Mutismo: Vladimir Putin ha sido emboscado por ISIS-K en pleno corazón de Moscú

En una noche que marcó uno de los episodios más sombríos en la historia reciente de Rusia, el presidente Vladimir Putin se encontró en el ojo del huracán tras una emboscada sin precedentes perpetrada por ISIS-K, directamente en el corazón de Moscú. Este audaz ataque no solo desafía la percepción de invulnerabilidad del Kremlin sino que también señala un giro inquietante en la táctica de las organizaciones terroristas. ISIS-K, conocido formalmente como Estado Islámico Jorasán, ha emergido desde las sombras para reclamar la autoría de este atroz acto, dejando al descubierto las complejas capas de la amenaza terrorista global y su enfoque en Rusia.

Este reportaje se inspira en el análisis de Greg Barton, titular de la Cátedra de Política Islámica Global en el Instituto Alfred Deakin para la Ciudadanía y la Globalización y Académico residente Asia Society Australia de la Universidad Deakin. En su comentario académico para The Conversation, titulado “¿Por qué el Estado Islámico habría atacado a Rusia y qué significa para la amenaza terrorista global?”, Barton desglosa meticulosamente el ataque, situándolo dentro de un contexto más amplio de creciente tensión y hostilidad.

Un crupier de terror llamado ISIS-K

El modus operandi de este brutal atentado en Moscú resonó con los ecos de previos ataques orquestados por ISIS-K, un grupo establecido en 2015 en Afganistán que ha intensificado su campaña terrorista contra Europa, incluida Rusia. Más que un jugador, estos desalmados son un crupier que ha repartido terror en alrededor de 21 atentados planeados en nueve países en el último año. ISIS-K ha demostrado una capacidad y voluntad alarmantes para extender su alcance, incluso bajo la intensa presión de las fuerzas especiales afganas y las tropas estadounidenses antes de la retirada de Estados Unidos de Afganistán en 2021. La creciente fuerza de ISIS-K, ahora con miles de combatientes operando en casi todas las provincias de Afganistán, plantea una amenaza inminente no solo para Rusia sino para toda Europa.

ISIS-K
La respuesta del Kremlin al ataque ha sido, hasta el momento, predeciblemente opaca, con Putin culpando inicialmente a Ucrania en un discurso televisado que muchos consideraron tardío y desvinculado de la realidad. Ilustración MidJourney

El contexto detrás de la elección de Rusia como blanco refleja una amalgama de oportunidad, venganza y estrategia. Citando la ocupación militar de Afganistán por parte de Rusia en la década de 1980 y su represión de las comunidades musulmanas, especialmente en el Cáucaso Norte, así como el apoyo ruso al régimen de Bashar al-Assad en Siria, ISIS-K ha justificado sus acciones. Este ataque también subraya la vulnerabilidad de los llamados objetivos blandos, escogidos por su impacto simbólico y capacidad para sembrar el terror en el corazón de la nación atacada.

Ucrania es chivo expiatorio

La respuesta del Kremlin al ataque ha sido, hasta el momento, predeciblemente opaca, con Putin culpando inicialmente a Ucrania en un discurso televisado que muchos consideraron tardío y desvinculado de la realidad. La reticencia a aceptar la autoría de ISIS-K por parte del Estado Islámico sugiere una complejidad en la narrativa que el Kremlin está dispuesto a admitir, lo que podría presagiar una respuesta violenta contra las comunidades musulmanas dentro de Rusia, exacerbando aún más las tensiones regionales.

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Además, la crítica internacional hacia la respuesta de Rusia ha sido palpable. A principios de este mes, los EE.UU., junto con otras cinco naciones, compartieron informaciones de inteligencia sobre planes de ISIS-K de atacar en Moscú, advertencias que el Kremlin desestimó, percibiéndolas como un intento de desacreditar a Rusia. Esta negligencia ante claras advertencias de seguridad plantea serias preguntas sobre la eficacia de las medidas antiterroristas rusas y su disposición para enfrentar la realidad de la amenaza que ISIS-K representa.

