La pregunta que persiste en la mente de muchos es: ¿puede confiarse en el voto electrónico? El papel que desempeña la tecnología en las elecciones ha sido objeto de numerosos debates y escrutinios en los últimos años. En un país donde la tecnología se erige como un ídolo y las ciencias como un credo, Estados Unidos ha experimentado constantes innovaciones en su proceso electoral.
Para la mayoría de los votantes estadounidenses en 2020, su participación en la democracia dejó una huella tangible. Utilizaron sistemas que produjeron un rastro de papel, ya sea a través de boletas en papel escaneadas ópticamente o máquinas DRE (Direct Recording Electronic) con capacidad de impresión. Estos sistemas, en su esencia, buscan fusionar lo mejor de dos mundos: la velocidad y eficiencia de la tecnología con la fiabilidad y transparencia de la documentación física.
Voto electrónico
Sin embargo, estas garantías parecieron insuficientes para el entonces presidente Donald Trump. Tras las elecciones de 2020, en las que Joe Biden fue declarado ganador, Trump expresó su descontento, sosteniendo que la elección le había sido robada, a pesar de que no presentó evidencia concluyente que respaldara estas afirmaciones.
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La Comisión de Asistencia Electoral de EE.UU. (EAC, por sus siglas en inglés), organismo gubernamental encargado de la certificación de las máquinas electorales, ha afirmado en múltiples ocasiones que el proceso es seguro y transparente. Según datos de la EAC, menos del 0.001% de las máquinas presentaron algún tipo de fallo o inconsistencia durante las elecciones de 2020. Estas cifras, apoyadas por auditorías y revisiones posteriores, indican que el sistema en su conjunto funcionó de manera adecuada. Además, el voto electrónico puro en los EE.UU. es una rareza.
Más seguro, confiable e inmediato
Expertos en el ámbito electoral y en la seguridad informática coinciden en que la participación electrónica, cuando se implementa correctamente, no solo es segura, sino que también puede incrementar la participación y facilitar el proceso para los votantes. El Dr. Michael Alvarez, historiador y experto en procesos electorales, opina que «a lo largo de la historia, hemos visto cómo la innovación y la adaptación tecnológica han impulsado la democracia en Estados Unidos. Desde la introducción de las papeletas estandarizadas en el siglo XIX hasta las máquinas de votación electrónica de hoy, siempre ha habido reticencias iniciales. Sin embargo, con adecuadas medidas de seguridad y transparencia, estos sistemas pueden ser extremadamente confiables».
A su vez, varios organismos especializados en la observación de elecciones, como la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), han elogiado la forma en que Estados Unidos ha implementado medidas de verificación y seguridad en su proceso electoral. Su reporte sobre las elecciones de 2020 destaca que tras el voto electrónico o no, el sistema de rastro de papel actúa como una salvaguarda esencial, permitiendo revisiones y recuentos si es necesario.
Un debate internacional
El debate sobre el voto electrónico no es exclusivo de Estados Unidos. Otros países han implementado sistemas similares con diferentes grados de éxito. Lo que es claro es que, en un mundo cada vez más digitalizado, el equilibrio entre la innovación tecnológica y la integridad del proceso electoral es esencial.
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En el ámbito político, la percepción sobre la seguridad del voto automatizado puede ser polarizada. Mientras algunos, como Trump, expresan sus dudas sobre su integridad, otros, como el senador demócrata Mark Warner, ven en esta herramienta una oportunidad para modernizar y hacer más accesible el proceso electoral, siempre y cuando se garantice su seguridad.
Con todo, la participación de lo electrónico en las elecciones representa un avance en la forma en que se llevan a cabo los comicios, ofreciendo eficiencia y rapidez. Sin embargo, la confianza en el proceso es fundamental. Es esencial que se continúe invirtiendo en medidas de seguridad y transparencia para garantizar que el voto de cada ciudadano cuente y que las elecciones reflejen de manera precisa la voluntad del pueblo estadounidense.