuras públicas. Ambos coinciden en que Milei, lejos de moderar su discurso tras asumir la presidencia, ha intensificado su violencia verbal. Esta estrategia ha sido replicada por sus ministros y amplificada por un ejército de seguidores en las redes sociales, consolidando su figura como un hater de smartphone en mano que no teme usar su poder para avivar las tensiones sociales.
Milei es un hater de smartphone en mano
Desde su llegada al poder, Milei ha reforzado su reputación como un líder que no busca la conciliación. En cambio, ha optado por la polarización extrema, etiquetando a sus adversarios con términos degradantes que los reducen a seres inferiores. Los términos “ratas inmundas” y “cucarachas” son solo algunos de los ejemplos más conocidos de su retórica. Estos insultos no son meras expresiones de desdén; tienen el propósito deliberado de deshumanizar a sus oponentes y de presentarlos como una amenaza que debe ser eliminada. Como un verdadero hater de smartphone en mano, Milei ha convertido la política en una arena de confrontación constante, donde el respeto mutuo ha sido sustituido por el desprecio público.
Lo más preocupante es que esta “animalización” de sus adversarios ha sido acogida con entusiasmo por un sector de la sociedad que se siente identificado con su estilo directo. Como señalan Centenera y Lorca, la popularidad de Milei se alimenta en gran medida de su habilidad para aprovechar los algoritmos de las redes sociales, donde los mensajes moderados tienen poca relevancia. En cambio, los discursos extremistas y los insultos generan millas de reacciones, me gusta y retuits. En este contexto, el comportamiento de Milei como un hater de smartphone en mano no es casualidad; es una estrategia política que busca provocar y dividir, sabiendo que esto aumentará su visibilidad y su impacto.
Atacar sin cesar
Un caso que ilustra bien esta táctica fue su ataque verbal a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, a quien Milei ha calificado en varias ocasiones de “montonera tirabombas” y a la que, recientemente, le dedicó una frase especialmente inquietante: “Me encantaría meterle el último clavo al cajón del kirchnerismo con Cristina adentro”. La crudeza de esta declaración, pronunciada en una entrevista televisada, provocó una ola de repudio en un país donde el recuerdo del intento de asesinato a la expresidenta aún está fresco. Sin embargo, para Milei, estos comentarios no son motivo de retractación, sino una forma de reafirmar su postura como un hater de smartphone en mano, que no teme traspasar los límites de la decencia para captar la atención mediática.
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El sociólogo italiano Giuliano da Empoli, citado por Centenera y Lorca, señala que Milei forma parte de una nueva generación de líderes que han aprendido a utilizar la lógica de los algoritmos en su favor. En vez de buscar el consenso, estos líderes optan por la radicalización, conscientes de que en las redes sociales los extremos son mucho más efectivos para movilizar a las masas. En el caso de Milei, su comportamiento como un hater de smartphone en mano ha sido clave para crear una legión de seguidores que no solo comparten sus ideas, sino que también replican su estilo confrontacional en cada interacción digital.
Las RRSS son cunas para el odio
Las redes sociales se han convertido en el campo de batalla perfecto para un líder que ha hecho de la ofensa su herramienta principal. En cada tuit, en cada declaración pública, Milei despliega su arsenal de insultos, sabiendo que estos no solo dañan la reputación de sus adversarios, sino que también consolidan su imagen de outsider antisistema. En su discurso, los medios de comunicación tradicionales y los políticos de la oposición son presentados como “ensobrados”, “pauteros” y “mentirosos”, epítetos que deslegitiman cualquier crítica o desacuerdo. Así, Milei no solo actúa como un hater de smartphone en mano, sino que se ha convertido a sus seguidores en un ejército de haters que replican su mensaje de odio en las plataformas digitales.
Los ataques de Milei no se limitan a la esfera política. Artistas, periodistas y figuras del entretenimiento también han sido objeto de sus diatribas. Un ejemplo reciente fue su ataque a la cantante Lali Espósito, a quien Milei llamó “parásito” y “Lali Depósito” por, según él, beneficiarse de fondos públicos para participar en eventos musicales. Este tipo de ataques, que combinan el desprecio personal con la acusación de corrupción, son habituales en el discurso de Milei, quien parece disfrutar del rol de hater de smartphone en mano, siempre dispuesto a señalar con el dedo a quienes consideran parte del “lado oscuro” de la sociedad.
Personalidad política
En definitiva, el uso de la “animalización” de sus adversarios por parte de Milei no es solo una estrategia comunicacional, sino una extensión de su personalidad política. Como un hater de smartphone en mano, Milei ha creado una marca personal basada en la provocación, el insulto y la polarización. Este estilo no solo ha redefinido el debate político en Argentina, sino que también ha generado una nueva forma de hacer campaña, donde la agresión verbal se convierte en un arma más poderosa que cualquier propuesta de gobierno. En un país profundamente dividido, Milei ha demostrado que la ofensa, cuando es utilizada con maestría en las redes sociales, puede ser un camino hacia el poder.
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La estrategia de Milei, sin embargo, tiene consecuencias. Aunque sus seguidores celebran cada exabrupto como una muestra de su autenticidad, sus detractores advierten que este tipo de retórica no solo erosiona el debate democrático, sino que también normaliza la violencia verbal como parte del juego político. La pregunta que muchos se hacen es si Milei podrá mantener su rol de hater de smartphone en mano sin que esto termine socavando la estabilidad social de un país que ya enfrenta profundas crisis económicas y políticas. Lo cierto es que, por ahora, Milei sigue apostando a que los insultos y la confrontación son su mejor carta para mantenerse en el poder, mientras Argentina observa con asombro cómo la política se convierte en un espectáculo de odio a golpe de teléfono inteligente.