Josep Borrell: los europeos frente a Israel son presas de los fantasmas del pasado

Josep Borrell, alto representante de Política Exterior y Seguridad de la Unión Europea (UE), ha señalado que los europeos frente a Israel son prisioneros de los fantasmas de su historia. Estas palabras, pronunciadas en medio de una creciente tensión en Oriente Próximo, reflejan una problemática persistente: la compleja relación entre los países europeos y el Estado israelí, marcada por las heridas del Holocausto, la memoria de la Segunda Guerra Mundial y las dinámicas políticas actuales.

Antonio Pita, corresponsal especializado en Oriente Próximo para EL PAÍS, presenta estas declaraciones en un artículo titulado: “Borrell: ‘Cumplir las órdenes de arresto no es a la carta: si va contra Putin, me gusta; si va contra Netanyahu, no’”. Pita, quien cuenta con más de una década de experiencia cubriendo la región y una sólida formación en relaciones internacionales, analiza el impacto de estas palabras en un contexto donde la Unión Europea se enfrenta a divisiones internas sobre su postura hacia Israel y las recientes acciones del Tribunal Penal Internacional (TPI).

La ética de los europeos frente a Israel

Los europeos frente a Israel enfrentan desafíos éticos y políticos difíciles de reconciliar. Borrell, en su visita al Líbano, subrayó que la tragedia humanitaria en Gaza y el conflicto con Hezbolá han puesto a prueba no solo la estabilidad de la región, sino también la coherencia de los principios europeos. Mientras algunos países del bloque han mostrado disposición para ejecutar las órdenes del TPI contra el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y su ministro de Defensa, Yoav Gallant, otros han optado por la ambigüedad o la resistencia abierta. Este contraste ilustra cómo las deudas históricas y los intereses geopolíticos moldean las decisiones contemporáneas.

Los europeos frente a Israel enfrentan desafíos éticos y políticos difíciles de reconciliar. Borrell, en su visita al Líbano, subrayó que la tragedia humanitaria en Gaza y el conflicto con Hezbolá han puesto a prueba no solo la estabilidad de la región, sino también la coherencia de los principios europeos. Ilustración MidJourney

La postura de Josep Borrell no ha estado exenta de controversias. Sus críticas hacia la falta de acción europea para frenar las políticas israelíes han generado divisiones internas en la UE. “No hemos sido capaces de poner límite a la acción de Israel”, afirmó. El Tribunal Penal Internacional, al acusar a Netanyahu de crímenes de guerra, ha intensificado el debate, obligando a los países europeos a confrontar sus compromisos con el derecho internacional. Sin embargo, el tratamiento desigual hacia casos similares, como las acusaciones contra Vladímir Putin, ha evidenciado un doble rasero que, según Borrell, socava la credibilidad del sistema judicial internacional.

Un Consejo Europeo dividido

Para Borrell, los europeos frente a Israel no pueden seguir actuando de manera selectiva en su defensa de los derechos humanos y el respeto a la ley internacional. Este tema, que ha dividido al Consejo Europeo, se complica por la historia reciente de Europa y las acusaciones de antisemitismo que algunos gobiernos han enfrentado al criticar las políticas israelíes. “Cada vez que alguien critica una decisión del Gobierno de Israel, es antisemita”, señaló, subrayando la necesidad de diferenciar entre el rechazo legítimo a determinadas acciones estatales y el antisemitismo.

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La situación en Gaza y el Líbano ha puesto en evidencia las limitaciones de la política exterior europea. Durante su visita, Borrell destacó cómo el hambre y los desplazamientos masivos se utilizan como armas de guerra, algo que describió como “moralmente inaceptable”. Al mismo tiempo, lamentó no haber logrado evitar la tragedia humanitaria en Gaza durante su mandato. Estas declaraciones no solo subrayan la gravedad de los acontecimientos en Oriente Próximo, sino que también revelan las frustraciones del propio Borrell ante lo que considera una respuesta inadecuada de Europa.

