El presidente argentino Javier Milei ha encendido nuevamente la polémica con sus duras declaraciones contra los medios de comunicación, a los que ha calificado como “delincuentes con micrófono”. En un mensaje publicado en la red X, Milei reiteró sus críticas hacia los periodistas, acusándolos de mentir, calumniar y extorsionar. Estas declaraciones, que han causado revuelo tanto en Argentina como en el ámbito internacional, no son aisladas: forman parte de una campaña más amplia del mandatario ultraderechista para confrontar lo que considera un sistema mediático corrupto y alineado con intereses políticos opuestos a su visión libertaria.
El contexto de estas palabras fue desarrollado inicialmente por Federico Rivas Molina, corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016, quien es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y cuenta con un máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona. Rivas Molina publicó un reportaje titulado: “Milei redobla sus ataques contra periodistas: ‘Les llegó la hora’” , en el que detalla cómo el mandatario no solo ha intensificado su retórica agresiva contra los periodistas, sino que también ha utilizado entrevistas internacionales para reforzar sus señalamientos. Entre ellas, destaca una reciente conversación con el influencer Lex Fridman, en la que describió a los periodistas como “torturadores seriales” y “ensobrados corruptos”.
Delincuentes con micrófono
Milei, quien construyó su carrera política en gran parte gracias a su exposición en los medios de comunicación, parece ahora haber volcado su discurso en contra de aquellos mismos periodistas que contribuyeron a su ascenso. En su etapa como comentarista habitual en programas de debate político, sus opiniones explosivas y su estilo confrontativo lo convirtieron en un personaje mediático infaltable. Sin embargo, tras llegar a la presidencia, el líder libertario ha restringido su acceso a los medios, reduciendo el número de periodistas autorizados para entrevistarlo a un grupo muy selecto. Esta medida, combinada con su activa participación en redes sociales, refuerza su estrategia de comunicación directa con su base de seguidores, evitando así los cuestionamientos de los medios tradicionales, que Milei asegura están plagados de “delincuentes con micrófono”.

Las críticas de Milei se han encontrado eco en su entorno político y en las agrupaciones que lo apoyan. Durante un reciente mitin, Agustín Laje, uno de los ideólogos del mileismo, aseguró que los periodistas “se han ganado el legítimo odio de toda la sociedad civil”. Este tipo de declaraciones no solo alimenta el enfrentamiento entre el presidente y los medios, sino que también exacerba un clima de tensión y polarización en Argentina. Los seguidores más fervientes de Milei han adoptado este discurso como una causa propia, llevando a las redes sociales ataques organizados contra periodistas y comunicadores que critican al mandatario. En este escenario, la expresión “delincuentes con micrófono” se ha convertido en una suerte de mantra que refuerza la narrativa oficialista.
Anulados por anacrónicos
En su intervención con Lex Fridman, Milei vinculó su postura hacia los medios con su decisión de eliminar la publicidad oficial en la prensa argentina. Según el presidente, esta medida busca acabar con un sistema de prebendas que, a su juicio, ha fomentado la corrupción y la dependencia de los medios hacia el Estado. Sin embargo, sus críticos señalan que esta política no solo pone en peligro la sustentabilidad de muchos medios, sino que también representa un intento de llamar voces disidentes. Para Milei, la prensa tradicional, caterva de delincuentes con micrófono, ha perdido su privilegio como único intermediario de la información pública, gracias al auge de las redes sociales, que él considera un espacio de mayor libertad y competencia.
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El periodista Marcelo Longobardi, quien ha sido blanco constante de las acusaciones de Milei, protagonizó recientemente un acalorado intercambio con Guillermo Francos, jefe de Ministros del gobierno. Longobardi, una figura destacada del periodismo argentino, cuestionó las afirmaciones de Milei sobre los “ensobrados” y exigió una respuesta clara sobre por qué debía soportar los insultos y las acusaciones provenientes del gobierno. Este enfrentamiento ilustra el nivel de confrontación que caracteriza actualmente la relación entre el presidente y los medios de comunicación.
Un alud se forma en algún lado
Mientras Milei intensifica su guerra contra la prensa, algunos analistas sugieren que su retórica podría tener un efecto boomerang. Aunque su discurso resuena entre su base de seguidores, también alimenta la desconfianza de sectores moderados que ven en estas declaraciones un peligroso intento de socavar la libertad de prensa. Por otro lado, el mandatario parece consciente del poder movilizador de su estrategia, utilizando términos como “delincuentes con micrófono” para consolidar una relación que posiciona a los periodistas como parte de la “casta” a la que también incluye a políticos, empresarios y sindicalistas.

En un reciente acto público, Milei protagonizó otra escena controvertida al dirigir insultos hacia los periodistas, mientras una multitud coreaba expresiones ofensivas contra ellos. Este tipo de manifestaciones, que combinan un discurso antisistema con elementos de culto a la personalidad, han generado preocupación entre organizaciones de derechos humanos y defensores de la libertad de prensa. Para muchos, la combinación de ataques verbales, reducción del acceso a entrevistas y eliminación de financiamiento público para los medios constituye un intento deliberado de debilitar el cuarto poder.
Milei, a gusto como siempre
A pesar de las críticas, Milei no muestra signos de moderar su discurso. Por el contrario, parece decidido a profundizar su enfrentamiento con la prensa, argumentando que este es un paso necesario para “limpiar” el sistema y establecer una relación más transparente entre el gobierno y la ciudadanía. En su visión, el uso de redes sociales como plataforma principal de comunicación no solo democratiza el acceso a la información, sino que también rompe con el monopolio de la narrativa que, según él, han ejercido los “delincuentes con micrófono”.
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La escalada retórica de Milei plantea interrogantes sobre el futuro de la relación entre el gobierno argentino y los medios de comunicación. Mientras algunos ven en su estrategia un intento genuino de desafiar estructuras corruptas, otros temen que su discurso representa un peligroso precedente para la libertad de expresión. Lo cierto es que, con cada nueva declaración, el presidente refuerza una narrativa que polariza aún más a una sociedad ya dividida, dejando a la prensa en el centro de una batalla cultural que parece lejos de concluir.