Un tono apocalíptico de parte del Gobierno de Petro se cierra en Navidad

La temporada navideña en Colombia, tradicionalmente asociada con festividades y esperanza, se encuentra este año bajo una atmósfera de incertidumbre que se cierne sobre el país. El Gobierno de Petro ha encendido las alarmas al anunciar sobre un posible «incumplimiento», en caso de que el Congreso no apruebe la Ley de Financiamiento propuesta por el Ejecutivo. La posibilidad de que el Estado no cumpla con sus obligaciones económicas se presenta como una amenaza tangible, mientras el presidente Gustavo Petro intensifica su discurso para conseguir apoyo en el Legislativo y evitar este sombrío desenlace.

Camila Osorio, corresponsal de cultura en EL PAÍS América, ha abordado esta situación en su artículo titulado: “Petro respalda a su ministro de Hacienda pese a advertir el riesgo a un ‘default’”. Osorio, con amplia experiencia en medios internacionales como The New Yorker y La Silla Vacía, analiza cómo el Gobierno de Petro enfrenta esta crisis financiera entre la presión política y el escándalo de corrupción que involucra a su ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla. La periodista destaca que la estrategia del presidente ha sido combinar defensa hacia sus colaboradores clave con una narrativa que busca responsabilizar a la oposición de los riesgos económicos que enfrentan las finanzas públicas.

Gobierno de Petro encara un default

La Ley de Financiamiento, presentada en septiembre, busca recaudar 12 billones de pesos adicionales para cerrar el presupuesto de 2025. Sin embargo, el trámite legislativo ha sido lento, y las sesiones ordinarias del Congreso concluyen el 16 de diciembre. Para acelerar el proceso, el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo, ha anunciado la convocatoria a sesiones extraordinarias en un intento por garantizar la aprobación de la reforma antes de fin de año. Desde el Gobierno de Petro, se sostiene que estos fondos son esenciales no solo para mantener la estabilidad económica, sino también para financiar programas sociales prioritarios.

La posibilidad de que el Estado no cumpla con sus obligaciones económicas se presenta como una amenaza tangible, mientras el presidente Gustavo Petro intensifica su discurso para conseguir apoyo en el Legislativo y evitar este sombrío desenlace. Ilustración MidJourney

El clima político, sin embargo, se ha enrarecido aún más debido al escándalo que envuelve a Bonilla. Acusaciones de corrupción en la Unidad Nacional de Gestión de Riesgo y Desastres (UNGRD) han puesto en duda su continuidad en el cargo. Según el testimonio de María Alejandra Benavides, exasesora del ministro, Bonilla habría canalizado recursos de la UNGRD hacia congresistas en busca de apoyo para aprobar créditos fiscales. Aunque el ministro ha negado las acusaciones, el caso ha generado un intenso debate público y ha debilitado su posición dentro del Gobierno.

«Hombre serio y honesto»

El Gobierno de Petro, lejos de ceder ante las críticas, ha intensificado su respaldo hacia Bonilla, describiéndolo como un «hombre serio y honesto». En su cuenta de X, el presidente ha atribuido las dificultades financieras actuales a factores externos, como decisiones de la Corte Constitucional que limitaron los ingresos tributarios, el impacto de las políticas heredadas de gobiernos anteriores y la lentitud del Banco de la República en reducir las tasas. de interés. Para Petro, el riesgo de un default no surge de las decisiones de su administración, sino de lo que denomina un «ahogamiento fiscal» provocado por la oposición y los sectores neoliberales.

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El término «default» resuena con fuerza, evocando imágenes de crisis económicas severas como las vividas por Venezuela en los últimos años. Este tipo de cesación de pagos no solo afecta la capacidad del Estado para cumplir con sus compromisos financieros, sino que también genera efectos en cadena: devaluación de la moneda, inflación descontrolada y un empobrecimiento generalizado. En este contexto, el discurso de Petro busca posicionar a su Gobierno como una víctima de un sistema político y económico que, según él, prioriza intereses particulares sobre el bienestar colectivo.

Metáfora de la esperanza

En medio de este escenario, la Navidad se convierte en una metáfora de la lucha entre la esperanza y la incertidumbre. Mientras el Gobierno de Petro redobla esfuerzos para conseguir los votos necesarios en el Congreso, los colombianos observan con escepticismo cómo se desarrollan los acontecimientos. Por un lado, se presentan argumentos técnicos sobre la necesidad de la Ley de Financiamiento para evitar un colapso económico; por otro, las acusaciones de corrupción y la desconfianza hacia las instituciones profundizan la sensación de inestabilidad.

El presidente ha insistido en que la Ley de Financiamiento es el único mecanismo viable para evitar el default, pero este planteamiento ha sido cuestionado por opositores como el presidente del Congreso, Efraín Cepeda. Cepeda ha criticado la falta de ejecución presupuestaria del Gobierno y ha señalado que antes de imponer nuevos impuestos a los colombianos, Petro debería enfocarse en los recursos ya asignados. Esta confrontación ha llevado el debate económico a un terreno de tensiones personales, reflejando la polarización que caracteriza al panorama político actual.

La Navidad, lejos de ser una época de unidad y reconciliación, se perfila este año como un período marcado por el enfrentamiento político y la incertidumbre económica. El Gobierno de Petro, al insistir en la narrativa de una crisis que se cierra sobre Colombia, ha introducido un tono apocalíptico en un momento que, para muchos, debería estar dedicado a la reflexión y la esperanza. Ilustración MidJourney.

Sector educativo afectado

Mientras tanto, ministros como el de Educación han advertido que la falta de aprobación de la reforma podría tener consecuencias directas en áreas sensibles como los créditos educativos, que dependen del presupuesto para el próximo año. Este tipo de declaraciones refuerzan la narrativa del Gobierno de Petro, que busca proyectar un sentido de urgencia y responsabilidad ante el Congreso y la ciudadanía.

Sin embargo, la estrategia de Petro no está exenta de riesgos. Al presentar el posible default como una amenaza inminente, el mandatario se arriesga a generar pánico económico y exacerbar las divisiones políticas. Al mismo tiempo, su defensa incondicional hacia Bonilla, pese a las acusaciones en su contra, podría ser interpretada como una señal de debilidad institucional en un momento en que se requiere estabilidad y confianza.

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La Navidad, lejos de ser una época de unidad y reconciliación, se perfila este año como un período marcado por el enfrentamiento político y la incertidumbre económica. El Gobierno de Petro, al insistir en la narrativa de una crisis que se cierra sobre Colombia, ha introducido un tono apocalíptico en un momento que, para muchos, debería estar dedicado a la reflexión y la esperanza. Resta por ver si esta estrategia logrará los objetivos del presidente o si, por el contrario, profundizará las tensiones en una sociedad ya fracturada.

 

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