La justicia es para todos

El dilema de los europeos frente a Israel se amplifica por las tensiones internas dentro del propio bloque. Países como España, Bélgica e Irlanda han mostrado mayor disposición para cumplir las órdenes del TPI, mientras que otros, como Alemania y Hungría, han optado por la cautela o incluso el rechazo. Este desajuste refleja no solo las diferencias políticas, sino también las influencias de las narrativas históricas. Para algunos líderes, la memoria del Holocausto y el compromiso con la seguridad de Israel parecen justificar una mayor indulgencia hacia sus acciones, a pesar de las críticas internacionales.

En este contexto, las declaraciones de Borrell sobre los fantasmas del pasado adquieren un peso especial. “Entiendo que los europeos, algunos, han estado muy prisioneros de sus fantasmas del pasado”, afirmó. Estas palabras señalan una tensión persistente: la necesidad de equilibrar la responsabilidad histórica con el compromiso hacia los principios universales de justicia y derechos humanos. Sin embargo, esta dualidad se convierte en un terreno peligroso cuando se utiliza para justificar inacción o ambigüedad en situaciones críticas.

Según Borrell, el apoyo al TPI no puede ser opcional: “No es decir: ‘Si va contra Putin, me gusta, y si va contra Netanyahu, no me gusta’. Quien forma parte del tribunal ha firmado un compromiso”.. Ilustración MidJourney.

La justicia no es a la carta

El impacto de esta postura no se limita a las relaciones de Europa con Israel. También tiene implicaciones para su posición en el escenario internacional. La capacidad de la UE para actuar como un actor coherente y respetar sus propios compromisos con el derecho internacional está en juego. Según Borrell, el apoyo al TPI no puede ser opcional: “No es decir: ‘Si va contra Putin, me gusta, y si va contra Netanyahu, no me gusta’. Quien forma parte del tribunal ha firmado un compromiso”. Estas palabras destacan la importancia de la coherencia y la credibilidad en la política exterior.

En su análisis, Antonio Pita también señala las diferencias entre Borrell y otros líderes europeos, como Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea. Estas tensiones internas reflejan las dificultades para articular una política unificada hacia Oriente Próximo, donde los intereses estratégicos, las presiones diplomáticas y las lecciones del pasado chocan constantemente. La sucesora de Borrell, Kaja Kallas, enfrenta el desafío de definir su enfoque en un contexto aún más polarizado.

El futuro de los europeos frente a Israel dependerá de su capacidad para superar estas divisiones internas y abordar los problemas desde una perspectiva más ética y coherente. Como señaló Borrell, “hay que condenar los ataques terroristas de Hamás, por supuesto, pero un horror no justifica otro”. Estas palabras resumen la complejidad del dilema europeo: cómo reconciliar la condena al terrorismo con la denuncia de las violaciones de los derechos humanos, sin caer en el oportunismo político ni en el uso indiscriminado de etiquetas como el antisemitismo.

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Ya está de salida

En última instancia, el legado de Borrell como jefe de la diplomacia europea estará marcado por su insistencia en abordar estos desafíos de manera frontal. Su llamado a enfrentar los fantasmas del pasado no solo es una crítica a la inacción europea, sino también una advertencia sobre los riesgos de permitir que la historia determine las decisiones del presente. El camino hacia una política exterior más coherente y justa requerirá un esfuerzo concertado para superar estas divisiones y actuar en consonancia con los valores que Europa afirma defender.

En el balance final, los europeos frente a Israel enfrentan un dilema que va más allá de las dinámicas geopolíticas: es una prueba de hasta qué punto pueden reconciliar su historia con su compromiso con los derechos humanos y el derecho internacional. Mientras las decisiones sigan marcadas por los traumas del pasado y las divisiones internas, Europa corre el riesgo de perder no solo su credibilidad, sino también su capacidad de influir de manera decisiva en la resolución de conflictos como el de Oriente Próximo. En palabras de Borrell, la verdadera fortaleza del bloque radica en su unidad y en la capacidad de mirar hacia adelante, dejando de ser prisioneros de sus propios fantasmas.

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