Un enemigo común

La situación actual demanda una reflexión profunda sobre la naturaleza cambiante del terrorismo global y el papel de Rusia dentro de este paradigma. Mientras el mundo observa, el atentado en Moscú no solo desafía la estabilidad regional, sino que también presagia un capítulo nuevo y ominoso en la lucha global contra el terrorismo. La narrativa de ISIS-K y su capacidad para ejecutar ataques de gran envergadura en el corazón de naciones poderosas como Rusia refuerza la urgencia de una cooperación internacional más estrecha en materia de seguridad e inteligencia.

La elección de Moscú como blanco, más allá de las justificaciones ideológicas o históricas, señala una escalada en la osadía de ISIS-K. Este grupo, a pesar de las adversidades y la presión militar, ha logrado cultivar una red de operativos capaces de penetrar en territorios altamente vigilados. Esta realidad no solo enciende alarmas sobre la capacidad de Rusia para protegerse contra amenazas internas, sino que también sugiere una vulnerabilidad global ante el resurgimiento del terrorismo islamista.

ISIS-K
El ataque perpetrado por ISIS-K en Moscú no solo es un recordatorio de la constante evolución de la amenaza terrorista sino también un llamado a la acción para naciones y organizaciones internacionales. Ilustración MidJourney.

El impacto del ataque trasciende las pérdidas inmediatas y el terror sembrado en la población. Económicamente, Rusia podría enfrentar una creciente incertidumbre. Inversionistas y mercados globales, ya sensibles a la inestabilidad política y de seguridad, pueden reevaluar sus compromisos y la percepción de riesgo en la región. Socialmente, la fractura entre comunidades dentro de Rusia podría profundizarse, especialmente si el gobierno de Putin opta por medidas represivas contra minorías, en un intento de demostrar fuerza y control.

El terror podría unirlos

Este atentado también podría reconfigurar las alianzas internacionales y las estrategias contra el terrorismo. La comunidad internacional, previamente advertida del potencial de ISIS-K para perpetrar ataques fuera de Afganistán, ahora podría verse obligada a reconocer que la amenaza de ISIS-K no es regional sino global. Esto podría llevar a un reajuste en las estrategias de inteligencia y una mayor inversión en la lucha contra redes terroristas transnacionales.

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La narrativa del Kremlin respecto al ataque y su potencial cambio de postura hacia ISIS-K serán cruciales en las próximas semanas y meses. Si bien la respuesta inicial ha sido culpar a actores externos, principalmente a Ucrania, la evidencia presentada por ISIS-K y la comunidad de inteligencia internacional podrían presionar a Rusia a reconocer la verdadera magnitud de la amenaza y reevaluar su estrategia de seguridad interna y externa.

Hijos del Estado Islámico

Por otro lado, el ataque de ISIS-K en Moscú destaca la persistente y adaptativa amenaza que representa el terrorismo islamista. Años después de la proclamada derrota del Estado Islámico en Siria e Irak, sus ramificaciones, como ISIS-K, demuestran una capacidad sorprendente para regenerarse y atacar. Esto subraya la importancia de no subestimar o simplificar la lucha contra el terrorismo, la cual requiere una respuesta multidimensional que abarque no solo lo militar y lo seguridad, sino también la prevención, mediante el abordaje de las causas subyacentes que fomentan el extremismo.

El ataque perpetrado por ISIS-K en Moscú no solo es un recordatorio de la constante evolución de la amenaza terrorista sino también un llamado a la acción para naciones y organizaciones internacionales. La lucha contra el terrorismo, lejos de concluir, está entrando en una nueva fase caracterizada por la audacia, la adaptabilidad y la globalización de grupos extremistas. La respuesta a este desafío, tanto por parte de Rusia como de la comunidad internacional, definirá no solo la seguridad futura sino también la naturaleza de la cooperación global en una era de incertidumbre y amenazas transnacionales.

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