Donald Trump, conocido por su estilo provocador y su inclinación hacia la controversia, podría estar a punto de sorprender al mundo de nuevo. Esta vez, con su propio enfoque hacia un conflicto que ha desafiado a generaciones de líderes mundiales: la solución de dos Estados para Israel y Palestina. Aunque su regreso como proyecto a la presidencia de los Estados Unidos no está garantizado, Trump ha demostrado ser impredecible y ambicioso en sus intentos de cambiar el curso de la historia. ¿Podría el sombrero de MAGA contener la clave para resolver uno de los conflictos más intrincados del mundo?
Thomas L. Friedman, reconocido columnista de The New York Times, es la mente detrás del análisis que plantea esta posibilidad. Con décadas de experiencia cubriendo asuntos internacionales y especializados en el conflicto de Oriente Medio, Friedman publicó recientemente un artículo titulado: «Cómo Trump puede ganarse un lugar en la historia que no esperaba». En su pieza, Friedman argumenta que Trump podría, contra todos los pronósticos, convertirse en el artífice de una solución de dos Estados si retoma la propuesta que elaboró durante su mandato en 2020. Según Friedman, el expresidente ya demostró su capacidad para negociar acuerdos históricos, como los Acuerdos de Abraham, y podría usar esa experiencia para dar un giro inesperado en el conflicto israelí-palestino.
Trump ya tiene la solución de dos Estados
El plan de Trump de 2020, conocido como “Paz para la prosperidad”, marcó un hito en las propuestas de paz estadounidenses al ser uno de los esquemas más detallados presentados desde los parámetros establecidos por Bill Clinton en los años 90. Aunque el plan fue criticado por su falta de participación palestina y sus concesiones unilaterales hacia Israel, planteó una estructura que reconocía la necesidad de un Estado palestino desmilitarizado junto a Israel. Friedman señala que, aunque este plan necesitaría modificaciones sustanciales tras los eventos recientes, sigue siendo una base tangible para negociar una solución de dos Estados, algo que ningún presidente estadounidense ha ofrecido públicamente en más de dos décadas.

El contexto actual, sin embargo, es complejo. Los recientes ataques de Hamás y la escalada de violencia en Gaza han agudizado las tensiones en la región, haciendo que cualquier intento de negociación parezca inviable a corto plazo. No obstante, Friedman resalta que las crisis también pueden generar oportunidades únicas. La fatiga de la guerra es palpable entre israelíes y palestinos, según las conversaciones que Friedman sostuvo durante su reciente visita a la región. Muchos líderes políticos y empresariales de ambos lados coinciden en que la continuidad del conflicto no es sostenible. Esta exasperación podría ser el catalizador para que ambas partes consideren seriamente el plan de Trump como punto de partida.
Intercambios territoriales
Uno de los aspectos más controvertidos del plan de Trump es su propuesta de intercambios territoriales que permitirían a Israel anexarse aproximadamente el 30% de Cisjordania, mientras que los palestinos recibirían tierras del desierto del Néguev como compensación. Aunque esta propuesta fue criticada por no ofrecer un intercambio de tierras equitativo, Friedman argumenta que podría adaptarse para satisfacer las demandas de ambas partes. Además, el plan incluye la creación de corredores terrestres y túneles para conectar Gaza y Cisjordania, así como la designación de una capital palestina en las afueras de Jerusalén, un detalle que podría suavizar las tensiones sobre uno de los puntos más sensibles del conflicto.
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La clave para que Trump pueda implementar esta solución de dos Estados, según Friedman, radica en su capacidad para recuperar el enfoque pragmático y audaz que mostró durante la negociación de los Acuerdos de Abraham. Sin embargo, esto requeriría que Trump supere las influencias de los elementos más radicales dentro de su propio partido y de su base de apoyo, que tienden a favorecer la anexión total de Cisjordania. Friedman destaca que Trump tiene una oportunidad única para demostrar que puede liderar desde el centro, presentándose como un estadista capaz de equilibrar los intereses de Israel con las legítimas aspiraciones de los palestinos.
Ayudarían los Acuerdos de Abraham
El apoyo de los Emiratos Árabes Unidos y otros países árabes que participaron en los Acuerdos de Abraham también podría ser crucial para avanzar en este proceso. Según Friedman, estos países tienen un interés estratégico en estabilizar la región y en contrarrestar la influencia de Irán, lo que podría incentivarlos a respaldar un nuevo intento de negociar una solución de dos Estados. Además, la comunidad internacional, fatigada por décadas de inacción y violencia, probablemente vería con buenos ojos cualquier esfuerzo serio por resolver el conflicto, incluso si proviene de un personaje tan polarizante como Trump.

A pesar de las posibilidades que ofrece esta iniciativa, Friedman no es ingenuo sobre los desafíos que implica. Los líderes de Hamás y otros grupos extremistas dentro de Gaza representan un obstáculo significativo, ya que su permanencia en el poder dificulta cualquier avance hacia la paz. Por otro lado, la coalición de gobierno de Benjamín Netanyahu, dominada por elementos ultranacionalistas, también complica el panorama al rechazar cualquier concesión significativa a los palestinos. Friedman enfatiza que cualquier plan de paz exitoso requerirá un esfuerzo concertado para superar estas barreras internas y externas.
EE.UU. se haría más fuerte
El análisis de Friedman también subraya las implicaciones más amplias de este conflicto para los Estados Unidos. Una solución de dos Estados no solo beneficiaría a israelíes y palestinos, sino que también reforzaría la posición de Estados Unidos en el Oriente Medio. En un momento en que la influencia de China y Rusia está creciendo en la región, la capacidad de Washington para liderar un acuerdo de paz sería una muestra contundente de su relevancia geopolítica. Además, al estabilizar la región, Estados Unidos podría evitar verse arrastrado a conflictos más amplios que amenazan sus intereses estratégicos.
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En última instancia, el sombrero de MAGA de Trump podría albergar más que retórica populista; podría contener una propuesta concreta para abordar uno de los conflictos más persistentes del mundo. Si Trump logra revivir su plan de 2020 y adaptarlo a las realidades actuales, tiene el potencial de cambiar su legado histórico de manera drástica. Como dice Friedman, la historia judía y palestina estará interesada en Trump, aunque él mismo no esté interesado en ellas. La pregunta ahora es si el expresidente está dispuesto a asumir el desafío y demostrar que, incluso en los conflictos más complejos, las soluciones audaces son posibles.